miércoles, 31 de julio de 2019

EL CIUDADANO Y EL CAMPESINO








Un ciudadano era amigo de un campesino y, todos los años, durante dos o tres meses, le ofrecía hospitalidad. El campesino gozaba de su casa, de su almacén y de su mesa. Sus menores deseos eran satisfechos, antes incluso de ser expresados. Un día, el campesino, dijo al ciudadano:





"¡Oh, maestro! ¡Nunca me has visitado! Ven a mi casa con tu mujer y tus hijos pues pronto llegará la primavera y, en esa estación, los rosales y los árboles frutales están cubiertos de flores. Quédate en mi casa durante tres o cuatro meses para que tengamos también ocasión de servirte."





El ciudadano declinó la invitación, pero el campesino renovó este ofrecimiento durante ocho años sin que el ciudadano se desplazara. En cada una de sus visitas, el campesino reiteraba su invitación y, todas las veces, el ciudadano encontraba una excusa para zafarse. Como la cigüeña, el campesino venía a hacer su nido en la casa del ciudadano y éste gastaba todos sus bienes para no faltar a los deberes de la hospitalidad. En el curso de una de estas visitas, el campesino suplicó de nuevo al ciudadano:





"¡Hace ya diez años que me prometes venir! ¡En nombre de Dios, haz un esfuerzo esta vez!"





Los hijos del ciudadano dijeron a su padre:





"¡Oh, padre! Las nubes, la luna y las sombras viajan. ¿Por qué te niegas? No hay tensiones entre él y tú.





¡Ofrécele la ocasión de saldar la deuda que ha contraído contigo!"





Era su madre la que los había incitado a tomar así la palabra y el ciudadano les dijo:





"¡Oh, hijos míos! ¡Tenéis razón, pero los sabios dicen que hay que desconfiar de la calumnia de aquellos a los que se ha ayudado!"





A pesar de esto, las repetidas invitaciones del campesino acabaron por vencer la reticencia del ciudadano y, un día, después de haber hecho los preparativos y cargado el asno y el buey con lo necesario para el viaje, tomó el camino con su mujer y sus hijos.





Estos se decían:





"Vamos a comer fruta y a jugar en los prados. Tenemos allí un amigo que nos espera. A la vuelta, traeremos trigo y cebollas para el invierno."





Pero el ciudadano les dijo:





"¡No seáis aún tan imaginativos!"





Atravesaron las mesetas llenos de alegría. El sol quemaba su frente. Por la noche, se guiaban gracias a las estrellas. Al cabo de un mes, llegaron al pueblo del campesino en un estado de gran agotamiento. Se informaron para encontrar la casa de su amigo pero, una vez que hubieron llegado a ella, éste se negó a abrirles la puerta. Durante cinco días, permanecieron así ante su casa, sofocados por el calor durante el día y transidos de frío por la noche. Pero ¡ay!, el hambre lleva al león a actuar como buitre y a comer carroña. Y cada vez que él veía al campesino salir de su casa, el ciudadano le decía:





"¿No me recuerdas?"





El campesino respondía:





"¡Seas bueno o malo, ignoro quién eres!





-¡Oh, hermano mío! decía entonces el ciudadano, ¿has olvidado? ¡Tú vienes a mi casa y comes a mi mesa desde hace años!"





El campesino respondía:





"¿Qué significan esas palabras insensatas? ¡No te conozco y ni siquiera sé cómo te llamas!"





Al cabo de unos días, empezaron las lluvias y esta espera se hizo insoportable. El ciudadano llamó a la puerta con todas sus fuerzas preguntando por el amo de la casa.





"¿Qué quieres?" le dijo este último.





El ciudadano respondió:





"Renuncio a todas mis pretensiones y abandono mis ilusiones sobre nuestra amistad. Sólo te pido una cosa. Está lloviendo. Así que, por esta noche al menos, ofrécenos un pequeño rincón de tu casa."





El campesino le dijo:





"Hay desde luego un sitio en que puedo alojaros, pero es el refugio en el que suele instalarse el guardián que nos protege de los lobos. ¡Si quieres hacer ese oficio por esta noche, puedes instalarte ahí!





