martes, 29 de octubre de 2013

EL HOMBRE: NATURALEZA SOLITARIA O VIDA SOCIAL PARTE II

CONTINUAMOS ALGO DE HISTORIA SOBRE LA NATURALEZA DEL HOMBRE:.....

El primer filósofo que dice que hay que combatir la naturaleza solitaria y bárbara del hombre se llamaba Maquiavelo.

Para Maquiavelo (1469-1527), como se sabe, la sociedad era importante como mecanismo de control para enfrentar los intereses particulares y personales de la naturaleza humana. La vida sería permanentemente una lucha a muerte donde cada uno trataría de matar al otro para conseguir lo que quiere. Según él, la gran habilidad del ser humano consiste en dominar los intereses personales para conseguir que la sociedad lleve a la superación del individuo como un todo, porque si la sociedad no cumpliera con esta pauta la vida sería una constate rivalidad

Esta idea, muy conocida, fue retomada por Hobbes (1588-1679) en la famosa frase: “el hombre es el lobo del hombre”, lo cual parece significar que, en tanto depredadores, ante una presa deseada, dos hombres van a pelear a muerte por obtenerla si no son capaces de acordar previamente algo que los condicione a no rivalizar.

Lo que Hobbes decía, y Maquiavelo o Montaigne avalaban, es que nosotros somos esencialmente solitarios, y que la dependencia con los otros surge desde nuestro propio concepto de preservación. Los hombres nos juntamos con los otros porque de alguna manera nos conviene, y si no nos conviniera nos mantendríamos mas independientes y aprenderíamos, como dice Pascal, a ser felices solos, a bastarnos con nuestra propia vida.

Estamos en los siglos XV, XVI, épocas de violentas turbulencias sociales y de cuestionamientos políticos al orden vigente. Maquiavelo enseña que si el hombre no estuviera sujeto a reglas y prohibiciones viviría en una guerra perpetua por el poder. Porque es justamente el poder lo que daría la posibilidad de tener lo que el individuo desea esencialmente.

La Rochefoucauld (1613-1680), por su parte, cree que la vida en sociedad es absolutamente imprescindible para poder sobrevivir, y si no existieran las reglas sociales, si se dejara al hombre librado a su naturaleza, la idea de que el hombre es el lobo del hombre (Hobbes) sería confirmada en los hechos permanentemente.

Según La Rochefoucauld, no podemos arriesgarnos a dejar que esta naturaleza se manifieste sin censuras, por lo cual propone combatirla moralmente, con educación, con pautas. La vida en sociedad, dice La Rochefoucauld, restringe los apetitos inmoderados del hombre y le impone el ideal social:

El yo quiere erigirse en el centro de todo, quiere dominarlo todo, por lo tanto hay que tratar de combatir a ese dominador con reglas sociales que sean suficientemente estrictas y rígidas como para frenarlo, porque de lo contrario esta ambición desmedida de poder, esta sed de dominio, terminarían dominando la historia.

En este punto del planteo aparece el pensamiento de un filósofo más conocido por nosotros: Emanuel Kant (1724-1804). El dice: El ser humano vive en una insociable sociedad, queriendo decir que la sociedad, lejos de ser una cosa elegida por el ser humano, es una transacción, algo que concretamente hace para poder responder a una necesidad. Según Kant y tal como decía La Bruyère, la naturaleza del ser humano es la soledad, pero agrega que este ser socialmente inepto, egoísta y solitario tiene tres necesidades básicas: sed de poder, sed de bienes materiales, y sed de honores.

Kant abre el pensamiento a los que siguen, comparte con Maquiavelo la idea de que el hombre necesita dominar, y con Hobbes la idea de la necesidad de tener posesiones. Lo nuevo en el pensamiento de Kant se vincula con la necesidad del hombre de ser honrado (en el sentido de aplaudido, glorificado, admirado). Es posible que el hombre tenga bienes sin necesidad de que existan los otros, pueden tener dominio sobre su heredad, sobre la tierra y sobre los animales sin que existan los demás, pero ¿cómo podría tener honores en soledad?. Para tener quien lo honre, necesita de otro.

Así, para Kant, creamos una sociedad para que nos dé el honor que necesitamos porque solos no podemos conseguirlo.

De alguna manera con Kant, seguimos manteniendo la idea principal: hay que combatir la naturaleza solitaria del hombre porque de lo contrario la humanidad no puede subsistir.

Como dije antes, hay pensadores que lejos de combatir la naturaleza solitaria del hombre piensan que hay que hacer lo contrario: glorificarlo.

Desde Cicerón (106-43 a. C.9) (hay que dejarse fluir y ser... y dejar que el otro opine) hasta Diderot (1713-1784) (el interés gobierna la conducta pero hay que dejar que el ideal se someta a lo real), muchos filósofos construyeron planteos provocativos para convencer a sus contemporáneos de dejar que la naturaleza prive sobre el condicionante. Dentro de esa línea quiero referirme sobre todo a dos pensadores muy conocidos e importantes aunque no siempre, creo, bien entendidos: Sade y Nietzsche.

Sade (1740-1814), se preguntaba: ¿Por qué dejar que mis intereses personales y mis propias inclinaciones estén liberados a lo que la sociedad me permite o no me permite?. ¿Por qué no sentirme a mi mismo libre de salir a procurarme aquello que me gusta?. ¿Por qué tengo que condicionar mi placer al permiso del otro.

¿Quién es el otro para decirme que puedo tener o que no puedo tener?. ¿Por qué no ser realmente como digo que soy y juntarme solamente con aquellos que comparten conmigo mi propia manera de encontrar las cosas que necesito, para juntarnos a disfrutar de ellas sin depender de la aprobación de los otros?.

Según Sade, si yo soy esencialmente libre y esencialmente humano, no tengo que depender del permiso del otro. Soy un adulto, y por lo tanto yo mismo soy el que tiene que decidir que está bien y que está mal para mi y, a partir de ahí, salir a buscarlo.


Su planteo consiste en aceptar la naturaleza independiente del ser humano en lugar de combatirla para que 
luego cada uno sea el dueño de su propia vida.

Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay