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jueves, 21 de enero de 2016

EMPEZAR DE NUEVO


Una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

6. EMPEZAR DE NUEVO

La separación: ¿fracaso o liberación? ¿Tristeza o festejo? Una cosa es segura, independientemente de cómo te sientas, tendrás que empezar de nuevo. Vivir solo, con o sin hijos, reacomodar tu vivienda, organizar los horarios... en fin, separarte implica reestructurar todos tus roles y empezar una vida distinta, con otras exigencias. Entrarás en un proceso de cambio radical, una «crisis», donde deberás reinventarte de pies a cabeza. Sin embargo, dicha crisis puede tomarse con beneficio de inventario. Muchos de mis pacientes divorciados van descubriendo un sinnúmero de aspectos positivos de la nueva faceta que deben emprender. No todo es oscuro. Es verdad que empezar de nuevo requiere trabajo y dedicación, pero no serás un principiante, ya sabes lo que no quieres y eso te permitirá optimizar tus esfuerzos. Considera este comienzo como si hubieras formateado tu disco duro: crearás una nueva base de datos e instalarás programas más actualizados; un nuevo software. Tienes la posibilidad de arrancar de cero, sin tantas creencias irracionales y con una actitud más realista. Serás como un veterano de guerra, que pese a sus heridas, no reniega de la paz y la defiende.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

domingo, 17 de enero de 2016

SEPARACIÓN Y TRAUMA NO SON SINÓNIMOS


Una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

5. SEPARACIÓN Y TRAUMA NO SON SINÓNIMOS 

Inconscientemente podrías estar desempeñando el papel de víctima, cuando no tiene por qué ser así. La lógica indica que salir de una mala relación sería más un motivo de festejo que de amargura, como los que salen de la cárcel o se salvan de una cirugía de alto riesgo. Si el matrimonio en el que estabas era excelente, ¿por qué tuvo lugar entonces la separación? Quizá no era tan «excelente». Un hombre estaba profundamente compungido porque su mujer lo había dejado por otro. Sesión tras sesión me hablaba de las virtudes de su ex esposa y de lo afortunado que era su nueva pareja por tenerla a su lado. Un día interrumpí sus apasionadas cavilaciones y le dije: «Su ex mujer le ha sido infiel durante casi tres años, lo echó a la calle sin la menor consideración, lo está demandando por la mitad de su salario y además se niega a dirigirle la palabra... ¿De qué extraordinaria persona me habla usted?». El hombre no pudo ocultar su asombro ante mis palabras (los enamorados creen que todos los demás también deben estarlo) y me preguntó: «¿Ella no le cae bien?». Mi respuesta fue honesta: «Si tuviera un hijo hombre, no la querría como nuera». Con el tiempo, mi paciente elaboró su pérdida de manera más realista y sin traumas «inventados». Magnificar las cualidades de la ex pareja en las primeras etapas de una separación es una respuesta paradójica que aparece en muchos casos. A los seis meses, con la cabeza más fría, el mismo hombre me decía: «¡No sé cómo pude estar con ella!». 

Si la relación que terminaste era regular, mala o muy mala, no llores lo que no vale la pena. Pellízcate: ¡eres libre! Ya no tendrás que estar salvando lo insalvable, ya no tendrás que dar cuenta de lo que piensas, sientes o haces. Aunque la sociedad tiene como regla que toda separación es traumática, no siempre es así. Es nuestra actitud la que las vuelve problemáticas. ¿Te separaste porque ya no te quería? ¡Mejor! (¿para qué seguir con alguien que no te quiere?). ¿Te maltrataban? ¿Te era infiel?

¿Eráis incompatibles? Todos son motivos válidos. Cuando alguien te mire con lástima debido a tu separación e intente darte el «pésame», no entres en el juego, no dejes que te etiqueten ni te cuelguen el cartel de víctima. Las heridas que lleves a cuestas se irán sanando cuando empieces a conectarte con el lado positivo de la vida y conozcas a personas que valgan la pena.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

lunes, 11 de enero de 2016

SI PUDIERAS RETROCEDER EN EL TIEMPO, SABIENDO LO QUE SABES DE TU PAREJA, ¿REPETIRÍAS CON LA MISMA PERSONA?


Una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

4. SI PUDIERAS RETROCEDER EN EL TIEMPO, SABIENDO LO QUE SABES DE TU PAREJA, ¿REPETIRÍAS CON LA MISMA PERSONA?

Es un buen ensayo imaginario para aterrizar el amor. En mi consultorio, veo personas que a pesar de salir de un pésimo y denigrante matrimonio, siguen agobiados por las dudas. «La relación era terrible, pero...». Lo que esconde esta frase incompleta son cuestionamientos sobre las propias actuaciones, como por ejemplo: «¿Hice todo lo posible?» o «¿Y si hubiera esperado un poco más?». Estos «peros» generan fuertes sentimientos de culpa e incertidumbre, ya que impiden zanjar definitivamente la cuestión.

Si tuvieras una máquina del tiempo y supieras todo lo que sabes hoy de tu ex, ¿repetirías? ¿Volverías a dejarte arrastrar por el amor hacia él o lo rechazarías? Si la respuesta es: «Sí, repetiría», busca ayuda profesional urgente (posiblemente tu separación haya sido prematura o no tengas claras las cosas). Si la respuesta es «No repetiría», entonces, ¿de qué te quejas? ¿Por qué titubeas, si tu mente y tu corazón te dicen que no deberías volver? Quédate en el aquí y el ahora, en lo que es y no en lo que no fue. Tus expectativas no se han cumplido, nada más. La revisión histórica que antes mencionamos está orientada a rescatar conocimientos y experiencias que sirvan para tu crecimiento y no para añorar lo inexistente. ¿Añorar lo que no ha ocurrido? Irracional, cuanto menos. Si tu respuesta ha sido que no repetirías y ya estás separado, celébralo: estás fuera, ya eres libre.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

sábado, 26 de diciembre de 2015

¿QUÉ TE IMPIDIÓ PONER LÍMITES?


Una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

3. ¿QUÉ TE IMPIDIÓ PONER LÍMITES?

En este punto debes tratar de determinar por qué negociaste lo que no era negociable y aguantaste lo inaguantable. Porque dejaste de ser tú. ¿Qué te lo impidió?

¿La culpa, la presión social, el miedo a la soledad, la dependencia, la sumisión, la falta de asertividad, la esperanza? En las relaciones sanas, se marcan límites constantemente (es normal hacerlo) y cuando uno se pasa de la raya, el otro le hace caer en la cuenta de que se ha extralimitado. Pero «quien calla otorga», así que cada vez que accedías abnegadamente a hacer lo que no deseabas, te convertías en cómplice de tu propio malestar. No estoy avalando una actitud incomprensiva y egocéntrica respecto a lo que piensa y siente la pareja, sino defendiendo un estilo de vida donde la infelicidad no sea la norma. ¿Hablaste cuando tenías que hablar? ¿Dejaste sentada tu protesta o tu inconformismo? Y éste es un segundo aprendizaje importante: ser asertivo o asertiva, comunicarse y decir lo que nos molesta ayuda a que el amor fluya más fácilmente y no se generen resentimientos.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

domingo, 20 de diciembre de 2015

TOMA CONCIENCIA DE TODO LO QUE NEGOCIASTE Y/O AGUANTASTE EN LA RELACIÓN


Una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

2. TOMA CONCIENCIA DE TODO LO QUE NEGOCIASTE Y/O AGUANTASTE EN LA RELACIÓN

Este punto quizá sea el más doloroso. Muchas personas, al analizar lo que negociaron y aguantaron, sienten ira contra sí mismas. El interrogante que las mortifica es: «¿Por qué no reaccioné a tiempo?». Cada cual tiene su ritmo de asimilación y un período para acumular coraje. En el amor, la valentía casi siempre empieza donde termina la esperanza.

Llorar y lamentarte ya no sirve de nada, así que empieza a tener claro lo que no deberías haber negociado ni soportado. Piensa en tus principios y valores para que te resulte más fácil comprender lo ocurrido. Piensa en las situaciones en las que decías «sí» cuando querías decir «no» y entenderás que ciertas cosas no se venden ni se prestan, como, por ejemplo, la dignidad, la libertad o los derechos. Entregarlas es perder tu esencia.

