lunes, 29 de abril de 2019

EL ORO DE LA LEÑA








Un derviche vio un día en sueños una reunión de maestros, discípulos todos del profeta Elías. Les preguntó:


"¿Dónde puedo adquirir bienes sin que me cuesten nada?"





Los maestros lo condujeron entonces a la montaña y sacudieron las ramas de los árboles para hacer caer la fruta. Después, dijeron:


"Dios ha querido que nuestra sabiduría transforme estos frutos, que eran amargos, en aptos para el consumo. Cómelos. Se trata desde luego de una adquisición sin contrapartida." Al comer aquella fruta, el derviche sacó de ella tal sustancia que, al despertar, quedó pasmado de admiración.





"¡Oh, Señor! dijo, ofréceme, también a mí, un favor secreto."





Y, en el mismo instante, le fue retirada la palabra y su corazón quedó purificado.





"Aunque no hubiese otro favor en el paraíso, pensó, éste me basta y no quiero ninguno más."





Ahora bien, le quedaban dos monedas de oro que había cosido a sus vestiduras. Se dijo:


"Ya no las necesito puesto que, en adelante, tengo un alimento especial."





Y dio estas dos monedas a un pobre leñador pensando que esta limosna le permitiría subsistir durante algún tiempo. Pero el leñador iluminado por la luz divina, había leído en sus pensamientos y le dijo:


"¿Cómo puedes esperar encontrar tu subsistencia si no es Dios quien te la procura?"





El derviche no comprendió exactamente lo que quería decir el leñador, pero su corazón quedó entristecido por estos reproches. El leñador se le acercó y depositó en el suelo el haz de leña que llevaba al hombro. Después dijo:


"¡Oh, Señor! En nombre de tus servidores cuyos deseos escuchas ¡transforma esta leña en oro!"





Y, al instante, el derviche vio todos los troncos brillar como el sol. Cayó al suelo sin conocimiento.





Cuando volvió en sí, el leñador dijo:


"¡Oh, Señor! En nombre de los que empañan tu fama, en nombre de los que sufren, ¡transforma este oro en leña!"





Y el oro volvió al estado de leña. El leñador volvió a echarse el haz al hombro y tomó el camino de la ciudad. El derviche quiso correr tras él para obtener la explicación de este misterio, pero su estado de admiración, así como su temor ante la estatura del leñador lo disuadieron de ello.





¡No formes parte de esos tontos que dan media vuelta una vez que han adquirido intimidad con el sultán!














150 Cuentos sufíes


Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī


Fotografía tomada de internet


EL ORO DE LA LEÑA


Un derviche vio un día en sueños una reunión de maestros, discípulos todos del profeta Elías. Les preguntó:
"¿Dónde puedo adquirir bienes sin que me cuesten nada?"

Los maestros lo condujeron entonces a la montaña y sacudieron las ramas de los árboles para hacer caer la fruta. Después, dijeron:
"Dios ha querido que nuestra sabiduría transforme estos frutos, que eran amargos, en aptos para el consumo. Cómelos. Se trata desde luego de una adquisición sin contrapartida." Al comer aquella fruta, el derviche sacó de ella tal sustancia que, al despertar, quedó pasmado de admiración.

"¡Oh, Señor! dijo, ofréceme, también a mí, un favor secreto."

Y, en el mismo instante, le fue retirada la palabra y su corazón quedó purificado.

"Aunque no hubiese otro favor en el paraíso, pensó, éste me basta y no quiero ninguno más."

Ahora bien, le quedaban dos monedas de oro que había cosido a sus vestiduras. Se dijo:
"Ya no las necesito puesto que, en adelante, tengo un alimento especial."

Y dio estas dos monedas a un pobre leñador pensando que esta limosna le permitiría subsistir durante algún tiempo. Pero el leñador iluminado por la luz divina, había leído en sus pensamientos y le dijo:
"¿Cómo puedes esperar encontrar tu subsistencia si no es Dios quien te la procura?"

El derviche no comprendió exactamente lo que quería decir el leñador, pero su corazón quedó entristecido por estos reproches. El leñador se le acercó y depositó en el suelo el haz de leña que llevaba al hombro. Después dijo:
"¡Oh, Señor! En nombre de tus servidores cuyos deseos escuchas ¡transforma esta leña en oro!"

Y, al instante, el derviche vio todos los troncos brillar como el sol. Cayó al suelo sin conocimiento.

Cuando volvió en sí, el leñador dijo:
"¡Oh, Señor! En nombre de los que empañan tu fama, en nombre de los que sufren, ¡transforma este oro en leña!"

Y el oro volvió al estado de leña. El leñador volvió a echarse el haz al hombro y tomó el camino de la ciudad. El derviche quiso correr tras él para obtener la explicación de este misterio, pero su estado de admiración, así como su temor ante la estatura del leñador lo disuadieron de ello.

¡No formes parte de esos tontos que dan media vuelta una vez que han adquirido intimidad con el sultán!




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

LA SEGURIDAD ES ESCLAVITUD






LA SEGURIDAD ES ESCLAVITUD


sábado, 27 de abril de 2019

LA FELICIDAD NO SE BUSCA








La felicidad ocurre sin más. No es algo que se pueda controlar, ni fabricar ni disponer. La felicidad es algo que está fuera de tu alcance, que supera tus esfuerzos. Pero cuando cavas un agujero en tu jardín, si estás completamente absorto en la tarea, si te olvidas del mundo entero, incluyéndote a ti mismo, aparece.





La felicidad siempre te acompaña. No tiene nada que ver con el tiempo que haga, no tiene nada que ver con cortar leña, ni con cavar un agujero en el jardín. La felicidad no tiene nada que ver con nada. Es simplemente el estado de despreocupación, de relajación de tu ser con la existencia. Y está ahí; no va y viene. Está siempre ahí, como tu respiración, como el latido de tu corazón, como la circulación de la sangre por tu cuerpo.





La felicidad está siempre ahí, pero si la buscas encontrarás la infelicidad. Si la buscas se te escapará; en eso consiste la infelicidad, en que se te escape la felicidad. La infelicidad mantiene cierta relación con la búsqueda, una asociación. Si «buscas», encontrarás la infelicidad. Y la Constitución de Estados Unidos ha dado la idea a todos los ciudadanos de ese país de que deben «buscar».





Y buscan desesperadamente -dinero, poder, religión-, y recorren el mundo entero intentando encontrar a alguien que les enseñe a encontrar la felicidad.





Lo que hay que hacer es volver a casa y olvidarse del asunto. Haced otra cosa, que no tenga nada que ver con la felicidad. Pintad. No hace falta aprender a pintar. ¿No puedes poner colores sin más en un lienzo?





Hasta un niño puede hacerlo. Pon colores sobre un lienzo y a lo mejor te sorprende: no eres pintor, pero ocurre algo maravilloso. Los colores se mezclan de cierta manera y crean algo que no puedes definir.





Los cuadros modernos no llevan título, y muchos cuadros ni siquiera están enmarcados, porque la existencia no puede enmarcarse. Si miras el cielo desde una ventana, ves el cielo enmarcado, pero el marco es de la ventana, no del cielo; el cielo no tiene marco. Hay pintores que ni siquiera pintan sobre lienzos; pintan en la pared, en el suelo, en el techo. Son sitios raros, pero yo comprendo su enfoque. No quieren hacer un cuadro; lo que les interesa es participar en el acto mismo de pintar. No es para ponerlo a la venta. ¿Cómo vas a vender un techo, y quién va a comprarlo?





Pero mientras están absortos, algo empieza a deslizarse hacia su ser, desde un rincón desconocido. Empiezan a sentirse alegres, sin ninguna razón concreta.





Por eso condeno la idea de la búsqueda. Sin conocer su nombre, sin saber nada de él, puedo decir que quien escribió la palabra «búsqueda» en la Constitución debía de ser un hombre muy desgraciado. No había conocido la felicidad. La había buscado; por consiguiente, intentó darles a todos los ciudadanos estadounidenses el mismo derecho inalienable que reclamaba para sí. Y nadie lo ha criticado durante trescientos años; así de claro.