-¡Desde luego! dijo el ciudadano. Dame un arco y flechas y te garantizo que no dormiré. Me basta con que mis hijos estén protegidos del barro y de la lluvia."





La familia se amontonó, pues, en el refugio. El ciudadano, con su arco y sus flechas a mano, se decía:





"¡Oh, Dios mío! ¡Merecemos este castigo! Pues nos hemos hecho amigos de un hombre indigno. Más vale estar a servicio de un hombre sensato que aceptar los favores de un hombre cruel como éste!"





Los mosquitos y las pulgas laceraban su piel, pero el ciudadano no les prestaba atención, concentrado sólo en su tarea de guardián: tanto temía incurrir en los reproches del campesino.





A media noche, cuando estaba agotado, el ciudadano divisó una sombra que se movía. Se dijo:





"¡Ahí está el lobo!"





Y disparó una flecha. El animal, alcanzado, cayó a tierra ventoseando. Inmediatamente, el campesino salió de su casa gritando:





"¡Qué horror! ¡Acabas de matar a la cría de mi burra!





-¡No! dijo el ciudadano. ¡Era un lobo negro y su forma era desde luego la de un lobo!





-¡No! dijo el campesino, ¡lo he reconocido por su manera de ventosear!





-Es imposible, dijo el ciudadano, está demasiado oscuro para ver algo. Ve a cerciorarte.





-Es inútil, dijo el campesino. Para mí está claro como la luz del día. Demasiado bien he reconocido su manera de ventosear. ¡Lo reconocería así entre otros veinte!"





Ante aquellas palabras, el ciudadano se encolerizó y lo sujetó por el cuello:





"¡Oh, imbécil! ¿Qué significa esto? ¡En esta obscuridad, consigues reconocer al hijo de tu asna gracias al ruido de sus pedos, pero no me has reconocido a mí, que soy amigo tuyo desde hace más de diez años!"











150 Cuentos sufíes


Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī


Fotografía tomada de internet


EL CIUDADANO Y EL CAMPESINO


Un ciudadano era amigo de un campesino y, todos los años, durante dos o tres meses, le ofrecía hospitalidad. El campesino gozaba de su casa, de su almacén y de su mesa. Sus menores deseos eran satisfechos, antes incluso de ser expresados. Un día, el campesino, dijo al ciudadano:

"¡Oh, maestro! ¡Nunca me has visitado! Ven a mi casa con tu mujer y tus hijos pues pronto llegará la primavera y, en esa estación, los rosales y los árboles frutales están cubiertos de flores. Quédate en mi casa durante tres o cuatro meses para que tengamos también ocasión de servirte."

El ciudadano declinó la invitación, pero el campesino renovó este ofrecimiento durante ocho años sin que el ciudadano se desplazara. En cada una de sus visitas, el campesino reiteraba su invitación y, todas las veces, el ciudadano encontraba una excusa para zafarse. Como la cigüeña, el campesino venía a hacer su nido en la casa del ciudadano y éste gastaba todos sus bienes para no faltar a los deberes de la hospitalidad. En el curso de una de estas visitas, el campesino suplicó de nuevo al ciudadano:

"¡Hace ya diez años que me prometes venir! ¡En nombre de Dios, haz un esfuerzo esta vez!"

Los hijos del ciudadano dijeron a su padre:

"¡Oh, padre! Las nubes, la luna y las sombras viajan. ¿Por qué te niegas? No hay tensiones entre él y tú.

¡Ofrécele la ocasión de saldar la deuda que ha contraído contigo!"

Era su madre la que los había incitado a tomar así la palabra y el ciudadano les dijo:

"¡Oh, hijos míos! ¡Tenéis razón, pero los sabios dicen que hay que desconfiar de la calumnia de aquellos a los que se ha ayudado!"

A pesar de esto, las repetidas invitaciones del campesino acabaron por vencer la reticencia del ciudadano y, un día, después de haber hecho los preparativos y cargado el asno y el buey con lo necesario para el viaje, tomó el camino con su mujer y sus hijos.

Estos se decían:

"Vamos a comer fruta y a jugar en los prados. Tenemos allí un amigo que nos espera. A la vuelta, traeremos trigo y cebollas para el invierno."

Pero el ciudadano les dijo:

"¡No seáis aún tan imaginativos!"

Atravesaron las mesetas llenos de alegría. El sol quemaba su frente. Por la noche, se guiaban gracias a las estrellas. Al cabo de un mes, llegaron al pueblo del campesino en un estado de gran agotamiento. Se informaron para encontrar la casa de su amigo pero, una vez que hubieron llegado a ella, éste se negó a abrirles la puerta. Durante cinco días, permanecieron así ante su casa, sofocados por el calor durante el día y transidos de frío por la noche. Pero ¡ay!, el hambre lleva al león a actuar como buitre y a comer carroña. Y cada vez que él veía al campesino salir de su casa, el ciudadano le decía:

"¿No me recuerdas?"

El campesino respondía:

"¡Seas bueno o malo, ignoro quién eres!

-¡Oh, hermano mío! decía entonces el ciudadano, ¿has olvidado? ¡Tú vienes a mi casa y comes a mi mesa desde hace años!"

El campesino respondía:

"¿Qué significan esas palabras insensatas? ¡No te conozco y ni siquiera sé cómo te llamas!"

Al cabo de unos días, empezaron las lluvias y esta espera se hizo insoportable. El ciudadano llamó a la puerta con todas sus fuerzas preguntando por el amo de la casa.

"¿Qué quieres?" le dijo este último.

El ciudadano respondió:

"Renuncio a todas mis pretensiones y abandono mis ilusiones sobre nuestra amistad. Sólo te pido una cosa. Está lloviendo. Así que, por esta noche al menos, ofrécenos un pequeño rincón de tu casa."

El campesino le dijo:

"Hay desde luego un sitio en que puedo alojaros, pero es el refugio en el que suele instalarse el guardián que nos protege de los lobos. ¡Si quieres hacer ese oficio por esta noche, puedes instalarte ahí!

-¡Desde luego! dijo el ciudadano. Dame un arco y flechas y te garantizo que no dormiré. Me basta con que mis hijos estén protegidos del barro y de la lluvia."

La familia se amontonó, pues, en el refugio. El ciudadano, con su arco y sus flechas a mano, se decía:

"¡Oh, Dios mío! ¡Merecemos este castigo! Pues nos hemos hecho amigos de un hombre indigno. Más vale estar a servicio de un hombre sensato que aceptar los favores de un hombre cruel como éste!"

Los mosquitos y las pulgas laceraban su piel, pero el ciudadano no les prestaba atención, concentrado sólo en su tarea de guardián: tanto temía incurrir en los reproches del campesino.

A media noche, cuando estaba agotado, el ciudadano divisó una sombra que se movía. Se dijo:

"¡Ahí está el lobo!"

Y disparó una flecha. El animal, alcanzado, cayó a tierra ventoseando. Inmediatamente, el campesino salió de su casa gritando:

"¡Qué horror! ¡Acabas de matar a la cría de mi burra!

-¡No! dijo el ciudadano. ¡Era un lobo negro y su forma era desde luego la de un lobo!

-¡No! dijo el campesino, ¡lo he reconocido por su manera de ventosear!

-Es imposible, dijo el ciudadano, está demasiado oscuro para ver algo. Ve a cerciorarte.

-Es inútil, dijo el campesino. Para mí está claro como la luz del día. Demasiado bien he reconocido su manera de ventosear. ¡Lo reconocería así entre otros veinte!"

Ante aquellas palabras, el ciudadano se encolerizó y lo sujetó por el cuello:

"¡Oh, imbécil! ¿Qué significa esto? ¡En esta obscuridad, consigues reconocer al hijo de tu asna gracias al ruido de sus pedos, pero no me has reconocido a mí, que soy amigo tuyo desde hace más de diez años!"



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

¿CONDICIONES IDEALES?






¿CONDICIONES IDEALES?


martes, 30 de julio de 2019

PARTE II: ¿QUÉ TAN IMPORTANTE ES EL AFECTO PARA LA SEXUALIDAD MASCULINA?








2. El equilibrio afectivo-sexual en la vida de pareja Por todo lo dicho hasta aquí, queda claro que la relación que se establece entre sexo y afecto, y las ponderaciones que hombres y mujeres hacemos al respecto, son determinantes para comprender muchos problemas de pareja. Para la mayoría de los hombres una relación afectiva sin sexo es inconcebible, además de insoportable. Para las mujeres, una relación de pareja sin cariño es insostenible y aterradora. No quiero decir que lo sexual no sea importante para ellas sino que, sin afecto, es incompleto. Los problemas comienzan cuando se rompe el equilibrio entre las necesidades de uno y otro.





Mucho amor y nada de sexo, o viceversa, predisponen a la ruptura. 





G. y R. llevaban 15 años de casados. Ella (G.) era una mujer de 35 arios, arquitecta y excelente madre de tres hijos. Él (R.) un profesional de las finanzas de 37 años, económicamente exitoso y muy buen padre. Pese a tener todas las condiciones a favor, algo andaba mal, o muy mal. R. se sentía sexualmente insatisfecho: "Ella es una mujer muy fría... No es que no acceda a tener relaciones, incluso pone de su parte, sino que no se suelta ...Yo no la veo disfrutar... No toma la iniciativa... Imagínese que lo hacemos una vez por mes... Creo que nunca ha logrado el orgasmo... Me gustaría que fuera más sensual, más atrevida... más ardiente… Me sueño con una mujer más apasionada, a quien le guste ser creativa en la cama y que no vea la relación sexual como una obligación, sino como el mejor de los disfrutes ...El otro día le pedí que me hiciera un striptease y casi me mata... Me pregunto, ¿qué le cuesta hacerlo si sabe que eso me hace feliz?... Es como si yo tuviera hambre y ella no quisiera darme el pan que le sobra. ..Ya estoy cansado de esta situación... Usted entiende que si la cosa sigue así, no respondo...". G. estaba igual o peor de insatisfecha, pero por otra razón: "A veces lo odio... Él no ha podido entender que las mujeres necesitamos cariño y afecto... No sé si seré muy anticuada, pero a mí me motivan los ambientas románticos... Eso de venir y montarla a una como un animal, no me gusta... Yo necesito ternura, cariño... Sentir que me admira y me quiere... No entiendo por qué no me da lo que necesito... A veces pienso que no me quiere ... (llanto prolongado).





Si quiere a alguien que le haga locuras en la cama, ¡que se busque una prostituta!... Nunca tiene una palabra linda para mí... Los hombres me miran y yo sé que soy atractiva, pero soy fiel ...Yo lo amo de verdad, pero si la cosa no cambia creo que es mejor que nos separemos...".





Ellos estaban inmersos en la disputa de nunca acabar: sexo vs afecto. Alguien tenía que empezar a ceder. Pero R. se había criado en una familia muy poco comunicativa y expresiva. Su manera de expresar afecto estaba bastante restringida, y no era una persona asertiva en el amor. G. había sido educada bajo el patrón religioso tradicional y su familia era archiconservadora. Mostraba cierta timidez social y una evidente inhibición a todo lo que tuviera que ver con lo sexual. Para ella, el afecto era una especie de refugio para manejar su ansiedad y poder vivir más tranquilamente su sexualidad. La paralización era de lado y lado. El verdadero miedo de fondo era el mismo: no satisfacer a la pareja. ¿Quién debería dar el primer paso?





Al cabo de varias citas, R. reconoció que era él quien debería iniciar el proceso terapéutico. Los bloqueos psicológicos que presentaba G, necesitaban de mucha paciencia y tiempo, y aunque los impedimentos afectivos de R. también mostraban un grado de dificultad considerable, era más fácil para él abrazar, besar y acariciar, que para ella liberarse sexualmente. El afecto es la puerta que primero debe abrirse en todos los casos de pareja. Cuando R. fue cambiando, G. también. A veces había retrocesos, pero lentamente y guiados por el vínculo que los mantenía unidos, lograron acoplarse. Creo que G. jamás bailará la "danza de los siete velos" o visitará a escondidas un pornoshow, pero logró avanzar significativamente en su capacidad y exploración sensorial. R. tuvo que hacer un esfuerzo para comprender que "sexo no es igual a orgasmo", y ampliar su vivencia de la sexualidad para darle cabida a más cosas; su entrenamiento consistió en entender el funcionamiento sexual femenino desde una nueva perspectiva. Aprendió a crear los ambientes previos propicios para que G. se sintiera cómoda, a acariciarla, a convertir la paciencia en parte fundamental del placer y a ver la sexualidad como parte del amor. R. asimiló una nueva manera de disfrutar. De hecho, al ver que ella sentía placer, más se motivaba a seguir con las recomendaciones, que más que ejercicios sexuales tipo Masters y Johnson eran estrategias de acercamiento afectivo. R. descubrió algo muy importante para cualquier ser humano, pero especialmente para el hombre: si se desea recibir, hay que dar.





Para la gran mayoría de las mujeres, el afecto puede ser tan incitante como la más poderosa de nuestras fantasías. En verdad, si creamos un vínculo afectivo sólido, todo es posible. Si el varón se convierte en un dador sincero de afecto, estará abriendo puertas desconocidas. Y si además cuenta con algo de suerte hallará que, detrás de su apacible y mesurada mujer, posiblemente se esconda una Afrodita alocada, con un toque de Cleopatra y mucho de Mesalina.











Extracto tomado del libro:


Intimidades masculinas


Walter Riso


Imágenes tomadas de internet


PARTE II: ¿QUÉ TAN IMPORTANTE ES EL AFECTO PARA LA SEXUALIDAD MASCULINA?


2. El equilibrio afectivo-sexual en la vida de pareja Por todo lo dicho hasta aquí, queda claro que la relación que se establece entre sexo y afecto, y las ponderaciones que hombres y mujeres hacemos al respecto, son determinantes para comprender muchos problemas de pareja. Para la mayoría de los hombres una relación afectiva sin sexo es inconcebible, además de insoportable. Para las mujeres, una relación de pareja sin cariño es insostenible y aterradora. No quiero decir que lo sexual no sea importante para ellas sino que, sin afecto, es incompleto. Los problemas comienzan cuando se rompe el equilibrio entre las necesidades de uno y otro.

Mucho amor y nada de sexo, o viceversa, predisponen a la ruptura. 

G. y R. llevaban 15 años de casados. Ella (G.) era una mujer de 35 arios, arquitecta y excelente madre de tres hijos. Él (R.) un profesional de las finanzas de 37 años, económicamente exitoso y muy buen padre. Pese a tener todas las condiciones a favor, algo andaba mal, o muy mal. R. se sentía sexualmente insatisfecho: "Ella es una mujer muy fría... No es que no acceda a tener relaciones, incluso pone de su parte, sino que no se suelta ...Yo no la veo disfrutar... No toma la iniciativa... Imagínese que lo hacemos una vez por mes... Creo que nunca ha logrado el orgasmo... Me gustaría que fuera más sensual, más atrevida... más ardiente… Me sueño con una mujer más apasionada, a quien le guste ser creativa en la cama y que no vea la relación sexual como una obligación, sino como el mejor de los disfrutes ...El otro día le pedí que me hiciera un striptease y casi me mata... Me pregunto, ¿qué le cuesta hacerlo si sabe que eso me hace feliz?... Es como si yo tuviera hambre y ella no quisiera darme el pan que le sobra. ..Ya estoy cansado de esta situación... Usted entiende que si la cosa sigue así, no respondo...". G. estaba igual o peor de insatisfecha, pero por otra razón: "A veces lo odio... Él no ha podido entender que las mujeres necesitamos cariño y afecto... No sé si seré muy anticuada, pero a mí me motivan los ambientas románticos... Eso de venir y montarla a una como un animal, no me gusta... Yo necesito ternura, cariño... Sentir que me admira y me quiere... No entiendo por qué no me da lo que necesito... A veces pienso que no me quiere ... (llanto prolongado).

Si quiere a alguien que le haga locuras en la cama, ¡que se busque una prostituta!... Nunca tiene una palabra linda para mí... Los hombres me miran y yo sé que soy atractiva, pero soy fiel ...Yo lo amo de verdad, pero si la cosa no cambia creo que es mejor que nos separemos...".

Ellos estaban inmersos en la disputa de nunca acabar: sexo vs afecto. Alguien tenía que empezar a ceder. Pero R. se había criado en una familia muy poco comunicativa y expresiva. Su manera de expresar afecto estaba bastante restringida, y no era una persona asertiva en el amor. G. había sido educada bajo el patrón religioso tradicional y su familia era archiconservadora. Mostraba cierta timidez social y una evidente inhibición a todo lo que tuviera que ver con lo sexual. Para ella, el afecto era una especie de refugio para manejar su ansiedad y poder vivir más tranquilamente su sexualidad. La paralización era de lado y lado. El verdadero miedo de fondo era el mismo: no satisfacer a la pareja. ¿Quién debería dar el primer paso?

Al cabo de varias citas, R. reconoció que era él quien debería iniciar el proceso terapéutico. Los bloqueos psicológicos que presentaba G, necesitaban de mucha paciencia y tiempo, y aunque los impedimentos afectivos de R. también mostraban un grado de dificultad considerable, era más fácil para él abrazar, besar y acariciar, que para ella liberarse sexualmente. El afecto es la puerta que primero debe abrirse en todos los casos de pareja. Cuando R. fue cambiando, G. también. A veces había retrocesos, pero lentamente y guiados por el vínculo que los mantenía unidos, lograron acoplarse. Creo que G. jamás bailará la "danza de los siete velos" o visitará a escondidas un pornoshow, pero logró avanzar significativamente en su capacidad y exploración sensorial. R. tuvo que hacer un esfuerzo para comprender que "sexo no es igual a orgasmo", y ampliar su vivencia de la sexualidad para darle cabida a más cosas; su entrenamiento consistió en entender el funcionamiento sexual femenino desde una nueva perspectiva. Aprendió a crear los ambientes previos propicios para que G. se sintiera cómoda, a acariciarla, a convertir la paciencia en parte fundamental del placer y a ver la sexualidad como parte del amor. R. asimiló una nueva manera de disfrutar. De hecho, al ver que ella sentía placer, más se motivaba a seguir con las recomendaciones, que más que ejercicios sexuales tipo Masters y Johnson eran estrategias de acercamiento afectivo. R. descubrió algo muy importante para cualquier ser humano, pero especialmente para el hombre: si se desea recibir, hay que dar.

Para la gran mayoría de las mujeres, el afecto puede ser tan incitante como la más poderosa de nuestras fantasías. En verdad, si creamos un vínculo afectivo sólido, todo es posible. Si el varón se convierte en un dador sincero de afecto, estará abriendo puertas desconocidas. Y si además cuenta con algo de suerte hallará que, detrás de su apacible y mesurada mujer, posiblemente se esconda una Afrodita alocada, con un toque de Cleopatra y mucho de Mesalina.



Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

PROLONGAR Y ELUDIR






PROLONGAR Y ELUDIR


lunes, 29 de julio de 2019

ELIAS








Erase un hombre que comía todas las noches golosinas invocando el nombre de Dios. Un día, Satanás le dijo:





"¡Hombre sin dignidad, cállate! ¿Hasta cuándo repetirás el nombre de Dios? ¡Ya ves que no te responde!"





Al hombre se le partió el corazón ante estas palabras y se durmió en ese estado de espíritu. Tuvo entonces un sueño y vio a Elías que le decía:





"¿Por qué has dejado de repetir el nombre de Dios?"