Una vez tengas la lista de lo que «no deberías haber hecho», simplemente, tenla presente, sin torturarte por ello y sin caer en lamentaciones inútiles. Encadena los hechos e incorpóralos a tu historia personal. Será el primer aprendizaje vital que surja de tu separación: habrás descubierto lo que no quieres ni debes aceptar para reafirmarte como ser humano. Tendrás un reducto, un núcleo duro altamente resistente al amor sumiso.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

viernes, 11 de diciembre de 2015

TEN CLARO POR QUÉ TE SEPARASTE


Ya hemos dicho que por más dolorosa que sea una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. Tomar los aspectos positivos de la experiencia, revisar los errores cometidos y tratar de comprender lo ocurrido son algunas de las tantas maneras de hacer tu inventario personal. Que la reflexión te sirva para crecer y no para hundirte en la culpa, el arrepentimiento o la depresión. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

1. TEN CLARO POR QUÉ TE SEPARASTE 

Es muy importante que sepas las razones por las cuales tu relación se fue a pique. Aunque parezca extraño, mucha gente no es capaz de explicar por qué se separó, y esa ignorancia respecto a la disolución del vínculo genera incertidumbre y malestar. ¿Cómo resolver algo que desconozco? Entre mis pacientes recién separados es muy común la frase: «No sé qué pasó... De pronto, todo se derrumbó...». Yo les pregunto dónde estaban mientras tanto, porque ninguna relación se acaba «de pronto». 

¿Cómo puede ser posible tal desconocimiento, si somos los principales implicados? 

Las parejas se deterioran más fácilmente si uno se queda de brazos cruzados, y lo que hoy parece una queja menor mañana podría convertirse en un problema gigantesco. 

¿Por qué se separa la gente? Los motivos son muchos y variados. No obstante, a modo de ejemplo, veamos el siguiente listado: 
  • Críticas, evaluación negativa y descalificación 
  • Aburrimiento, tedio o rutina 
  • Insultos, agresión física 
  • Infidelidad y/o celos 
  • Proyectos de vida discordantes 
  • Dificultades sexuales 
  • Discrepancias en la educación de los hijos 
  • Adicciones de algunos de los miembros de la pareja 
  • Malas relaciones familiares 
  • Presión y/o dificultades económicas 
  • Relaciones no equitativas 
  • Vida social incompatible. 
¿Te ubicas en alguna de estas posibilidades o en varias? Los motivos no tienen que ser catastróficos o dramáticos, ser infeliz o no ser feliz es suficiente razón para no seguir adelante con una relación, aunque a la gente no le guste. Haz la prueba, y si alguien te pregunta por qué te has separado, simplemente, dile: «Porque no era feliz». Notarás en seguida que no sabrá qué decir y probablemente te responda con un escueto: «Claro, claro...». La sociedad en que vivimos espera algo más trágico, más dramático e irreconciliable (por ejemplo, infidelidad descontrolada, homosexualidades latentes, maltrato), para que la decisión esté justificada. La causa de tu separación no tiene por qué estar en lo profundo del inconsciente o en algún trauma oscuro y retorcido de la niñez: a veces sencillamente no funciona y el síntoma, lo que se nota e impacta, es que la infelicidad va en aumento. 

Si reconoces errores por tu parte, asúmelos, sin culpa ni autocastigo: hazte cargo de ellos y, a ser posible, enmiéndalos o no vuelvas a repetirlos en el futuro. Conviértete en un experto de tu propia vida, de cada desenlace, de cada tropiezo y de cada éxito. Sin llegar a la obsesión, examina los momentos relevantes que viviste en pareja, lo que hiciste y dejaste de hacer, lo que te hicieron, las insatisfacciones y las alegrías. Examina todo, no dejes nada al azar. Como ya dije antes: los que actúan mecánicamente y sin conocimiento de causa caen en los mismos errores una y otra vez. La vida les pasa por las narices y no se dan cuenta.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

jueves, 3 de diciembre de 2015

«NO ME HE SEPARADO POR NO HACERLE DAÑOS A MIS HIJOS»


¿Está justificado el sacrificio? Lo dudo. Estar metidos en un huracán de peleas y discusiones o en la simpleza de una relación donde no existe la más mínima expresión de afecto no es bueno para el crecimiento psicoafectivo de los hijos; ni que decir tiene de la violencia física. Hemos de tener presente que los niños hacen más lo que ven hacer que lo que se les dice que hagan. Son esponjas informacionales y, para colmo, nos imitan. Es evidente que los hijos sufren con la separación de los padres, pero lo que más les afecta es la actitud que asuman sus progenitores antes, durante y después de terminar la relación.

Una separación consensuada, sin odios y en términos pacíficos, disminuirá el impacto negativo. Para los niños y no tan niños, es mejor el dolor de un divorcio inteligente que la tortura diaria de una mala convivencia. Cada mirada de odio que le echas a tu pareja es observada por tus hijos, procesada y guardada en la memoria; cada actitud de rechazo o de frialdad es incorporada a la base de datos de sus mentes en formación. No puedes disimular el desamor y la discordia y actuar como si nada pasara. Se nota, te sale por los poros. El desamor y la indiferencia crea un clima tenso que se siente en lo más íntimo.

Hay que hacer un balance, tener claro si tu relación tiene opciones o si los que saben (psicólogos, terapeutas de pareja, consejeros matrimoniales) opinan que ya no hay nada que hacer. ¿Crees que tus hijos no perciben tu tristeza? Malas noticias: la depresión es contagiosa. El ambiente emocional de los malos matrimonios se puede cortar con un cuchillo. Yo tengo amigos mal emparejados de cuyas casas salgo agotado de sufrir estoicamente tanta tensión. Cuando les pregunto por qué siguen juntos, la respuesta suele ser la misma: «Por los niños». Obviamente, cualquier niño desearía que sus padres fueran capaces de quererse y vivir juntos de buena manera; léase bien: de buena manera. He tenido pacientes de diez y once años que me piden en las sesiones que ayude a sus padres a separarse porque el trato entre ellos se ha vuelto in- soportable. Un niña de doce años me decía: «Prefiero tener dos casas tranquilas que una en guerra».

El «sacrificio» de seguir en un pésimo matrimonio «por nuestros hijos» a veces es criticado por los mismos hijos. Recuerdo el caso de una mujer que prefirió mantenerse junto a un hombre infiel y violento a separarse para que sus niños «no perdieran al padre». En una sesión de terapia, su hija mayor, una adolescente que tenía problemas de relaciones interpersonales, le dijo: «Lo que no te perdono, mamá, es que hayas sido tan cobarde y no te hayas separado de papá. Me habría gustado tener una madre valiente, echada para adelante, que no se dejara maltratar ni engañar por un hombre así. Yo te quiero muchísimo, pero no te respeto». Un golpe mortal para cualquier padre o madre y en especial para esta mujer que se sentía casi orgullosa de haber aguantado a su esposo por amor a sus hijos. Su respuesta mostró una dolorosa toma de conciencia: «Estaba esperando a que crecieran... Quizá fue un error...».

Lo único que quieren nuestros hijos es vernos contentos y realizados o, por lo menos, bien encaminados. Ellos cargan con nuestro dolor o se contagian de nuestra angustia. No niego que las malas separaciones son desastrosas, cualquiera lo sabe, pero como ya he dicho antes: es preferible una buena separación a un mal matrimonio. Cuando hay niños de por medio, la ayuda profesional es imprescindible, ya sea para volver a intentarlo o para finiquitar adecuadamente la cuestión.

¿Cómo hacer de la separación un motivo de aprendizaje?

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

domingo, 22 de noviembre de 2015

LA «FOBIA AL AMOR» Y LAS MALAS SEPARACIONES


La siguiente frase de Stendhal siempre me ha impactado por su belleza y realismo: «El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a buscarla al borde de un precipicio». Amor de valientes. El amor se suda y se lucha, se fabrica y se construye en el día a día. Por lo tanto, si eres de aquellas personas melindrosas y ultrarrománticas, tendrás una resistencia mínima a los embates amorosos. Entre el calvario de los que creen que el amor está hecho para sufrir y la ingenuidad de los crédulos afectivos, se encuentra el amor realista. El amor de pareja no es de color de rosa, por más que quieran pintarlo así: hay momentos buenos y malos que habrá que aprender a superar. Si los comportamientos y las actitudes negativas sobrepasan la raya roja, tienes que irte; si se mantienen dentro de lo aceptable y están patrocinados por un amor sólido, sigues adelante. El amor crece y se desarrolla.


Hay personas que se curten de la experiencia amorosa y aprenden a regular algunos aspectos del amor sin traumatizarse, y hay otras a quienes el dolor del pasado les produce un condicionamiento de aversión que las inmoviliza e impide tener relaciones satisfactorias por miedo a sufrir. La idea que se esconde detrás de esta evitación generalizada es: «Si fracasé una vez, volveré a hacerlo» o «¡Ya he sufrido demasiadas veces por amor, así que no quiero saber nada de la posibilidad de enamorarme!». Cansancio, hipersensibilidad y mecanismos de defensa, todos obrando a la vez.

En ocasiones, estas personas suelen asumir una falsa autonomía. Aparentemente están más allá del bien y del mal y disfrutando de una maravillosa independencia, cuando, en realidad, la soledad en la que se encuentran es una coraza protectora. Amorofobia: fobia al amor. Individuos que se mueren de las ganas de amar y ser amados, pero a la vez entran en pánico con la sola idea de volver a relacionarse afectivamente, porque temen equivocarse. Malas relaciones y/o malas separaciones: es tan importante saber elegir como saber cerrar adecuadamente un vínculo.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

viernes, 20 de noviembre de 2015

LA PRESIÓN FAMILIAR


Cuando decidas separarte sentirás el peso de los valores tradicionales, las premisas religiosas y posiblemente un duro señalamiento de parte de tu familia. Esta crítica externa a la libertad afectiva hace que mucha gente permanezca atrapada en relaciones imposibles de sobrellevar, simplemente porque creen que están haciendo lo correcto. No estoy haciendo una apología de la separación, pero nadie tiene el «deber» de ser infeliz: es la filosofía del martirio como virtud, que aún existe y deja secuelas.

En cierta ocasión presencié lo que podría llamarse una «insolidaridad de género» entre una paciente que quería divorciarse y su madre, que hacía todo lo posible para desalentarla. Veamos parte del diálogo que sostuvieron:

Paciente (entre lágrimas, suplicante) (P): Pero ¡mamá, ya te he dicho que no lo quiero, ya no lo quiero!

Madre (M.) [en tono amable, pero firme]: El amor va y vuelve...
P: ¿Y si no vuelve? El doctor me dijo que no veía opciones... ¡Además me en- gaña con su prima! ¡Tiene una amante!

M: ¿Y eso qué importa? Seguramente ya se le pasará... Ya sabes la historia de tu padre, los hombres son así... Pero tú eres la esposa legal, la madre de sus hijos... Debes guardar tu puesto... 
P: ¡No me ama! ¿Entiendes? ¡Me lo ha dicho en la cara, dice que no me soporta, que se quiere ir!

M: No se irá...
P: ¡No tenemos sexo hace seis meses! ¿Eso tampoco importa? 
M: No te casaste para eso...

Mi paciente, debido a una historia previa de carencia afectiva, buscaba el visto bueno de su madre, lo cual era imposible de lograr porque la señora se mantenía en una posición dominante y cerrada, y no parecía importarle mucho el bienestar de su hija. Después de muchos tiras y aflojas, mi paciente logró vencer los antiguos esquemas de dependencia y comprendió que no debía pedir permiso ni convencer a nadie para tomar sus decisiones vitales. Finalmente se separó y su madre la «perdonó», después de un año.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

jueves, 19 de noviembre de 2015

ES TU DECISIÓN


En la mayoría de las culturas existe una curiosa contradicción en lo que respecta a las relaciones que se establecen entre amor y matrimonio: por un lado se recomienda a los cuatro vientos (casi es una exigencia) que el vínculo sea por amor, y por el otro, no se acepta el desamor como una causa válida de divorcio. No se entiende que, si el amor nos une, el desamor no pueda desunirnos. Se dirá que hay otras cuestiones por las que luchar (por ejemplo, compromisos, hijos, valores religiosos) y quizá sea cierto en algunos contextos, pero me pregunto qué sentido tienen esos «compromisos» si se carece de la energía principal que los mantiene vivos. ¿Los matrimonios por conven- iencia? No son por amor y todo queda claro desde el principio.

¿Qué opinas de esta declaración fervientemente amorosa y esotérica?: «Pro- meto amarte de aquí a la eternidad, en todos los planos astrales, en todas la dimensio nes existentes y en cada vida en que me reencarne». La manifestó un hombre enamorado de una mujer menor, que temblaba de placer al oír semejante exabrupto. ¿Qué juraba el hombre? ¿Cómo estaba tan seguro de que nadie más tocaría su corazón? Además, ¿cómo tener la certeza de que lo que hoy me agrada de él, dentro de veinte años no se vuelva insufrible? Podría intentarlo seriamente, como un héroe, pero no asegurarlo. La gente cambia, al igual que sus gustos y su motivación. Garantizar que uno jamás se enamorará de alguien más resulta demasiado presuntuoso para tomarlo en serio. Insisto: podemos activar un sistema de resistencia psicológica para defendernos de otros amores, pero jurar amor eterno es demasiado. Los compromisos deben hacerse sobre cuestiones que dependen de uno: «Intentaré ser fiel, seré respetuoso, no sacaré ventajas ni te explotaré, seré honesto y sincero...», en fin, actitudes de las que sí puedo hacerme cargo. Si el desamor no es motivo de separación y el com-promiso debe avalar una relación más allá de toda duda y sin atenuantes, tal como lo plantean algunas subculturas y grupos sociales, contraer nupcias es un camino sin retorno. ¡Prohibido desenamorarse, prohibido retractarse! Nada que hacer. No conozco a nadie a quien le hayan «anulado» el matrimonio por desamor, aburrimiento o tedio crónico.