Un poeta, un pintor, un cantante, un bailarín... Sí; ellos pueden alcanzar la felicidad de vez en cuando. Pero hay algo que ocurre siempre: que cuando surge la felicidad, ellos no están allí. El buscador no está allí; la búsqueda no está allí.














Bibliografía: 


Alegría: Osho


Fotografía tomada de internet


LA FELICIDAD NO SE BUSCA


La felicidad ocurre sin más. No es algo que se pueda controlar, ni fabricar ni disponer. La felicidad es algo que está fuera de tu alcance, que supera tus esfuerzos. Pero cuando cavas un agujero en tu jardín, si estás completamente absorto en la tarea, si te olvidas del mundo entero, incluyéndote a ti mismo, aparece.

La felicidad siempre te acompaña. No tiene nada que ver con el tiempo que haga, no tiene nada que ver con cortar leña, ni con cavar un agujero en el jardín. La felicidad no tiene nada que ver con nada. Es simplemente el estado de despreocupación, de relajación de tu ser con la existencia. Y está ahí; no va y viene. Está siempre ahí, como tu respiración, como el latido de tu corazón, como la circulación de la sangre por tu cuerpo.

La felicidad está siempre ahí, pero si la buscas encontrarás la infelicidad. Si la buscas se te escapará; en eso consiste la infelicidad, en que se te escape la felicidad. La infelicidad mantiene cierta relación con la búsqueda, una asociación. Si «buscas», encontrarás la infelicidad. Y la Constitución de Estados Unidos ha dado la idea a todos los ciudadanos de ese país de que deben «buscar».

Y buscan desesperadamente -dinero, poder, religión-, y recorren el mundo entero intentando encontrar a alguien que les enseñe a encontrar la felicidad.

Lo que hay que hacer es volver a casa y olvidarse del asunto. Haced otra cosa, que no tenga nada que ver con la felicidad. Pintad. No hace falta aprender a pintar. ¿No puedes poner colores sin más en un lienzo?

Hasta un niño puede hacerlo. Pon colores sobre un lienzo y a lo mejor te sorprende: no eres pintor, pero ocurre algo maravilloso. Los colores se mezclan de cierta manera y crean algo que no puedes definir.

Los cuadros modernos no llevan título, y muchos cuadros ni siquiera están enmarcados, porque la existencia no puede enmarcarse. Si miras el cielo desde una ventana, ves el cielo enmarcado, pero el marco es de la ventana, no del cielo; el cielo no tiene marco. Hay pintores que ni siquiera pintan sobre lienzos; pintan en la pared, en el suelo, en el techo. Son sitios raros, pero yo comprendo su enfoque. No quieren hacer un cuadro; lo que les interesa es participar en el acto mismo de pintar. No es para ponerlo a la venta. ¿Cómo vas a vender un techo, y quién va a comprarlo?

Pero mientras están absortos, algo empieza a deslizarse hacia su ser, desde un rincón desconocido. Empiezan a sentirse alegres, sin ninguna razón concreta.

Por eso condeno la idea de la búsqueda. Sin conocer su nombre, sin saber nada de él, puedo decir que quien escribió la palabra «búsqueda» en la Constitución debía de ser un hombre muy desgraciado. No había conocido la felicidad. La había buscado; por consiguiente, intentó darles a todos los ciudadanos estadounidenses el mismo derecho inalienable que reclamaba para sí. Y nadie lo ha criticado durante trescientos años; así de claro.

Un poeta, un pintor, un cantante, un bailarín... Sí; ellos pueden alcanzar la felicidad de vez en cuando. Pero hay algo que ocurre siempre: que cuando surge la felicidad, ellos no están allí. El buscador no está allí; la búsqueda no está allí.




Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

ESPIRITUALIDAD






ESPIRITUALIDAD


viernes, 26 de abril de 2019

LA TIERRA Y EL AZÚCAR








Erase un hombre que había adquirido la costumbre de comer tierra. Un día entró en una tienda para comprar azúcar.





El tendero, que no era un hombre honrado, usaba terrones de tierra para pesar. Dijo a nuestro hombre: "Este es el azúcar mejor de la ciudad, pero utilizo tierra para pesarlo."





El otro respondió:





"Lo que necesito es azúcar. ¡Poco me importa que los pesos de tu balanza sean de tierra o de hierro!"





Y pensó para sí:


"Siendo un comedor de tierra, no podía uno caer mejor."





Se puso el tendero a preparar el azúcar y el hombre aprovechó para comerse la tierra. El tendero notó su maniobra, pero se guardó mucho de decir nada, pues pensaba: 


"Este idiota se perjudica a sí mismo. Teme ser sorprendido, pero yo sólo tengo un deseo: que coma el máximo de tierra posible. ¡Ya comprenderá cuando vea lo poco de azúcar que quedará en la balanza!"





Experimentas un gran placer cometiendo adulterio con la vista, pero no te das cuenta de que, al hacerlo, devoras tu propia carne.











150 Cuentos sufíes


Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī


Fotografía tomada de internet


LA TIERRA Y EL AZÚCAR


Erase un hombre que había adquirido la costumbre de comer tierra. Un día entró en una tienda para comprar azúcar.

El tendero, que no era un hombre honrado, usaba terrones de tierra para pesar. Dijo a nuestro hombre: "Este es el azúcar mejor de la ciudad, pero utilizo tierra para pesarlo."

El otro respondió:

"Lo que necesito es azúcar. ¡Poco me importa que los pesos de tu balanza sean de tierra o de hierro!"

Y pensó para sí:
"Siendo un comedor de tierra, no podía uno caer mejor."

Se puso el tendero a preparar el azúcar y el hombre aprovechó para comerse la tierra. El tendero notó su maniobra, pero se guardó mucho de decir nada, pues pensaba: 
"Este idiota se perjudica a sí mismo. Teme ser sorprendido, pero yo sólo tengo un deseo: que coma el máximo de tierra posible. ¡Ya comprenderá cuando vea lo poco de azúcar que quedará en la balanza!"

Experimentas un gran placer cometiendo adulterio con la vista, pero no te das cuenta de que, al hacerlo, devoras tu propia carne.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

EL ÚNICO MOMENTO






EL ÚNICO MOMENTO


jueves, 25 de abril de 2019

ESCASOS MOMENTOS DE FELICIDAD








La búsqueda de la felicidad es algo imposible. Si examinas tu propia experiencia encontrarás muy escasos momentos de felicidad: quizás en una vida de setenta años hayas vivido siete momentos que pueden considerarse felices. Pero si has tenido incluso un solo momento de felicidad, hay una cosa cierta, sin excepciones: que surgió cuando no la estabas buscando.





Intenta encontrar la felicidad, pero ten por seguro que no lo lograrás.





No estoy de acuerdo con Jesucristo en muchos puntos, incluso en puntos que parecen muy inocentes, aunque pueda parecer cruel.





Jesucristo dice: «Busca, y hallarás. Pide, y te será dado. Llama, y se te abrirán las puertas». No estoy de acuerdo.





Desde luego, los imbéciles que redactaron la Constitución de Estados Unidos estaban influidos por Jesucristo; eran todos cristianos. Cuando hablan de «la búsqueda de la felicidad», debían de tener en mente, consciente o inconscientemente, las palabras de Jesucristo: «Busca y hallarás». Pero yo os digo: busca, y ten por seguro que nunca encontrarás. No busques, y ahí lo tienes.





Deja de buscar, y lo habrás encontrado, porque buscar supone un esfuerzo de la mente, y no buscar significa un estado de relajación. Y la felicidad sólo es posible cuando estás relajado.





El que busca no está relajado. ¿Cómo va a estarlo? No puede permitírselo. Te sorprenderás si miras por el mundo: encontrarás personas más satisfechas incluso en países muy pobres. Sí, incluso en Etiopía, donde se mueren de hambre, encontrarás a personas que se están muriendo, pero sin sufrimiento ni angustia. En Estados Unidos encontrarás el mayor número de personas infelices. Es extraño. En Estados Unidos, la búsqueda de la felicidad es un derecho inalienable, algo que no se menciona en la Constitución de ningún otro país del mundo.





La Constitución estadounidense es una verdadera locura. «¿Búsqueda de la felicidad?» Nadie lo ha logrado jamás, y los que lo han intentado han llevado una vida desdichada e infeliz.











Bibliografía: 


Alegría: Osho


Fotografía tomada de internet


ESCASOS MOMENTOS DE FELICIDAD


La búsqueda de la felicidad es algo imposible. Si examinas tu propia experiencia encontrarás muy escasos momentos de felicidad: quizás en una vida de setenta años hayas vivido siete momentos que pueden considerarse felices. Pero si has tenido incluso un solo momento de felicidad, hay una cosa cierta, sin excepciones: que surgió cuando no la estabas buscando.

Intenta encontrar la felicidad, pero ten por seguro que no lo lograrás.

No estoy de acuerdo con Jesucristo en muchos puntos, incluso en puntos que parecen muy inocentes, aunque pueda parecer cruel.

Jesucristo dice: «Busca, y hallarás. Pide, y te será dado. Llama, y se te abrirán las puertas». No estoy de acuerdo.

Desde luego, los imbéciles que redactaron la Constitución de Estados Unidos estaban influidos por Jesucristo; eran todos cristianos. Cuando hablan de «la búsqueda de la felicidad», debían de tener en mente, consciente o inconscientemente, las palabras de Jesucristo: «Busca y hallarás». Pero yo os digo: busca, y ten por seguro que nunca encontrarás. No busques, y ahí lo tienes.

Deja de buscar, y lo habrás encontrado, porque buscar supone un esfuerzo de la mente, y no buscar significa un estado de relajación. Y la felicidad sólo es posible cuando estás relajado.

El que busca no está relajado. ¿Cómo va a estarlo? No puede permitírselo. Te sorprenderás si miras por el mundo: encontrarás personas más satisfechas incluso en países muy pobres. Sí, incluso en Etiopía, donde se mueren de hambre, encontrarás a personas que se están muriendo, pero sin sufrimiento ni angustia. En Estados Unidos encontrarás el mayor número de personas infelices. Es extraño. En Estados Unidos, la búsqueda de la felicidad es un derecho inalienable, algo que no se menciona en la Constitución de ningún otro país del mundo.

La Constitución estadounidense es una verdadera locura. «¿Búsqueda de la felicidad?» Nadie lo ha logrado jamás, y los que lo han intentado han llevado una vida desdichada e infeliz.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

BUSCANDO CONDICIONES






BUSCANDO CONDICIONES


miércoles, 24 de abril de 2019

LOS EXCREMENTOS








Un día, un hombre cayó desvanecido en medio del mercado de perfumes. Ya no tenía fuerza en las piernas. Le daba vueltas la cabeza, por lo molesto que se sentía a causa del incienso quemado por los comerciantes.





La gente se reunió a su alrededor para ayudarle. Algunos le frotaban el pecho y otros los brazos. Otros incluso le vertían agua de rosas en el rostro, ignorando que aquella misma agua era la que lo había puesto en ese estado.





Otros intentaban quitarle sus vestiduras para permitirle respirar. Otros le tomaban el pulso. Los había que diagnosticaban un abuso de bebida, otros un abuso de hachís. Nadie, en definitiva, encontró el remedio.





Pues bien, el hermano de este hombre era curtidor. Tan pronto como supo lo qué sucedía a su hermano, corrió al mercado, recogiendo en su camino todos los excrementos de perro que pudo encontrar. Llegado al lugar del drama, apartó a la multitud diciendo: "¡Yo conozco la causa de su mal!"





La causa de todas las enfermedades es la ruptura de los hábitos. Y el remedio consiste en recobrar esas costumbres. Por eso existe el versículo que dice: "¡La suciedad ha sido creada para los sucios!"





Así pues, el curtidor, ocultando bien su medicamento, llegó hasta su hermano e, inclinándose hacia él como para decirle un secreto al oído, le puso la mano en la nariz. Al respirar el olor de esta mano, el hombre recobró enseguida el conocimiento y las gentes alrededor, sospechando algún truco de magia, se dijeron: "Este hombre tiene un aliento poderoso, pues ha logrado despertar a un muerto."





Ya ves. Toda persona que no se convenza por el almizcle de estos consejos se convencerá ciertamente por los malos olores. Un gusano nacido en los excrementos no cambiará de naturaleza al caer en el ámbar.











150 Cuentos sufíes


Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī


Fotografía tomada de internet


LOS EXCREMENTOS


Un día, un hombre cayó desvanecido en medio del mercado de perfumes. Ya no tenía fuerza en las piernas. Le daba vueltas la cabeza, por lo molesto que se sentía a causa del incienso quemado por los comerciantes.

La gente se reunió a su alrededor para ayudarle. Algunos le frotaban el pecho y otros los brazos. Otros incluso le vertían agua de rosas en el rostro, ignorando que aquella misma agua era la que lo había puesto en ese estado.

Otros intentaban quitarle sus vestiduras para permitirle respirar. Otros le tomaban el pulso. Los había que diagnosticaban un abuso de bebida, otros un abuso de hachís. Nadie, en definitiva, encontró el remedio.

Pues bien, el hermano de este hombre era curtidor. Tan pronto como supo lo qué sucedía a su hermano, corrió al mercado, recogiendo en su camino todos los excrementos de perro que pudo encontrar. Llegado al lugar del drama, apartó a la multitud diciendo: "¡Yo conozco la causa de su mal!"

La causa de todas las enfermedades es la ruptura de los hábitos. Y el remedio consiste en recobrar esas costumbres. Por eso existe el versículo que dice: "¡La suciedad ha sido creada para los sucios!"

Así pues, el curtidor, ocultando bien su medicamento, llegó hasta su hermano e, inclinándose hacia él como para decirle un secreto al oído, le puso la mano en la nariz. Al respirar el olor de esta mano, el hombre recobró enseguida el conocimiento y las gentes alrededor, sospechando algún truco de magia, se dijeron: "Este hombre tiene un aliento poderoso, pues ha logrado despertar a un muerto."

Ya ves. Toda persona que no se convenza por el almizcle de estos consejos se convencerá ciertamente por los malos olores. Un gusano nacido en los excrementos no cambiará de naturaleza al caer en el ámbar.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

NO ACTUAR






NO ACTUAR


martes, 23 de abril de 2019

LA CALDERA DE ESTE MUNDO








Los deseos de este mundo son como una caldera y los temores de aquí abajo son como un baño. Los hombres piadosos viven por encima de la caldera en la indigencia y en la alegría. Los ricos son los que aportan excrementos para alimentar el fuego de la caldera, de modo que el baño esté bien caliente. Dios les ha dado la avidez.





Pero abandona tú la caldera y entra en el baño. Se reconoce a los del baño por su cara, que es pura. Pero el polvo, el humo y la suciedad son los signos de los que prefieren la caldera.





Si allí no ves suficientemente bien como para reconocerlos por su rostro, reconócelos por el olor. Los que trabajan en la caldera se dicen: "Hoy, he traído veinte sacos de boñiga de vaca para alimentar la caldera."





Estos excrementos alimentan un fuego destinado al hombre puro y el oro es como esos excrementos.





El que pasa su vida en la caldera no conoce el olor del almizcle. Y si, por azar, lo percibe, se pone enfermo.











150 Cuentos sufíes


Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī


Fotografía tomada de internet


LA CALDERA DE ESTE MUNDO


Los deseos de este mundo son como una caldera y los temores de aquí abajo son como un baño. Los hombres piadosos viven por encima de la caldera en la indigencia y en la alegría. Los ricos son los que aportan excrementos para alimentar el fuego de la caldera, de modo que el baño esté bien caliente. Dios les ha dado la avidez.

Pero abandona tú la caldera y entra en el baño. Se reconoce a los del baño por su cara, que es pura. Pero el polvo, el humo y la suciedad son los signos de los que prefieren la caldera.

Si allí no ves suficientemente bien como para reconocerlos por su rostro, reconócelos por el olor. Los que trabajan en la caldera se dicen: "Hoy, he traído veinte sacos de boñiga de vaca para alimentar la caldera."

Estos excrementos alimentan un fuego destinado al hombre puro y el oro es como esos excrementos.

El que pasa su vida en la caldera no conoce el olor del almizcle. Y si, por azar, lo percibe, se pone enfermo.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

PAPÁ






PAPÁ


lunes, 22 de abril de 2019

LA INCITADORA








Un día, un sufí volvió a su casa de improviso. Ahora bien, su mujer recibía a un extranjero, procurando incitarlo.





El sufí llamó a la puerta. No era su costumbre abandonar la tienda y regresar tan pronto a la casa, pero, dominado por un presentimiento, había decidido regresar ese día por sorpresa. La mujer por su parte, estaba muy segura de que su marido no volvería tan pronto. Dios pone un velo sobre tus pecados para que un día te avergüences de ellos. Pero ¿quién puede decir hasta cuándo dura este privilegio? En la morada del sufí no había escondrijo alguno ni otra salida que la puerta principal. Ni siquiera había una manta bajo la cual habría podido ocultarse el extranjero. Como último recurso, la mujer vistió al extranjero con un velo para disfrazarlo de mujer. Después abrió la puerta.





El extranjero con su disfraz parecía un camello en una escalera. El sufí preguntó a su mujer: "¿Quién es esta persona con la cara velada?"





La mujer respondió:


"Es una mujer conocida en la ciudad por su piedad y su riqueza."





"¿Hay algún favor que podamos hacerle?" -preguntó el sufí.





La mujer dijo:


"Quiere emparentar con nosotros. Tiene un carácter noble y puro. Venía a ver a nuestra hija, que, desgraciadamente, está en la escuela. Pero esta señora me lo ha dicho: "¡Sea o no hermosa, quiero tenerla como nuera!" pues tiene un hijo incomparable por su belleza, su inteligencia y su carácter."





El sufí dijo entonces:





"Somos gente pobre y esta mujer es rica. Semejante matrimonio sería como una puerta hecha mitad de madera y mitad de marfil. Ahora bien, un vestido hecho a medias de seda y de paño avergüenza a quien lo lleva."





"Es justamente lo que acabo de explicarle -dijo la mujer- pero me ha respondido que no le interesan los bienes ni la nobleza. No ambiciona acumular bienes en este bajo mundo. ¡Todo lo que desea es tratar con gente honrada!"





El sufí invocó otros argumentos, pero su mujer afirmó haberlos expuesto ya a su visitante. A creerla, aquella señora no tomaba en cuenta su pobreza, aunque ésta fuese extremada. Finalmente, dijo a su marido:





"Lo que busca en nosotros es la honradez."





El sufí añadió:





"¿No ve nuestra casa, tan pequeña que no podría esconderse en ella ni una aguja? En cuanto a nuestra dignidad y nuestra honradez, es imposible ocultarlas pues todo el mundo está al corriente. ¡Tiene, pues, que suponer que nuestra hija no tiene dote!"





Te cuento esta historia para que dejes de argumentar. Pues nosotros conocemos tus vergonzosas actividades. Tu creencia y tu fe se parecen, hasta confundir a cualquiera, a los discursos de esta mujer.





Eres un mentiroso y un traidor como la mujer de este sufí. Te avergüenzas incluso ante gente que no tiene rostro limpio. ¿Porqué no habrías de avergonzarte, por una vez, ante Dios?











150 Cuentos sufíes


Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī


Fotografía tomada de internet