El hombre respondió:


"¡Porque no he tenido ninguna respuesta y he temido que me haya echado de su puerta!"





Elías dijo entonces:


Dios nos ha dicho: "Porque he aceptado tu plegaria es por lo que sigo manteniéndote en esta preocupación".





Tu temor y tu amor son pretextos para conservar tu intimidad con Dios. El solo hecho de que sigues rezando te anuncia que son aceptadas tus oraciones.








150 Cuentos sufíes


Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī


Fotografía tomada de internet


ELIAS


Erase un hombre que comía todas las noches golosinas invocando el nombre de Dios. Un día, Satanás le dijo:

"¡Hombre sin dignidad, cállate! ¿Hasta cuándo repetirás el nombre de Dios? ¡Ya ves que no te responde!"

Al hombre se le partió el corazón ante estas palabras y se durmió en ese estado de espíritu. Tuvo entonces un sueño y vio a Elías que le decía:

"¿Por qué has dejado de repetir el nombre de Dios?"

El hombre respondió:
"¡Porque no he tenido ninguna respuesta y he temido que me haya echado de su puerta!"

Elías dijo entonces:
Dios nos ha dicho: "Porque he aceptado tu plegaria es por lo que sigo manteniéndote en esta preocupación".

Tu temor y tu amor son pretextos para conservar tu intimidad con Dios. El solo hecho de que sigues rezando te anuncia que son aceptadas tus oraciones.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

BUSCANDO LEJOS AQUELLO QUE ESTÁ MUY CERCA






BUSCANDO LEJOS AQUELLO QUE ESTÁ MUY CERCA


sábado, 27 de julio de 2019

DETRÁS DE TODA PREOCUPACIÓN








Por otro lado, usted podría simplemente relajarse y darte cuenta de que, detrás de toda la preocupación, la denuncia y la desaprobación que pasa en tu mente, el sol siempre está llegando por la mañana, moviéndose a través del cielo, y bajando por la noche. 








Pema Chödrön


The Wisdom of No Escape


Fotografía tomada de Internet


SÓLO SE MUERE UNA VEZ PERO SE VIVE A DIARIO





DETRÁS DE TODA PREOCUPACIÓN


Por otro lado, usted podría simplemente relajarse y darte cuenta de que, detrás de toda la preocupación, la denuncia y la desaprobación que pasa en tu mente, el sol siempre está llegando por la mañana, moviéndose a través del cielo, y bajando por la noche. 


Pema Chödrön
The Wisdom of No Escape
Fotografía tomada de Internet

SÓLO SE MUERE UNA VEZ PERO SE VIVE A DIARIO

jueves, 25 de julio de 2019

DECIR LA VERDAD








UNA EXPRESIÓN DE LA AUTOINDAGACIÓN es “decir la verdad”. He percibido que la gente a veces expresa una verdad relativa: por ejemplo, “estoy enfadado” o “me haces daño”, y después se limitan a aceptar que la cosa no va más allá. La verdad relativa e inmediata puede muy bien ser que te sientes enfadado o dolido, pero ésa no es toda la verdad. Eso es lo que estás sintiendo. Lo que sientes en el momento puede ser la verdad relativa, pero no es la verdad más profunda.





Normalmente, interpretamos lo que sentimos y lo experimentamos como toda la verdad, y nuestra interpretación perpetúa los ciclos de sufrimiento.





Nuestros sentimientos, pensamientos, emociones y circunstancias son los componentes de la historia personal. Creemos que la historia personal es la verdad. Tanto si nuestra historia emocional es de angustia como si es de dicha, no es la verdad final. Ser capaz de distinguir entre la historia y la verdad es un aspecto de la sabiduría selectiva, que a su vez es un producto secundario natural de la autoindagación.





Nos identificamos erróneamente con el cuerpo físico, el cuerpo emocional y el cuerpo mental, y ello produce una gran confusión. Cuando el cuerpo físico experimenta dolor, decimos: “Me duele, me siento mal”. Esta es nuestra manera habitual de utilizar el lenguaje. Decir: “Mi cuerpo siente dolor” tiene un significado muy diferente. Cuando el cuerpo emocional se encuentra inmerso en un vendaval, decimos: “Estoy molesto, estoy desesperado, estoy enfadado”, en lugar de: “Mis emociones son un vendaval, el enfado empieza a aparecer, la desesperación empieza a aflorar”.





Tanto si estás triste como si estás feliz tienes la oportunidad de decir la verdad sobre aquello que es más profundo que el sentimiento. Esto suele darse de forma radical en la mayoría de la gente, porque cuando se sienten tristes, lo que quieren es volver a sentirse alegres. La mayoría no van más allá de este deseo natural. O si se sienten felices, pretenden mantener siempre esa felicidad, y eludir para siempre la tristeza.





La ley de las circunstancias cambiantes es, evidentemente, una de las leyes básicas que regulan este planeta. Cada cosa está sujeta a cambios -todos los objetos, pensamientos, sentimientos, estados mentales, la salud e incluso los gobiernos-continuos; todas las circunstancias cambian. El cambio regula los cinco elementos del universo. El cambio regula la meteorología, las estaciones, las horas del día. Si podemos rendirnos a estas condiciones cambiantes en lugar de resistirnos a ellas, entonces nuestros sentimientos de infelicidad simplemente son eso, sentimientos de infelicidad. No tienen más significado que el de ser lo que son. Después de este reconocimiento, puedes experimentarlos como experimentar el sol o la lluvia. No siempre tiene que lucir el sol; de hecho, no está siempre brillando. Ante cualquier cosa que surja, lo que te dices es: “Así es como son las cosas”.





Toda cosa está sujeta a cambios. ¿Qué no está sujeto a cambios? Tu verdadera naturaleza. Cualquier cosa que creas ser, comprueba si está sujeta a cambios. Si lo está, entonces, como experimento, descarta esa creencia y di la verdad sobre el resto. ¿Qué es lo que no cambia con el cambio corporal? ¿Qué es lo que no cambia con los cambios de circunstancias? ¿Qué es lo que no cambia cuando cambian tus emociones?





Di la verdad de fondo. No te conformes con una verdad superficial y relativa. Di la verdad de fondo hasta que te conozcas como inmutablemente presente.





Decir la verdad ha de ser aún más importante que la iluminación, más importante que la felicidad. Por medio de la devoción a decir la verdad, y después a las sucesivas verdades cada vez más profundas, se revelará que tu historia personal, con todas sus sorprendentes y recónditas dimensiones, no tiene una realidad definitiva.





La identificación con el cuerpo, o con un estado o condición cambiante, es la raíz de todo sufrimiento personal. Al mismo tiempo, inmediatamente debajo de cualquier experiencia de sufrimiento, la verdad de quien eres espera ser revelada. Eres conciencia resplandeciente y libre. Cuando la conciencia resplandeciente y libre queda oscurecida por la identificación con un cuerpo, con un pensamiento, una emoción o circunstancia, vives en una mentira; y la mentira siempre va acompañada de sufrimiento.





Muchos vivimos nuestras vidas superficialmente. Sufrimos por esa superficialidad, porque dentro de cada uno de nosotros vive una profundidad de ser que quiere darse a conocer, que quiere ser sentida, que quiere expresarse y comunicarse. Mientras nos conformemos con las verdades superficiales, nos perderemos trágicamente la revelación más profunda.





En este planeta experimentamos un enorme sufrimiento colectivo, y sin embargo, en cualquier momento, tenemos plena capacidad de detenernos y decir la verdad: ¿qué es lo que siento? ¿Qué es lo que hay aquí? Es posible que aquí haya tristeza, es posible que haya ira; pero ¿qué más hay aquí?





¿Qué es más profundo que eso? En cualquier momento tenemos la oportunidad de retirar nuestra atención del pasado y el futuro y dirigirla hacia este momento para poder indagar verdaderamente en aquello que es definitivo, en lo que siempre está presente.











Extracto del libro:


El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor


Gangaji


Imágenes tomadas de internet