La decisión de seguir o no con tu pareja es exclusivamente tuya: no entregues el poder a otra persona para que decida por ti. Tú eres el único o la única que sabe cómo es realmente tu relación y cuánto te afecta.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

jueves, 12 de noviembre de 2015

SI NO VIVES EN PAZ, AMAR NO ES SUFICIENTE


Un hombre joven que sufría de depresiones llegó a mi consulta y expresó así su malestar: «Estoy casado con una mujer muy difícil... Me es infiel hace mucho tiempo y no quiere tener sexo conmigo. Cada vez que puede me dice que soy un fracasado, me considera un inútil y se burla de mi físico. Tenemos un hijo y prácticamente yo soy el que lo cría porque ella nunca está en casa. Odia a mi familia y a mis amigos. Vivo triste y amargado [llanto]. A veces quiero quitarme la vida...». Llevaba cinco años en esta mezcla de tragedia e indignidad y aunque sobrevivía a base de medicamentos y ayudas psicológicas, no era capaz de tomar la decisión de dejarla. Cuando le pregunté por qué seguía con ella, su respuesta fue: «La amo». Es difícil de entender cómo el desamor se resiste tanto en situaciones como éstas: si mi paciente hubiera dejado de amarla, la tortura no habría durado tanto. Sin embargo, se sentía atado por un sentimiento que seguía vivo como el primer día. Más allá de sus motivaciones psicológicas y las explicaciones clínicas, quiero señalar que el mismo «argumento afectivo» de persistencia («La amo» o «Lo amo»), mantiene atrapadas en relaciones enfermizas a millones de personas. Se ha vendido tanto la idea de que el principal motivo de la unión conyugal es el amor, que su sola presencia justifica cualquier cosa.

A una mujer mayor, que vivía infeliz y doblegada en su matrimonio, le pregunté por qué había acudido a mi consultorio, y respondió: «Vengo a que usted me ayude a no quererlo más». Le expliqué que nadie deja de amar a voluntad: no puedes desenamorarte «deseando desenamorarte». El mecanismo no funciona de este modo, aunque sí es posible racionalizar el sentimiento, enfriarlo un poco e intentar tenerlo bajo control. Con entrenamiento y algo de estoicismo podemos conseguir que la emoción no apabulle a la razón. De todas maneras, afirmar que el amor justifica el tormento de una mala convivencia es incomprensible.

Propiciar una ruptura con la persona que te hace sufrir, aunque la ames, implica cambiar un sufrimiento continuado e inútil por un dolor más inteligente, que se absorbe gracias a la elaboración del duelo: «Te amo, pero te dejo. Y lo hago no porque no te quiera, sino porque no me convienes, porque no le vienes bien a mi vida...». Cambiar de carril, cambiar un dolor interminable y sostenido por otro de feliz desenlace, aunque el amor insista, te empuje y te idiotice. Podríamos afirmar que algunas separaciones funcionan como una cura por desintoxicación; lo que más duele es el síndrome de abstinencia: el pico donde la máxima necesidad se enfrenta a la máxima carencia. Pero a partir de allí, una vez superado el clímax de la angustia, el organismo empieza a recuperarse poco a poco. La máxima es como sigue: si no vives en paz, amar no es suficiente. Y ésa es la razón por la cual algunas separaciones habría que notificarlas al público en general y hacer una fiesta de celebración.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

viernes, 30 de octubre de 2015

TERNURA/ENTREGA


TERNURA/ ENTREGA (AGAP. ) (3/3)
(TRES PILARES DE LAS BUENAS RELACIONES AFECTIVAS)

La ternura es lo opuesto de la violencia, implica el cuidado amoroso de quien te necesita: la dulzura actúa como un sistema defensivo contra la agresión y el irrespeto.

Hay ocasiones en que por carencia o alguna fatalidad, tu pareja pasa a un primer plano y tu  da un paso atrás. En esos momentos, la democracia se rompe, no por la fuerza de un amor impositivo, sino por el desequilibro que genera la compasión frente al sufrimiento de la persona amada; das mas de lo que recibes. Cuando amamos de verdad, preferimos sufrir nosotros que ver sufrir al ser amado; ocuparíamos su lugar gustoso si pudiéramos hacerlo. ¿El equilibrio? Ser para uno y ser para el otro, tener las dos opciones disponibles para actuar según lo demande el caso.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

lunes, 19 de octubre de 2015

AMISTAD


AMISTAD (2/3)
(TRES PILARES DE LAS BUENAS RELACIONES AFECTIVAS)

¿Por qué nos sentimos tan bien con los amigos? ¿Qué mantiene esa alegría compartida? Cuando estamos con ellos, queremos contarnos cosas y escuchar. ¿Qué hay allí? Complicidad y una mezcla encantadora de humor/sintonía. Hay cierta honestidad implícita, cierta lealtad que facilita la comunicación y la hace más fluida. Podríamos decir, siguiendo a Montaigne, que los verdaderos amigos son como una extensión de uno: «La propia alma en cuerpo ajeno».

La pregunta que surge y que genera polémica es la siguiente: ¿podemos ser amigos de nuestra pareja? En contra de lo que sostienen algunos pensadores, yo creo que sí, y no sólo lo creo, sino que lo considero imprescindible. Con la «pareja amiga» no tienes que explicar el chiste, la risa llega antes de que termines de contarlo, el humor es tácito y compartido: no sólo haces el amor, también «haces la amistad». El mito nos enseña que las personas opuestas se atraen, y no es verdad. Cuando hay más desencuentros que encuentros y te ves obligado a sustentar y defender tus puntos de vista como si estuvieras en un estrado judicial, estás en el lugar equivocado y con la persona inapropiada. Hay incompatibilidades que no son fáciles de llevar y cuya presencia, muy posiblemente, afectará a la amistad en la pareja. Por ejemplo: la ideología, los proyectos personales, la religión, las posiciones éticas, la actitud frente a la vida, y otras cuestiones vitales que reflejan visiones del mundo encontradas.

Si existe un acuerdo sobre lo fundamental, te indignarán las mismas cosas. 

Habrá cierta paz en el ambiente. Tener sexo con el mejor amigo (que ojalá sea tu pareja) es estar muy cerca de un amor completo. Falta algo más: el ágape.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

sábado, 17 de octubre de 2015

DESEO/ATRACCIÓN


DESEO/ATRACCIÓN (1/3)
(TRES PILARES DE LAS BUENAS RELACIONES AFECTIVAS)

Eros, listo y dispuesto. En una relación de pareja debe haber química, ganas por el otro (si tienes que persignarte cada vez que haces el amor y aguantar la respiración, estás con la persona equivocada). La pareja como tu postre preferido: cuando lo comes, se te sacia el antojo, pero al otro día la apetencia renace con igual ímpetu; el organismo pide más y el placer se renueva.

Las parejas que funcionan bien se devoran amorosamente entre sí y hacen del erotismo un juego grato y simpático. Fantasías consensuadas y bien administradas, imaginación en equipo: yo te hago, tú me haces, nosotros nos hacemos. Si Eros está presente, la mecha estará siempre encendida; bastará una chispa para que se dispare el fogonazo. ¿Y si Eros va apagándose sin causa evidente? Hay que intervenir de forma rápida, porque una vez extinguido, recuperarlo es prácticamente imposible. Las parejas víctimas de la rutina van cambiando el arrebato inicial, alegre y energético, por una sexualidad mecánica y casi siempre insulsa, que deja malherido a Eros: sin sorpresa o algo de locura, el sexo se hace predecible, aburrido y, a veces, grotesco.

Si la dinámica es como sigue o se le parece, pide ayuda urgente: Él: «¿Tienes ganas?». Ella: «Pues, lo que se dice ganas... Además estoy resfriada... Pero si no puedes aguantarte, hagámoslo...». Se desnudan, él se descarga y ella aguanta: misión cumplida, y a otra cosa. ¡Eso no es Eros! Falta la coquetería, el exhibicionismo, la avidez, aullar un poco, el juego de roles, los extras... En fin: que lo carnal nunca suplante lo sensual. Suplicar por sexo es indigno, hacerlo con desgana, deprimente.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

martes, 13 de octubre de 2015

LOS TRES PILARES DE LAS BUENAS RELACIONES AFECTIVAS


Según la mayoría de los tratados sobre el amor conyugal, para tener una buena relación de pareja se necesitan un cúmulo de «virtudes» de las que no todos disponemos.

Algunas de estas cualidades, consideradas imprescindibles, son: compromiso, sensibilidad, generosidad, consideración, lealtad, responsabilidad, confiabilidad, cooperación, adaptación, reconocer errores, perdonar, solidaridad, altruismo, etcétera, etcétera.

¡Qué cantidad de cosas! Si alguien hubiera incorporado a su ser todos estos valores estaría próximo a la santidad y no necesitaría pareja. La realidad nos muestra que la gran mayoría de nosotros estamos muy lejos de ese nivel de excelencia y cuando iniciamos una relación afectiva lo hacemos con toda nuestra defectuosa humanidad a cuestas. No te enamoras de un «pedazo» de la persona, no puedes fragmentarla a tu gusto ni ignorar sus «vicios» y carencias, porque tarde o temprano harán su aparición: te relacionarás con todo lo que es el otro, con lo bueno, lo malo y lo feo. Está claro, entonces, que el conocimiento real de la pareja debería ser antes y no después del matrimonio.

También es importante conocer el míster Hyde.

Desde una perspectiva menos angelical y con los pies en la tierra, podríamos decir que una buena relación (de carne y hueso) requiere, al menos, de tres factores que deben funcionar a la vez. Si te falta alguno de ellos, tu relación va cuesta abajo.

Analízalos y llega a tus propias conclusiones.

NOTA: Siguientes posts se muestran los tres factores.
  • Deseo/atracción
  • Amsitad
  • Ternura/entrega

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet

martes, 6 de octubre de 2015

¿POR QUÉ NOS EQUIVOCAMOS TANTO EN EL AMOR?


Es un hecho que la mayoría de las personas elegimos pareja exclusivamente con el corazón y no consideramos de manera racional otros aspectos que podrían ser fundamentales para la convivencia diaria. Los enamorados que conocen o intuyen el lado oscuro del otro se autoengañan y animan a sí mismos diciendo que el «gran» amor que sienten los ayudará a salir victoriosos.

Pero la verdad es que decimos y hacemos muchas estupideces en nombre del amor: nos dejamos estafar, persistimos en relaciones donde el otro no nos ama, soportamos el maltrato, renunciamos a la vocación, matamos, nos suicidamos, sacrificamos nuestra libertad, negamos nuestros valores... En fin, el tan alabado amor muchas veces se nos escapa de las manos y nos conduce a un callejón sin salida. Es evidente que en una vida de relación, el sentimiento no lo suple todo. «Con el amor no basta», dicen los expertos, y tienen razón. Deberíamos elegir pareja de una manera más «pensada» y menos visceral: «Te deseo, me gustan muchas de tus cosas, pero todavía no sé si encajas en mi vida, aunque mi cuerpo y mi ser me impulsen desordenadamente hacia ti».

Lo siento por los fanáticos del enamoramiento, pero el amor, para los que nos movemos en un plano terrenal y no hemos trascendido, no suele ser tan incondicional (el número de desertores en el tema es cada día mayor), ni mueve montañas: más bien te aplasta, si te descuidas y no lo sabes manejar.

Antes de arriesgarte ciegamente, coloca el entusiasmo entre paréntesis por un momento (es posible bajar la hipomanía o el enamoramiento por unos instantes, si uno realmente quiere hacerlo) y conéctate a un sistema de procesamiento más controlado (no me refiero a que dejes de amar, sino a que intentes un relax voluntario). Una vez hayas descendido de la estratosfera, empieza a considerar ventajas y desventajas, pros y contras y tus expectativas más entrañables; trata de pensar de la cintura para arriba y no de la cintura para abajo. Hazlo como un ejercicio, una disciplina: quédate en la realidad concreta tratando de ver las cosas como son. Si repites esta práctica de conectarte y desconectarte con la emoción, irás forjando una nueva habilidad que te servirá en el futuro: serás capaz de integrar razón y emoción y discernir cuándo sobra una o falta la otra.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet