—Jeff, toda esta charla sobre la integridad, la completud, la aceptación profunda y el hecho de que no exista un yo nítidamente definido es realmente preciosa e inspiradora, pero lo que de verdad me interesa es por qué hay tanto conflicto en mis relaciones.
Era una pregunta muy interesante, y hablamos mucho rato sobre la conexión entre el despertar espiritual y las relaciones humanas. ¿Tienen importancia, o incluso relevancia, las relaciones cuando lo que queremos es despertar del sueño de la separación? Si no hay un yo separado, si soy simplemente el gran espacio abierto en el que la vida sucede, ¿son posibles siquiera las relaciones, tal como las conocemos? ¿Puede el espacio abierto estar en relación con el espacio abierto?
Cuando se acercaba el final del retiro, la misma joven se me acercó y me dijo:
—Ahora lo entiendo, Jeff. No estoy buscando la iluminación espiritual, ni riquezas materiales, ni fama, ni éxito. Pero entiendo que, esencialmente, busco lo mismo que la gente que busca esas cosas. Lo que busco es amor, es una pareja que me ame y me complete, que me haga sentirme entera ; y ahora me doy cuenta de que es exactamente la misma búsqueda que impulsa a la gente a vivir en ashrams en la India, a meditar veinticuatro horas al día o a dejarse la vida trabajando para conseguir un ascenso o un coche deportivo que son pura ilusión. Ahora entiendo que estamos todos juntos en el juego de la búsqueda. Todos buscamos completitud..., solo que lo hacemos de maneras distintas. Es una auténtica lección de humildad tener que admitir todo esto.
Durante la mayor parte de la historia humana, las estructuras religiosas tradicionales nos proporcionaron una auténtica sensación de seguridad, de pertenecer a algo más grande que nosotros, y nos ayudaron a lidiar con nuestro vacío interior. Ocurriera lo que ocurriese, siempre podíamos acudir a la Biblia, al anciano de la tribu, al sacerdote, al rabino, al gurú, a la autoridad suprema en busca de consuelo, de sentido, de perspectiva, de sabiduría. Podíamos referirnos a un pasaje de un texto ancestral y decirnos: «Así es como se ha de vivir» o «Este es el sentido de todo». En los tiempos modernos, nuestras posesiones, nuestra profesión, nuestra cuenta bancaria, las corporaciones, el mercado bursátil son nuestros nuevos dioses. Hay más gente que nunca que dice ser atea, agnóstica, humanista, racionalista, escéptica, laicista o «espiritual pero no religiosa». Muchas personas solo están dispuestas a creer en aquello que esté «científicamente demostrado». Pero la ciencia no está, todavía, ni siquiera cerca de descubrir quiénes somos realmente. Cada respuesta científica conduce a un millar de nuevas preguntas. Y, además, en estos últimos años hemos perdido , casi literalmente, la fe en las instituciones financieras, los bancos, las corporaciones y los gobiernos.
Así que a mucha gente, en lo que respecta a encontrar una manera de canalizar sus energías de búsqueda, lo único que le queda son las relaciones románticas. Ni todo el dinero del mundo puede completarme; ni la iglesia, ni la sinagoga, ni el templo, ni la mezquita me ofrecen ya el alivio que anhelo, y la ciencia no está ni siquiera cerca de poder satisfacer mis anhelos más profundos. Pero no todo está perdido. Todavía puedo completarme en la relación con otro ser humano; encontraré a esa persona especial, mi media naranja, mi aliada, mi compañera, y la conservaré, y tendré su amor y sus cuidados el resto de mi vida, en la salud y en la enfermedad. Estaré íntegro. Estaré completo. El amor de esa persona hará desaparecer el vacío, la sensación de «mal-estar» y carencia, la añoranza del hogar que siento en lo más hondo. El amor de esa persona me sanará de mi soledad cósmica.
Sí, nos buscamos unos a otros para tener compañía, para la procreación y para el placer, pero, por encima de todo, nos buscamos para estar completos ; y esta expectativa de que las relaciones nos salvarán de nosotros mismos es la causa de tanta alegría... y de tanta tristeza.
Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet