DESEO/ATRACCIÓN (1/3)
(TRES PILARES DE LAS BUENAS RELACIONES AFECTIVAS)
Eros, listo y dispuesto. En una relación de pareja debe haber química, ganas por el otro (si tienes que persignarte cada vez que haces el amor y aguantar la respiración, estás con la persona equivocada). La pareja como tu postre preferido: cuando lo comes, se te sacia el antojo, pero al otro día la apetencia renace con igual ímpetu; el organismo pide más y el placer se renueva.
Las parejas que funcionan bien se devoran amorosamente entre sí y hacen del erotismo un juego grato y simpático. Fantasías consensuadas y bien administradas, imaginación en equipo: yo te hago, tú me haces, nosotros nos hacemos. Si Eros está presente, la mecha estará siempre encendida; bastará una chispa para que se dispare el fogonazo. ¿Y si Eros va apagándose sin causa evidente? Hay que intervenir de forma rápida, porque una vez extinguido, recuperarlo es prácticamente imposible. Las parejas víctimas de la rutina van cambiando el arrebato inicial, alegre y energético, por una sexualidad mecánica y casi siempre insulsa, que deja malherido a Eros: sin sorpresa o algo de locura, el sexo se hace predecible, aburrido y, a veces, grotesco.
Si la dinámica es como sigue o se le parece, pide ayuda urgente: Él: «¿Tienes ganas?». Ella: «Pues, lo que se dice ganas... Además estoy resfriada... Pero si no puedes aguantarte, hagámoslo...». Se desnudan, él se descarga y ella aguanta: misión cumplida, y a otra cosa. ¡Eso no es Eros! Falta la coquetería, el exhibicionismo, la avidez, aullar un poco, el juego de roles, los extras... En fin: que lo carnal nunca suplante lo sensual. Suplicar por sexo es indigno, hacerlo con desgana, deprimente.
Extracto del libro:
Manual Para No Morir de Amor
Walter Riso
Fotografía de internet