Como se sabe, filosofía significa ante todo preguntas y, a veces algunas respuestas siempre provisorias, nunca definitivas.
Los filósofos empezaron a pensar modernamente sobre el sentido de la vida en sociedad alrededor del siglo XV, cuando la verdad dejó de ser propiedad exclusiva del pensamiento escolástico y, por tanto, de los hombres ligados a la iglesia. Cancelado el monopolio y aquietada la persecución del pensamiento ilustrado, cada libre pensador empujó a otros a acordar y a desacordar, a desarrollar o a confrontar las nuevas ideas sociales y políticas. Así se fue configurando un entramado de diferentes posiciones sobre el porqué y el para qué de la relación del hombre con el grupo social en el que se inserta.
La filosofía se vio forzada entonces a plantear la discusión sobre la esencia del ser humano.
Durante los primeros doscientos años de ilustración, los filósofos parecen acordar que la sociedad y la moral van en contra de la naturaleza humana, porque dicha naturaleza es solitaria, egoísta y anárquica.
Este punto es fundamental, porque a partir de esa idea queda establecido “oficialmente” que si bien la moral está muy bien la sociedad está muy bien y el control está muy bien... nada de eso es natural. Lo natural, advierten la mayoría de los filósofos, es la lucha del individuo por autoabastecerse, el intento de no depender de nadie. La naturaleza humana, se sostiene, sólo se fija en lo que necesita, en lo que le importa, en lo que mezquinamente desea. Todas las demás conductas, sobre todo las “sociales”, son una creación del hombre civilizado y, por lo tanto, antinaturales.
A finales del siglo XVI, Montaigne (1533-1592) ya sostenía que El hombre vive en sociedad porque lo necesita y no porque le agrade hacerlo.
Sostiene que si dejáramos al hombre liberado a su propio deseo, él preferiría estar solo, cuando el ser humano convive lo hace en un intento de aunar fuerzas para enfrentar la búsqueda de su propio bienestar. A cambio de recibir el apoyo, la ayuda o la fuerza que le dan los otros, el hombre acepta pagar el precio de renunciar a muchos de sus deseos personales. Montaigne propone:
Sostiene que si dejáramos al hombre liberado a su propio deseo, él preferiría estar solo, cuando el ser humano convive lo hace en un intento de aunar fuerzas para enfrentar la búsqueda de su propio bienestar. A cambio de recibir el apoyo, la ayuda o la fuerza que le dan los otros, el hombre acepta pagar el precio de renunciar a muchos de sus deseos personales. Montaigne propone:
Desatemos los lazos que nos atan a los otros y los que los atan a ellos a nosotros para que cada uno pueda vivir a su modo, y conseguir entonces que su satisfacción dependa de el mismo.
La idea de la naturaleza independiente dominó la historia de la filosofía moderna signando la búsqueda de la esencia de cada uno: el ser independiente sin ataduras con nadie. Montaigne es el primer filósofo que dice que la dependencia no sirve porque nos ubica en lugares complicados respecto de los demás.
Si Montaigne ponía el acento en desatarnos, en abolir la dependencia, Pascal aporta una mirada analítica:
No importa si nos desatamos o no, se trata de lo que hacemos sino de establecer el porque lo hacemos. Lo que sucede es que no estamos satisfechos con la vida que llevamos, y entonces nos juntamos para vivir un poco la vida de los otros. Queremos vivir en la vida de los demás y por eso nos esforzamos en que los otros nos acepten.
Según Pascal (1623-1662), esta dependencia es parte de nuestra miseria y deberíamos deshacernos de ella.
El cree que nos quedamos colgados de la vida de los demás justamente porque no estamos llegando a ser lo que deberíamos ser.
La Bruyère (1645-1696), como vimos, cree que el ser humano es ermitaño por naturaleza y que lo social y lo gregario aparecen como creaciones humanas. Y sus ideas establecieron lo siguiente.
Al individuo no le gusta compartir la presa que cazó, pero la comparte porque la sociabilidad se ha vuelto para él una regla que acordamos por una u otra razón. La naturaleza humana no sólo es egoísta, sino más aún insaciable y solitaria.
A partir de esta idea de la esencia solitaria del ser humano, aceptada con mas o menos agrado en la época, aparecen dos posturas filosóficas totalmente diferentes: una dice que hay que combatir esa tendencia porque es perjudicial para la sociedad y otra opina que hay que glorificarla y darte más fuerza. Para uno, lo ideal tiene que someterse a lo real, para los otros, lo real debe someterse a lo ideal.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay