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martes, 28 de mayo de 2019
miércoles, 1 de febrero de 2017
ARROGANTES Y GENEROSOS
Los sufíes, al contrario que otros místicos o supuestos posesores de un conocimiento especial, tienen fama de ser arrogantes. Esta arrogancia, según ellos mismos, se debe sólo a una incorrecta percepción de su comportamiento por parte de la gente. “Una persona”, dicen, “fuera capaz de encender un fuego sin frotar palos y que lo dijera, aparecería como arrogante a los ojos de alguien que no pudiera hacerlo”.
También tiene fama de ser extremadamente generosos. Su generosidad, dicen, se refiere a las cosas verdaderamente importantes. Su prodigalidad con los bienes materiales sólo es un reflejo de su generosidad con la sabiduría.
La gente que desea estudiar el camino sufí, a menudo practica la generosidad con objetos, a la espera de alcanzar una forma superior de generosidad.
Sea como sea, se cuenta una historia muy curiosa sobre tres hombres generosos de Arabia.
Un día discutían unos árabes sobre cuál era el hombre más generoso. Los debates se prolongaron varios días, y al final, por común acuerdo, el número de candidatos ser redujo a tres.
Como los partidarios de los tres candidatos estaban a punto de llegar a las manos, se constituyó un comité para que tomara la decisión definitiva. Decidieron que, como en una prueba eliminatoria, se enviaría el siguiente mensaje a cada uno de los tres hombres:
“Tu amigo Wais se encuentra en un gran apuro. Te ruega que le ayudes con bienes materiales.
Se despachó a tres representantes del comité para localizar a los tres hombres y entregarles el mensaje, después de lo cual debían volver para informar de lo sucedido.
El primer mensajero llegó a la casa del Primer Hombre Generoso, y le dijo que el comité le había encargado.
El Primer Hombre Generosos dijo:
“No me molestes con esa pequeñez. Coge todo lo que quieras de lo mío y dáselo a mi amigo Wais.”
Cuando este emisario volvió, la gente reunida pensó que no podía existir una generosidad mayor que ésta, junto con una tal altivez.
Pero el segundo mensajero, tras comunicar su mensaje, recibió como respuesta del criado del Segundo Hombre Generoso:
“Como mi amo es muy arrogante, no puedo molestarle con ningún tipo de mensaje. Pero te daré todo lo que tiene, y también una hipoteca sobre sus bienes inmuebles.”
El comité, al conocer esta respuesta, supuso que con toda seguridad éste sería el hombre más generoso de Arabia. Pero todavía no habían examinado el resultado de la misión del tercer mensajero.
Éste llegó a la casa del Tercer Hombre Generoso, quien le dijo:
“Empaqueta todas mis pertenencias y lleva esta nota al prestamista para liquidar todos mis bienes, y vuelve aquí para esperar a una persona que llegará de mi parte.” Dicho esto, el Tercer Hombre Generoso se marchó.
Cuando el mensajero hubo terminado esa tarea, se encontró en la puerta de la casa con un agente del mercado que le dijo:
“Si tú eres el mensajero de Wais, tengo que entregarte el importe de un esclavo que se acaba de vender en el mercado de esclavos.”
El esclavo era el Tercer Hombre Generoso.
Además, se cuenta que, unos meses más tarde, el propio Wais, que había formado parte del comité de jueces, visitó una casa en la que el esclavo que le servía resultó ser su amigo, el Tercer Hombre Generoso.
Wais dijo: “¡La broma ya ha ido demasiado lejos! ¿No es hora de que seas liberado?” El Tercer Hombre Generoso, que era un sufí, dijo:
“Lo que para unos es una broma puede no serlo para otros. Además, estoy arreglando lo de mi liberación mediante un acuerdo con mi amo y de conformidad con la ley. Conseguir la libertad me llevará sólo dos o tres años más.”
Tomado del libro:
La sabiduría de los idiotas
Idries Shah
Fotografía tomada de internet
ARROGANTES Y GENEROSOS
Los sufíes, al contrario que otros místicos o supuestos posesores de un conocimiento especial, tienen fama de ser arrogantes. Esta arrogancia, según ellos mismos, se debe sólo a una incorrecta percepción de su comportamiento por parte de la gente. “Una persona”, dicen, “fuera capaz de encender un fuego sin frotar palos y que lo dijera, aparecería como arrogante a los ojos de alguien que no pudiera hacerlo”.
También tiene fama de ser extremadamente generosos. Su generosidad, dicen, se refiere a las cosas verdaderamente importantes. Su prodigalidad con los bienes materiales sólo es un reflejo de su generosidad con la sabiduría.
La gente que desea estudiar el camino sufí, a menudo practica la generosidad con objetos, a la espera de alcanzar una forma superior de generosidad.
Sea como sea, se cuenta una historia muy curiosa sobre tres hombres generosos de Arabia.
Un día discutían unos árabes sobre cuál era el hombre más generoso. Los debates se prolongaron varios días, y al final, por común acuerdo, el número de candidatos ser redujo a tres.
Como los partidarios de los tres candidatos estaban a punto de llegar a las manos, se constituyó un comité para que tomara la decisión definitiva. Decidieron que, como en una prueba eliminatoria, se enviaría el siguiente mensaje a cada uno de los tres hombres:
“Tu amigo Wais se encuentra en un gran apuro. Te ruega que le ayudes con bienes materiales.
Se despachó a tres representantes del comité para localizar a los tres hombres y entregarles el mensaje, después de lo cual debían volver para informar de lo sucedido.
El primer mensajero llegó a la casa del Primer Hombre Generoso, y le dijo que el comité le había encargado.
El Primer Hombre Generosos dijo:
“No me molestes con esa pequeñez. Coge todo lo que quieras de lo mío y dáselo a mi amigo Wais.”
Cuando este emisario volvió, la gente reunida pensó que no podía existir una generosidad mayor que ésta, junto con una tal altivez.
Pero el segundo mensajero, tras comunicar su mensaje, recibió como respuesta del criado del Segundo Hombre Generoso:
“Como mi amo es muy arrogante, no puedo molestarle con ningún tipo de mensaje. Pero te daré todo lo que tiene, y también una hipoteca sobre sus bienes inmuebles.”
El comité, al conocer esta respuesta, supuso que con toda seguridad éste sería el hombre más generoso de Arabia. Pero todavía no habían examinado el resultado de la misión del tercer mensajero.
Éste llegó a la casa del Tercer Hombre Generoso, quien le dijo:
“Empaqueta todas mis pertenencias y lleva esta nota al prestamista para liquidar todos mis bienes, y vuelve aquí para esperar a una persona que llegará de mi parte.” Dicho esto, el Tercer Hombre Generoso se marchó.
Cuando el mensajero hubo terminado esa tarea, se encontró en la puerta de la casa con un agente del mercado que le dijo:
“Si tú eres el mensajero de Wais, tengo que entregarte el importe de un esclavo que se acaba de vender en el mercado de esclavos.”
El esclavo era el Tercer Hombre Generoso.
Además, se cuenta que, unos meses más tarde, el propio Wais, que había formado parte del comité de jueces, visitó una casa en la que el esclavo que le servía resultó ser su amigo, el Tercer Hombre Generoso.
Wais dijo: “¡La broma ya ha ido demasiado lejos! ¿No es hora de que seas liberado?” El Tercer Hombre Generoso, que era un sufí, dijo:
“Lo que para unos es una broma puede no serlo para otros. Además, estoy arreglando lo de mi liberación mediante un acuerdo con mi amo y de conformidad con la ley. Conseguir la libertad me llevará sólo dos o tres años más.”
Tomado del libro:
La sabiduría de los idiotas
Idries Shah
Fotografía tomada de internet
sábado, 16 de julio de 2016
LA FRUTA DEL CIELO
Había una vez una mujer que había oído hablar de la Fruta del Cielo y la codiciaba. Entonces le preguntó a cierto derviche, a quien llamaremos Sabar: “¿Cómo puedo encontrar esta fruta, para conseguir el conocimiento de forma inmediata?”
“Harías mejor en estudiar conmigo”, dijo el derviche. “Si no lo haces, tendrás que viajar con determinación y sin descanso por todo el mundo.”
La mujer lo abandonó y buscó a otro derviche, Arif el Sabio; y después encontró a Hakim, el Docto; luego a Majzub, el Loco; más tarde, a Alim, el Científico, y muchos más...
Pasó treinta años buscando, al cabo de los cuales llegó a un jardín. Allí se encontraba el Árbol del Cielo, de cuyas ramas pendía la resplandeciente Fruta del Cielo.
De pie junto al Árbol estaba Sabar, el primer derviche.
“¿Por qué cuando nos encontramos por primera vez no me dijiste que tú eras el Guardián de la Fruta del Cielo?”, le preguntó.
“Porque en aquel momento no me habrías creído. Además, el Árbol sólo produce fruta una vez cada treinta años y treinta días.”
Tomado del libro:
La sabiduría de los idiotas
Idries Shah
Fotografía tomada de internet
jueves, 8 de enero de 2015
EL USO DE UNA LÁMPARA
“Yo puedo ver en la oscuridad”, se jactaba cierta vez Nasrudín en la casa del té.
-Si es así, ¿por qué algunas noches lo hemos visto llevando una lámpara por las calles?
-Es sólo para que los otros no tropiecen conmigo.
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
domingo, 7 de diciembre de 2014
COMIÉNDOSE SU DINERO
El Mulá Nasrudín, como todos saben, proviene de un país donde la fruta es fruta, la carne es carne y el curry es algo que jamás se come.
Un día, a poco de descender de las altas montañas del Kafiristán, marchaba cansadamente por un polvoriento camino de la India, cuando una intensa sed se apoderó de él. Pronto – se dijo – debo encontrar algún sitio donde obtener buena fruta.
Apenas estas palabras se formaron en su mente dobló un recodo del camino y vio a un hombre de aspecto bondadoso, sentado a la sombra de un árbol, con una canasta frente a él.
Esta se veía colmadas de grandes frutas, rojas, brillantes. “Esto es lo que necesito”, - dijo Nasrudín-. Desanudó la punta del turbante, extrajo dos pequeñas monedas de cobre y se las alcanzó al vendedor de frutas. Sin decir palabra el mercader le entregó la canasta entera, pues en la India esa fruta es muy barata y la gente suele adquirirla en cantidad.
Nasrudín se sentó en el lugar que dejó el vendedor y empezó a comer las frutas . En pocos segundos su boca ardía. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas y sentía fuego en su garganta. El Mulá siguió comiendo.
Al cabo de un par de horas acertó a pasar por allí un montañés afgano. Nasrudín lo saludó: “¡Hermano, estas frutas infieles deben venir de la misma boca de Satán!”.
-Tonto – le dijo el montañés- ¿Nunca has oído hablar de los picantes del Indostán? Deja de comerlos de inmediato o la muerte, con seguridad, cobrará una víctima antes de que se oculte el sol.
-No puedo moverme de aquí – jadeó el Mulá – hasta tanto no termine la canasta.
-¡Insensato! ¡Estas frutas son para preparar curry!.
-Ya no es fruta lo que como – graznó Nasrudín – estoy comiendo mi dinero.
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
LA RAZÓN
El Mulá fue a ver a un hombre rico.
-Deme algo de dinero.
-¿Por qué habría de hacerlo?
-Quiero comprar.... un elefante.
-Sin dinero mal puede mantener un elefante.
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
martes, 2 de diciembre de 2014
COSECHA ALTERNADA
El Mulá fue al barbero , quien lo empezó a afeitar con mano torpe y una navaja mellada. Cada vez que lo hacía sangrar, el barbero aplicaba sobre la herida un trozo de algodón para detener la sangre.
Esto continuó por bastante rato, hasta que una mejilla de Nasrudín quedó tupidamente salpicada con algodón.
Cuando el barbero se disponía a afeitar la otra mejilla, el Mulá de pronto se vio en el espejo y pegó un salto: “Es suficiente; ¡gracias, hermano! He decidido cultivar algodón en un lado y cebada en el otro”
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
sábado, 22 de noviembre de 2014
LA VIDA Y LA MUERTE (NASRUDÍN)
Nasrudín subió a un árbol para aserrar una rama. Alguien que pasaba al ver cómo lo estaba haciendo le avisó: “¡Cuidado! Está mal sentado, en la punta de la rama... Se irá para abajo con ella”.
-¿Piensa que soy un necio que deba creerlo?, ¿o es usted un vidente que pueda presidir mi futuro?, Preguntó el Mulá.
Sin embargo poco después la rama cedió y Nasrudín terminó en el suelo. Entonces corrió tras el otro hombre hasta alcanzarlo: “Su predicción se ha cumplido” , Ahora dígame: ¿Cómo moriré?
Por más que el hombre insistió no pudo disuadir a Nasrudín de que no era un vidente. Por fin, ya exasperado le gritó: “por mí podrías morirte ahora mismo”.
Apenas oyó estas palabras, el Mulá cayó al piso y se quedó inmóvil. Cuando lo encontraron sus vecinos lo depositaron en un féretro. Mientras marchaban hacia el cementerio, empezaron a discutir acerca de cuál era el camino más corto. Nasrudín perdió la paciencia y, asomando la cabeza fuera del ataúd, dijo: “Cuando estaba vivo solía tomar por la izquierda; es el camino más rápido”
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
sábado, 15 de noviembre de 2014
CUESTIÓN DE TIEMPO, NO DE LUGAR
Un hombre llamó a la puerta con la intención de pedir prestada una soga.
-No puedo prestársela”, dijo Nasrudín.
-¿Por qué no?
-Porque está en uso
-Es verdad; ése es su uso.
-¿Cuánto tiempo se utilizará de esa manera, Mulá?
-Hasta que tenga ganas de prestarla, dijo Nasrudín
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
EL LADRÓN
Un ladrón entró en la casa de Nasrudín y se llevó casi todas las pertenencias del Mulá a su propia casa.
Nasrudín había estado observando todo desde la calle.
Después de unos minutos tomó una manta y lo siguió. Una vez que llegó a la casa del ratero, entró, se acostó y fingió dormir.
“¿Quién es usted y qué hace aquí?”, le preguntó el ladrón.
“Pues bien –dijo el Mulá-, nos estábamos mudando de casa, ¿no es así?”
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
miércoles, 12 de noviembre de 2014
CUALQUIERA PUEDE HACERLO ASÍ
Un clérigo tozudo y de mente estrecha estaba sermoneando a los parroquianos de la casa de té en la cual Nasrudín pasaba buena parte de su tiempo.
A medida que iban transcurriendo las horas, Nasrudín fue cayendo en cuenta de que las ideas de este hombre se ajustaban a un esquema rígido, de que estaba lleno de vanidad y de orgullo, y de que magnificaba todas las situaciones aun sin importancia, con un intelectualismo injustificado, por mero prurito de intelectualismo.
Se discutió un tema tras otro y a cada instante el clérigo hacía referencia a libros y citas, e introducía falsas analogías y supuestos insólitos, ajenos a toda realidad. Finalmente extrajo un libro del que era autor. Nasrudín alargó su mano para tomarlo, pues era el único de los presentes que sabía leer.
Con el libro frente a sus ojos, Nasrudín hacía pasar una página tras otra, mientras los demás miraban. Después de unos minutos el clérigo ambulante empezó a impacientarse. Por último no pudo contenerse más y gritó: ¡Está sosteniendo mi libro al revés!.
“Ya lo sé – dijo Nasrudín -. Puesto que éste es uno de los arquetipos de los que usted parece ser un producto, en mi opinión esto es lo único sensato que se puede hacer si uno quiere aprender de él”.
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet
lunes, 10 de septiembre de 2012
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