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miércoles, 20 de septiembre de 2017

EL VERDADERO INVITADO







No puedes imaginar el silencio, no puedes ima­ginar la belleza, no puedes imaginar el sabor que tiene estar absolutamente solo, sin que nadie pue­da acceder a ti, sin que nada te alcance. No pue­des comprender la bendición, la dicha que se pro­duce. Sigue volviéndote hacia adentro, y llega al punto en que ni un solo pensamiento pueda apa­recer ni visitarte. 





Llega al punto en que sólo quede el dueño de casa, sin que vengan huéspedes. Sólo entonces, el verdadero invitado golpeará a tu puerta. Sólo entonces Dios, sólo entonces el estado de nirvana, la iluminación, la suprema luz, la verdad, o como quieras llamarlo, golpeará a tu puerta. Cuando no estás disponible para el mun­do, estás disponible para Dios. Hasta que esto, la soledad total, no suceda, no serás un vehículo jus­to para que la divinidad descienda.






Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


EL VERDADERO INVITADO


No puedes imaginar el silencio, no puedes ima­ginar la belleza, no puedes imaginar el sabor que tiene estar absolutamente solo, sin que nadie pue­da acceder a ti, sin que nada te alcance. No pue­des comprender la bendición, la dicha que se pro­duce. Sigue volviéndote hacia adentro, y llega al punto en que ni un solo pensamiento pueda apa­recer ni visitarte. 

Llega al punto en que sólo quede el dueño de casa, sin que vengan huéspedes. Sólo entonces, el verdadero invitado golpeará a tu puerta. Sólo entonces Dios, sólo entonces el estado de nirvana, la iluminación, la suprema luz, la verdad, o como quieras llamarlo, golpeará a tu puerta. Cuando no estás disponible para el mun­do, estás disponible para Dios. Hasta que esto, la soledad total, no suceda, no serás un vehículo jus­to para que la divinidad descienda.

Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

jueves, 14 de septiembre de 2017

FLORECIMIENTO









Éxtasis


Moksha 


Transformación 


Sannyas (movimiento de los buscadores de la verdad)





La sannyas no puede categorizarse. No es una categoría. Es de una cualidad de ser tan diferente que no existe categoría para ella. No se la puede analizar, no se la puede separar en fragmentos. No es un mecanismo: no pue­des desarmarlo, separar las piezas y volver a juntarlas. No; es una unidad orgánica. Si la ana­lizas, deja de estar allí y ya nunca podrás volver a armarla; es imposible. La sannyas es una fuer­za vital: orgánica, igual que una flor. Analiza la flor, sácale cada pétalo, arráncalo, examínalo, quédate satisfecho por haber investigado y, después, intenta volver a armar la flor. Para en­tonces, la flor ya no existe, los pétalos han muerto y jamás se los podrá volver a colocar en la misma forma, porque no era un mecanismo; era una unidad orgánica.





Sannyas es un florecimiento, un florecimien­to de la conciencia humana: así como las flores que nacen en un árbol muestran que el árbol ha llegado a un acabamiento y que, más tarde o más temprano, los frutos surgirán. Las flores son sólo indicadores de que el árbol está pre­parado para dar frutos. El árbol está listo, está satisfecho. Las flores son como el éxtasis que el árbol experimenta antes de empezar a dar fru­tos: porque la fruta da cuenta de la satisfacción. El árbol ha llegado a su punto máximo, a su clímax; ha llegado al crescendo de su ser. Está feliz, lo disfru­ta (su vida no fue inútil: ahora vendrán los frutos). El árbol se siente extático y da flores.





Sannyas es un florecimiento, y moksha es el fruto. Sann­yas alude a que ahora tu ser interior, tu árbol interno, ha lle­gado a un punto en el que va a producirse un salto, una ex­plosión. Antes de que suceda, todo el ser disfruta de ello. Te sientes satisfecho. No ha sido un desperdicio. Esperaste mu­chas, muchas vidas; y ahora te llega el momento. Tanto tiempo esperando, tanta paciencia... pero valió la pena. Ahora lo conseguiste, ahora pudiste. Todo el ser florece.





Los hindúes eligieron el color rojo, naranja u ocre para la sannyas, por las flores. El rojo y el verde son los colores bá­sicos de la naturaleza. Verde es el árbol, y roja la flor.





Tu ser ha llegado a un florecimiento. Pronto apare­cerán las flores. Pronto vendrán las semillas. Con­serva este florecimiento.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


FLORECIMIENTO


Éxtasis
Moksha 
Transformación 
Sannyas (movimiento de los buscadores de la verdad)

La sannyas no puede categorizarse. No es una categoría. Es de una cualidad de ser tan diferente que no existe categoría para ella. No se la puede analizar, no se la puede separar en fragmentos. No es un mecanismo: no pue­des desarmarlo, separar las piezas y volver a juntarlas. No; es una unidad orgánica. Si la ana­lizas, deja de estar allí y ya nunca podrás volver a armarla; es imposible. La sannyas es una fuer­za vital: orgánica, igual que una flor. Analiza la flor, sácale cada pétalo, arráncalo, examínalo, quédate satisfecho por haber investigado y, después, intenta volver a armar la flor. Para en­tonces, la flor ya no existe, los pétalos han muerto y jamás se los podrá volver a colocar en la misma forma, porque no era un mecanismo; era una unidad orgánica.

Sannyas es un florecimiento, un florecimien­to de la conciencia humana: así como las flores que nacen en un árbol muestran que el árbol ha llegado a un acabamiento y que, más tarde o más temprano, los frutos surgirán. Las flores son sólo indicadores de que el árbol está pre­parado para dar frutos. El árbol está listo, está satisfecho. Las flores son como el éxtasis que el árbol experimenta antes de empezar a dar fru­tos: porque la fruta da cuenta de la satisfacción. El árbol ha llegado a su punto máximo, a su clímax; ha llegado al crescendo de su ser. Está feliz, lo disfru­ta (su vida no fue inútil: ahora vendrán los frutos). El árbol se siente extático y da flores.

Sannyas es un florecimiento, y moksha es el fruto. Sann­yas alude a que ahora tu ser interior, tu árbol interno, ha lle­gado a un punto en el que va a producirse un salto, una ex­plosión. Antes de que suceda, todo el ser disfruta de ello. Te sientes satisfecho. No ha sido un desperdicio. Esperaste mu­chas, muchas vidas; y ahora te llega el momento. Tanto tiempo esperando, tanta paciencia... pero valió la pena. Ahora lo conseguiste, ahora pudiste. Todo el ser florece.

Los hindúes eligieron el color rojo, naranja u ocre para la sannyas, por las flores. El rojo y el verde son los colores bá­sicos de la naturaleza. Verde es el árbol, y roja la flor.

Tu ser ha llegado a un florecimiento. Pronto apare­cerán las flores. Pronto vendrán las semillas. Con­serva este florecimiento.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

domingo, 6 de agosto de 2017

SÉ UN GUERRERO







Meditación 


Misterio 


Problema 


Unidad 


El yo





Meditación significa: disuélvete ante ese misterio, aniquílate ante ese misterio, dispérsate ante ese misterio. Deja de existir y deja que el misterio sea tan total que te absor­ba. Y de repente una nueva puerta se abre y se obtiene una nueva percepción. De repente, el mundo terrenal de la división, de la separación, ha desaparecido, y un mundo diferente, com­pletamente diferente, de unidad, aparece ante ti. Todo pierde sus límites. Todo está con otras cosas, no está separado del resto, sino que for­ma unidades.





Esto sólo se puede lograr si haces algo con­tigo. Si debes resolver un problema, tienes que hacer algo con él. Debes encontrar una clave, una pista. Tienes que trabajar en el problema; tienes que moverte en un laboratorio: debes ha­cer algo. Si debes encontrar un misterio, tienes que hacer algo contigo; con el misterio no se puede hacer nada.





Somos impotentes frente a un misterio. Ésta es la razón por la cual nos la pasamos transfor­mando los misterios en problemas, porque con los problemas podemos hacer algo, sentimos que tenemos el control. Con los misterios, somos impotentes: no podemos hacer nada. Con los misterios, nos enfrentamos a la muerte y no hay control posible.





Ésta es la razón por la cual, cuanto más matemático y ló­gico se torna el intelecto humano, tanto menos abiertas es­tán las posibilidades de éxtasis a la mente humana; tanto menos es posible la poesía. Se pierde el romance; la vida se vuelve fáctica y deja de ser simbólica.





Te digo que la meditación es el mayor coraje y la aventura más grande, porque ni siquiera en un campo de batalla estás tan cerca de la muerte. Aunque sientas que estás próximo a ella, se trata sólo de la muerte física. La muerte física es una muerte superficial: de la cubierta, del cuerpo. Tu casa está por morir; no tú. Tu cascarón está por ser destrui­do: no tú. Pero, en la meditación, eres tú el que va a ser destruido (no sólo el refugio, sino su huésped; no sólo la casa, sino su huésped). El yo va a ser des­truido. Por eso, los guerreros más grandes siempre se interesan por la meditación.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


SÉ UN GUERRERO


Meditación 
Misterio 
Problema 
Unidad 
El yo

Meditación significa: disuélvete ante ese misterio, aniquílate ante ese misterio, dispérsate ante ese misterio. Deja de existir y deja que el misterio sea tan total que te absor­ba. Y de repente una nueva puerta se abre y se obtiene una nueva percepción. De repente, el mundo terrenal de la división, de la separación, ha desaparecido, y un mundo diferente, com­pletamente diferente, de unidad, aparece ante ti. Todo pierde sus límites. Todo está con otras cosas, no está separado del resto, sino que for­ma unidades.

Esto sólo se puede lograr si haces algo con­tigo. Si debes resolver un problema, tienes que hacer algo con él. Debes encontrar una clave, una pista. Tienes que trabajar en el problema; tienes que moverte en un laboratorio: debes ha­cer algo. Si debes encontrar un misterio, tienes que hacer algo contigo; con el misterio no se puede hacer nada.

Somos impotentes frente a un misterio. Ésta es la razón por la cual nos la pasamos transfor­mando los misterios en problemas, porque con los problemas podemos hacer algo, sentimos que tenemos el control. Con los misterios, somos impotentes: no podemos hacer nada. Con los misterios, nos enfrentamos a la muerte y no hay control posible.

Ésta es la razón por la cual, cuanto más matemático y ló­gico se torna el intelecto humano, tanto menos abiertas es­tán las posibilidades de éxtasis a la mente humana; tanto menos es posible la poesía. Se pierde el romance; la vida se vuelve fáctica y deja de ser simbólica.

Te digo que la meditación es el mayor coraje y la aventura más grande, porque ni siquiera en un campo de batalla estás tan cerca de la muerte. Aunque sientas que estás próximo a ella, se trata sólo de la muerte física. La muerte física es una muerte superficial: de la cubierta, del cuerpo. Tu casa está por morir; no tú. Tu cascarón está por ser destrui­do: no tú. Pero, en la meditación, eres tú el que va a ser destruido (no sólo el refugio, sino su huésped; no sólo la casa, sino su huésped). El yo va a ser des­truido. Por eso, los guerreros más grandes siempre se interesan por la meditación.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

lunes, 24 de julio de 2017

ENCUENTRO







El yo


No individualidad 


Vacío





Yo no existo y, si durante un momento tú tampoco estás allí, se producirá un en­cuentro: dos vacíos se unirán. Recuerda: sólo dos vacíos pueden encontrarse; no hay otra fu­sión posible. Siempre que hay una unión, se trata de dos vacíos fusionándose.





El yo es muy sólido, demasiado sustancial para fusionarse. Entonces, puedes luchar, cho­car, pero no puedes reunirte con otro. Puedes pensar que ese choque entre dos voces es una reunión; y es una especie de reunión: se juntan, pero nunca están realmente juntos. Se encuen­tran y aun así no se encuentran. Se tocan uno al otro y aun así permanecen intactos. Tu vacío interior permanece como tierra virgen: no ha si­do penetrado.





Pero, cuando el yo no está allí, cuando no sientes mucho "yo", cuando no estás pensando para nada en ti, eso es lo que Buda llama anat­ta: no individualidad. Fue muy mal interpretado. En la india la gente hablaba de atman: el sí mis­mo, el sí mismo supremo. Todo el mundo bus­caba el supremo sí mismo, la forma de transfor­marse en el sí mismo fundamental. Y entonces viene Buda y dice que no hay sí mismo que al­canzar y que es mejor la no individualidad. Su enseñanza no podía ser aceptada. Buda fue ex­pulsado de su país. No se lo aceptaba en ninguna parte. Un Buda siempre es expulsado. Adondequiera que vaya, lo expulsarán, pues te golpea tan profundamente que no puedes tolerarlo. Dice que no existes.





Cuando estás vacío, cuando no hay más que vacío, se produce el encuentro. Cualquiera que sea capaz de vaciarse se fusionará. Y ésta es la única forma de hacerse uno con la existencia. Puedes llamarlo amor, puedes llamarlo devoción, puedes llamarlo meditación, o como más te guste.





Tú estás aquí porque la vida se te ha dado así. Yo estoy aquí porque la vida se me ha dado así. 





Recuerda: eres sabio, inteligente, calculador. Aun si fallas, lo liarás con gran sabiduría. Lo racionaliza­rás. Dirás que no había nada que obtener. O encontrarás argumentos que oculten el hecho. Si estás alerta a esta posibilidad de fallar, entonces la fusión se hace posible de inmediato. Y digo de inmediato, porque no hay necesidad de posponerla.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


ENCUENTRO


El yo
No individualidad 
Vacío

Yo no existo y, si durante un momento tú tampoco estás allí, se producirá un en­cuentro: dos vacíos se unirán. Recuerda: sólo dos vacíos pueden encontrarse; no hay otra fu­sión posible. Siempre que hay una unión, se trata de dos vacíos fusionándose.

El yo es muy sólido, demasiado sustancial para fusionarse. Entonces, puedes luchar, cho­car, pero no puedes reunirte con otro. Puedes pensar que ese choque entre dos voces es una reunión; y es una especie de reunión: se juntan, pero nunca están realmente juntos. Se encuen­tran y aun así no se encuentran. Se tocan uno al otro y aun así permanecen intactos. Tu vacío interior permanece como tierra virgen: no ha si­do penetrado.

Pero, cuando el yo no está allí, cuando no sientes mucho "yo", cuando no estás pensando para nada en ti, eso es lo que Buda llama anat­ta: no individualidad. Fue muy mal interpretado. En la india la gente hablaba de atman: el sí mis­mo, el sí mismo supremo. Todo el mundo bus­caba el supremo sí mismo, la forma de transfor­marse en el sí mismo fundamental. Y entonces viene Buda y dice que no hay sí mismo que al­canzar y que es mejor la no individualidad. Su enseñanza no podía ser aceptada. Buda fue ex­pulsado de su país. No se lo aceptaba en ninguna parte. Un Buda siempre es expulsado. Adondequiera que vaya, lo expulsarán, pues te golpea tan profundamente que no puedes tolerarlo. Dice que no existes.

Cuando estás vacío, cuando no hay más que vacío, se produce el encuentro. Cualquiera que sea capaz de vaciarse se fusionará. Y ésta es la única forma de hacerse uno con la existencia. Puedes llamarlo amor, puedes llamarlo devoción, puedes llamarlo meditación, o como más te guste.

Tú estás aquí porque la vida se te ha dado así. Yo estoy aquí porque la vida se me ha dado así. 

Recuerda: eres sabio, inteligente, calculador. Aun si fallas, lo liarás con gran sabiduría. Lo racionaliza­rás. Dirás que no había nada que obtener. O encontrarás argumentos que oculten el hecho. Si estás alerta a esta posibilidad de fallar, entonces la fusión se hace posible de inmediato. Y digo de inmediato, porque no hay necesidad de posponerla.


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El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

lunes, 10 de julio de 2017

TU ELECCIÓN




Yo 


Unidad 


Dicha 


Causa-efecto





Así que la clave es ésta: separarse en tan­to yo es el fundamento de toda desdicha. Ser uno, quedarse flotando junto a lo que la vida nos depare, permanecer en eso tan in­tensamente, de manera tan absoluta que ya no existas: te pierdes, y entonces todo es dicha. Hay allí una elección, pero hasta has perdido conciencia de esta elección. Has estado eli­giendo mal tan permanentemente, se ha trans­formado hasta tal punto en un hábito muerto, que simplemente lo eliges en forma automáti­ca. No queda lugar para la elección.





Mantente atento: en cada momento, cuando estés por elegir ser desdichado, recuerda que es tu elección. Hasta saber esto ayuda: la concien­cia de que se trata de mi elección, de que yo soy el responsable, de que esto es lo que estoy haciendo, que es mi acción. De inmediato, uno percibe una diferencia. La cualidad de la mente cambia: se torna más fácil para uno avanzar ha­cia la felicidad.





Y, una vez que sabes que es tu elección, to­do se transforma en un juego. Entonces, si ado­ras ser infeliz, hazlo, pero recuerda que es tu elección y no te quejes. Nadie más que tú es responsable de ello. Es tu drama. Si te gusta así, si te gusta el camino de la desdicha, si quieres ir por la vida sintiéndote infeliz, es tu elección, es tu juego. Si estás jugándolo, ¡juégalo bien!





Entonces, no vayas a preguntarles a los demás cómo hacer para no ser infeliz. Eso es absurdo. No acudas a maestros y gurúes preguntándoles cómo ser feliz. Los así llamados gu­rúes existen gracias a tu tontería. Generas la desdicha, y lue­go vas y les preguntas a los demás cómo desarmarla. Y se­guirás generando desdicha, porque no tomas conciencia de lo que estás haciendo.





No es sólo que plantas una semilla en el suelo y brota un árbol. Deja que haya un árbol y tendrás millones de semillas. Si la causa es seguida por el efecto, éste nuevamente es segui­do por la causa. Ésta es la cadena. Entonces, se transforma en un círculo: por dondequiera que comiences, genera la causa o el efecto. Y te aviso que es más fácil producir el efecto, pues éste depende completamente de ti; la causa puede no depen­der tanto de ti. Si digo que sólo puedo ser feliz cuando deter­minado amigo está cerca, esto depende de este amigo, de la posibilidad de que esté allí o no. Si digo que no puedo ser fe­liz hasta que no consiga un completo bienestar económico, es­to depende del mundo entero y de la situación económica y todo. Tal vez esto no suceda, y entonces no podré ser feliz.





La causa está más allá de mí, mientras que el efecto está en mí. La causa está en lo que me rodea, en las situaciones: está afuera. El efecto soy yo. Si puedo generar el efecto, la causa se producirá.





Elige la felicidad (esto quiere decir que estás eligiendo el efecto) y luego observa qué pasa. Elige el éxtasis y observa qué pasa. Elige ser extático y observa qué pa­sa. De inmediato, cambiará toda tu vida y verás que ocurren milagros a tu alrededor, pues ahora has ge­nerado el efecto, y las causas tendrán que producirse.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


TU ELECCIÓN

Yo 
Unidad 
Dicha 
Causa-efecto

Así que la clave es ésta: separarse en tan­to yo es el fundamento de toda desdicha. Ser uno, quedarse flotando junto a lo que la vida nos depare, permanecer en eso tan in­tensamente, de manera tan absoluta que ya no existas: te pierdes, y entonces todo es dicha. Hay allí una elección, pero hasta has perdido conciencia de esta elección. Has estado eli­giendo mal tan permanentemente, se ha trans­formado hasta tal punto en un hábito muerto, que simplemente lo eliges en forma automáti­ca. No queda lugar para la elección.

Mantente atento: en cada momento, cuando estés por elegir ser desdichado, recuerda que es tu elección. Hasta saber esto ayuda: la concien­cia de que se trata de mi elección, de que yo soy el responsable, de que esto es lo que estoy haciendo, que es mi acción. De inmediato, uno percibe una diferencia. La cualidad de la mente cambia: se torna más fácil para uno avanzar ha­cia la felicidad.

Y, una vez que sabes que es tu elección, to­do se transforma en un juego. Entonces, si ado­ras ser infeliz, hazlo, pero recuerda que es tu elección y no te quejes. Nadie más que tú es responsable de ello. Es tu drama. Si te gusta así, si te gusta el camino de la desdicha, si quieres ir por la vida sintiéndote infeliz, es tu elección, es tu juego. Si estás jugándolo, ¡juégalo bien!

Entonces, no vayas a preguntarles a los demás cómo hacer para no ser infeliz. Eso es absurdo. No acudas a maestros y gurúes preguntándoles cómo ser feliz. Los así llamados gu­rúes existen gracias a tu tontería. Generas la desdicha, y lue­go vas y les preguntas a los demás cómo desarmarla. Y se­guirás generando desdicha, porque no tomas conciencia de lo que estás haciendo.

No es sólo que plantas una semilla en el suelo y brota un árbol. Deja que haya un árbol y tendrás millones de semillas. Si la causa es seguida por el efecto, éste nuevamente es segui­do por la causa. Ésta es la cadena. Entonces, se transforma en un círculo: por dondequiera que comiences, genera la causa o el efecto. Y te aviso que es más fácil producir el efecto, pues éste depende completamente de ti; la causa puede no depen­der tanto de ti. Si digo que sólo puedo ser feliz cuando deter­minado amigo está cerca, esto depende de este amigo, de la posibilidad de que esté allí o no. Si digo que no puedo ser fe­liz hasta que no consiga un completo bienestar económico, es­to depende del mundo entero y de la situación económica y todo. Tal vez esto no suceda, y entonces no podré ser feliz.

La causa está más allá de mí, mientras que el efecto está en mí. La causa está en lo que me rodea, en las situaciones: está afuera. El efecto soy yo. Si puedo generar el efecto, la causa se producirá.

Elige la felicidad (esto quiere decir que estás eligiendo el efecto) y luego observa qué pasa. Elige el éxtasis y observa qué pasa. Elige ser extático y observa qué pa­sa. De inmediato, cambiará toda tu vida y verás que ocurren milagros a tu alrededor, pues ahora has ge­nerado el efecto, y las causas tendrán que producirse.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

miércoles, 5 de julio de 2017

ACEPTACIÓN







Absorción 


Libertad 


Plegaria 


Divinidad 


Totalidad





El todo es naturaleza. Digo el todo: no só­lo los árboles, no sólo las nubes. El todo. Sea lo que sea lo que sucedió, ocurrió a causa de la naturaleza. No hay nada que no sea natu­ral: no puede haberlo pues, de ser así, ¿cómo se habría producido? Todo es natural. Entonces, no crees una división: esto es natural y esto no lo es. Sea lo que sea, es natural. Pero la mente se maneja con distinciones, con divisiones. No permitas divisiones; acepta lo que sea, y acép­talo sin analizarlo.





Ya sea que estés en el mercado o en las co­linas, estás en la misma naturaleza. En algunos sitios, la naturaleza ha tomado forma de colinas y árboles; y, en otros sitios, se ha transformado en tiendas comerciales.





Una vez que conoces el secreto de la acepta­ción, hasta el mercado se torna hermoso. El mercado tiene cierta belleza: la vida que reina en él, la actividad, la hermosa locura que circu­la a su alrededor. ¡Tiene su belleza propia! Y re­cuerda: las colinas no serían tan hermosas si no existieran los mercados. Las colinas son tan be­llas y silenciosas porque existe el mercado co­mercial. Éste les aporta silencio a las colinas.





Es decir que, en todas partes (ya sea que es­tés en el mercado, o haciendo "Hace Krishna, Hare Rama", o sentado en silencio debajo de un árbol), tómalo como un solo espacio, no lo dividas. Y cuan­do estés bailando, haciendo "fiare Krishna, Hare Rama", ¡disfrútalo! Es la forma en que estás floreciendo en este pre­ciso instante. "Hare Krishna, Hare Rama" puede convertirse en un florecimiento para ti; se ha transformado en un flore­cimiento para muchos. Cuando Chaitanya Mahaprabhu esta­ba danzando por los pueblos de Bengala y haciendo su cán­tico "fiare Krishna, Hare Rama", fue un florecimiento. Fue una de las cosas más hermosas que hubiera ocurrido jamás. No sólo es Buda sentado bajo un hermoso árbol bodhi; un Chaitanya Mahaprabhu danzando en las calles con "fiare Krishna, Hare Rama" también es hermoso. Es lo mismo, só­lo que en el polo opuesto.





Puedes sentarte debajo de un árbol y puedes olvidarte de ti mismo tan completamente como si hubieras desaparecido. Puedes bailar en la calle y estar tan absorto en tu cántico, en tu canto, en tu danza, tan absolutamente como si hubieras desaparecido. El secreto es la completa absorción, donde­quiera que ocurra.





Les ocurre a diferentes personas de diversas maneras. No podemos imaginar a Buda bailando; no era su estilo, él no era del tipo bailarín. Tal vez sí sea tu estilo, así que no te obligues a sentarte debajo de un árbol bodhi, si no quieres tener problemas. Forzarte y sentarte debajo de un árbol se­ría violento. Tu rostro ya no sería como el de Buda; sería un rostro torturado, sería una autotortura.





Encuentra la forma en que se mueve tu nube, por dónde navega, y otórgale completa libertad para desplazarse y navegar. Adondequiera que vaya, llegará a lo divino. Simplemente, no luches; flota. No empujes el río; flota con él. Una danza es her­mosa, pero debes estar completamente metido en ella: ése es el punto. No rechaces nada; el rechazo es irreligioso. Acepta completamente; la aceptación es una plegaria.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


ACEPTACIÓN


Absorción 
Libertad 
Plegaria 
Divinidad 
Totalidad

El todo es naturaleza. Digo el todo: no só­lo los árboles, no sólo las nubes. El todo. Sea lo que sea lo que sucedió, ocurrió a causa de la naturaleza. No hay nada que no sea natu­ral: no puede haberlo pues, de ser así, ¿cómo se habría producido? Todo es natural. Entonces, no crees una división: esto es natural y esto no lo es. Sea lo que sea, es natural. Pero la mente se maneja con distinciones, con divisiones. No permitas divisiones; acepta lo que sea, y acép­talo sin analizarlo.

Ya sea que estés en el mercado o en las co­linas, estás en la misma naturaleza. En algunos sitios, la naturaleza ha tomado forma de colinas y árboles; y, en otros sitios, se ha transformado en tiendas comerciales.

Una vez que conoces el secreto de la acepta­ción, hasta el mercado se torna hermoso. El mercado tiene cierta belleza: la vida que reina en él, la actividad, la hermosa locura que circu­la a su alrededor. ¡Tiene su belleza propia! Y re­cuerda: las colinas no serían tan hermosas si no existieran los mercados. Las colinas son tan be­llas y silenciosas porque existe el mercado co­mercial. Éste les aporta silencio a las colinas.

Es decir que, en todas partes (ya sea que es­tés en el mercado, o haciendo "Hace Krishna, Hare Rama", o sentado en silencio debajo de un árbol), tómalo como un solo espacio, no lo dividas. Y cuan­do estés bailando, haciendo "fiare Krishna, Hare Rama", ¡disfrútalo! Es la forma en que estás floreciendo en este pre­ciso instante. "Hare Krishna, Hare Rama" puede convertirse en un florecimiento para ti; se ha transformado en un flore­cimiento para muchos. Cuando Chaitanya Mahaprabhu esta­ba danzando por los pueblos de Bengala y haciendo su cán­tico "fiare Krishna, Hare Rama", fue un florecimiento. Fue una de las cosas más hermosas que hubiera ocurrido jamás. No sólo es Buda sentado bajo un hermoso árbol bodhi; un Chaitanya Mahaprabhu danzando en las calles con "fiare Krishna, Hare Rama" también es hermoso. Es lo mismo, só­lo que en el polo opuesto.

Puedes sentarte debajo de un árbol y puedes olvidarte de ti mismo tan completamente como si hubieras desaparecido. Puedes bailar en la calle y estar tan absorto en tu cántico, en tu canto, en tu danza, tan absolutamente como si hubieras desaparecido. El secreto es la completa absorción, donde­quiera que ocurra.

Les ocurre a diferentes personas de diversas maneras. No podemos imaginar a Buda bailando; no era su estilo, él no era del tipo bailarín. Tal vez sí sea tu estilo, así que no te obligues a sentarte debajo de un árbol bodhi, si no quieres tener problemas. Forzarte y sentarte debajo de un árbol se­ría violento. Tu rostro ya no sería como el de Buda; sería un rostro torturado, sería una autotortura.

Encuentra la forma en que se mueve tu nube, por dónde navega, y otórgale completa libertad para desplazarse y navegar. Adondequiera que vaya, llegará a lo divino. Simplemente, no luches; flota. No empujes el río; flota con él. Una danza es her­mosa, pero debes estar completamente metido en ella: ése es el punto. No rechaces nada; el rechazo es irreligioso. Acepta completamente; la aceptación es una plegaria.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
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martes, 27 de junio de 2017

REVELACIÓN DE LO DIVINO







Divinidad 


Búsqueda 


Revelación 


El yo





Lo divino está aquí, y nunca lo encuentras. Quien busca nunca encuentra.





Eso no quiere decir que no debas buscar. De­berás hacerlo en un comienzo; no hay otra vía. Al comienzo, debes buscar; debes buscar y ha­cer todos los esfuerzos que puedas. Sólo ha­ciendo todos los esfuerzos y transformándote en un fanático buscador, llegarás a darte cuen­ta de que sólo se producirá cuando tengas una mentalidad de no búsqueda.





A veces, mientras descanses, vendrá a ti. A veces, mientras duermas, se te presentará. A ve­ces, mientras camines por la calle, allí estará. A veces, mientras contemples el amanecer (sin hacer nada más que estar en una pasiva obser­vación), mientras mires el sol que se asoma o la luna que brilla en el lago en una noche fría, o una flor que abre sus pétalos, y tú no eres más que una conciencia pasiva... No es necesario nada de tu parte. Cuando una flor se abre, no necesita que la ayudes.





Hay gente tonta que tratará de ayudar. Des­truirán toda la belleza de la flor, y además la flor nunca se abrirá realmente. Aun si la fuerzas para que se abra, será una flor cerrada. No se produjo su florecimiento; fue algo forzado. Nunca florece algo a la fuerza. No es necesario que ayudes a que salga el sol. Hay gente que cree que se necesita su colaboración. Es gente que hace mu­cho daño, mucho daño, por suponer que su ayuda es nece­saria en todas partes.





En la vida real, donde la realidad se produce, no se re­quiere la ayuda de nadie. Pero es muy difícil resistir la ten­tación porque, cuando ayudas, sientes que estás haciendo algo. Al hacer algo, creas el yo. Cuando no haces nada, el yo no puede existir. En los momentos de inacción, el yo de­saparece. Contemplar un amanecer, ver cómo se abre una flor, mirar a la luna brillando sobre un lago helado, sin ha­cer nada... Y de repente te sucederá. Percibirás que toda la existencia está inundada por lo divino, que tu mismo alien­to es divino.





El viaje religioso comienza, pero nunca termina. Vienes a mí, caes en mí, desapareces, nunca llegas a ninguna parte. Pero en esa desaparición radica el encanto. Jamás se ha conocido otro encanto, no hay allí ningún otro encanto. ¡El encanto de la desapari­ción total! Tal como una gota de rocío desaparece en la mañana cuando sale el sol, o tal cotizo en la no­che brilla una lámpara de barro, viene un viento, y la llama se apaga, y aparece la oscuridad... La lla­ma ha desaparecido y no puedes encontrarla por ninguna parte: del mismo modo desapareces tú.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


REVELACIÓN DE LO DIVINO


Divinidad 
Búsqueda 
Revelación 
El yo

Lo divino está aquí, y nunca lo encuentras. Quien busca nunca encuentra.

Eso no quiere decir que no debas buscar. De­berás hacerlo en un comienzo; no hay otra vía. Al comienzo, debes buscar; debes buscar y ha­cer todos los esfuerzos que puedas. Sólo ha­ciendo todos los esfuerzos y transformándote en un fanático buscador, llegarás a darte cuen­ta de que sólo se producirá cuando tengas una mentalidad de no búsqueda.

A veces, mientras descanses, vendrá a ti. A veces, mientras duermas, se te presentará. A ve­ces, mientras camines por la calle, allí estará. A veces, mientras contemples el amanecer (sin hacer nada más que estar en una pasiva obser­vación), mientras mires el sol que se asoma o la luna que brilla en el lago en una noche fría, o una flor que abre sus pétalos, y tú no eres más que una conciencia pasiva... No es necesario nada de tu parte. Cuando una flor se abre, no necesita que la ayudes.

Hay gente tonta que tratará de ayudar. Des­truirán toda la belleza de la flor, y además la flor nunca se abrirá realmente. Aun si la fuerzas para que se abra, será una flor cerrada. No se produjo su florecimiento; fue algo forzado. Nunca florece algo a la fuerza. No es necesario que ayudes a que salga el sol. Hay gente que cree que se necesita su colaboración. Es gente que hace mu­cho daño, mucho daño, por suponer que su ayuda es nece­saria en todas partes.

En la vida real, donde la realidad se produce, no se re­quiere la ayuda de nadie. Pero es muy difícil resistir la ten­tación porque, cuando ayudas, sientes que estás haciendo algo. Al hacer algo, creas el yo. Cuando no haces nada, el yo no puede existir. En los momentos de inacción, el yo de­saparece. Contemplar un amanecer, ver cómo se abre una flor, mirar a la luna brillando sobre un lago helado, sin ha­cer nada... Y de repente te sucederá. Percibirás que toda la existencia está inundada por lo divino, que tu mismo alien­to es divino.

El viaje religioso comienza, pero nunca termina. Vienes a mí, caes en mí, desapareces, nunca llegas a ninguna parte. Pero en esa desaparición radica el encanto. Jamás se ha conocido otro encanto, no hay allí ningún otro encanto. ¡El encanto de la desapari­ción total! Tal como una gota de rocío desaparece en la mañana cuando sale el sol, o tal cotizo en la no­che brilla una lámpara de barro, viene un viento, y la llama se apaga, y aparece la oscuridad... La lla­ma ha desaparecido y no puedes encontrarla por ninguna parte: del mismo modo desapareces tú.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

lunes, 19 de junio de 2017

EL CAMINO







Maestro 


Discípulo 


Meditación 


Tiempo





Cada vez que un discípulo está preparado, el maestro lo llama y le dice: Ahora, ¡ve! El discípulo no necesita que se lo anuncien; si necesita anunciarlo, es porque no está prepara­do, porque el yo está allí.





Pero depende. No todo discípulo está prepa­rado en diez años; algunos ni siquiera lo esta­rían en diez vidas, y otros estarán listos en diez segundos. No es algo mecánico. Depende de la calidad, de la intensidad de la conciencia del discípulo. A veces se da: basta una mirada del maestro, y el discípulo está listo. Si está abierto, si no hay barrera, si se ha abandonado, enton­ces un solo momento alcanza. Ni siquiera eso es necesario, porque la cosa se produce por fuera del tiempo.





Pero, si estás calculando, pensando cuándo sucederá, porque crees que ya has esperado bastante -pasó un año, pasaron dos años, pa­saron diez años y esperas, mientras nada suce­de (calculas por dentro)-, entonces estás perdiendo el tiempo. Un discípulo debe abandonar la conciencia del tiempo. El tiempo pertenece al yo; corresponde a la mente. La meditación no tiene tiempo.





Un buscador, un buscador filosófico, por su­puesto, acudió a un maestro zen, Bokuju, y le preguntó cuál era el camino.





Bokuju miró hacia las montañas y comentó





-Las montañas son muy hermosas.





¡Parece absurdo! Le pregunta cuál es el camino y Bokuju le dice que las montañas son hermosas. El buscador se reti­ró, frustrado. Entonces, Bokuju lanzó una bella carcajada. Un discípulo dijo:





-Maestro, ese hombre te debe haber creído loco. Y Bokuju respondió:





-Uno de los dos está loco, con seguridad. O él está lo­co... Porque no se puede preguntar por el camino, hay que recorrerlo. Y, al recorrerlo, se lo descubre. No está allí, ya preparado; así que no puedo indicar dónde está. No es co­mo una enorme autopista, lista y esperando que llegues y la recorras. No hay ningún camino así; si lo hubiera, lo habrías encontrado hace mucho tiempo. Si el camino estuviera pre­parado, todo el mundo ya lo habría recorrido. El camino se hace al andar; no está allí, esperándonos. En el momento en que comienzas a recorrerlo, el camino se produce. Sale de ti igual que una tela de araña. Te atraviesa. Lo creas y luego lo recorres. A medida que lo recorres, creas más camino.





Recuerda que el camino desaparece contigo. Nadie más puede viajar por él. No lo puedes prestar.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


EL CAMINO


Maestro 
Discípulo 
Meditación 
Tiempo

Cada vez que un discípulo está preparado, el maestro lo llama y le dice: Ahora, ¡ve! El discípulo no necesita que se lo anuncien; si necesita anunciarlo, es porque no está prepara­do, porque el yo está allí.

Pero depende. No todo discípulo está prepa­rado en diez años; algunos ni siquiera lo esta­rían en diez vidas, y otros estarán listos en diez segundos. No es algo mecánico. Depende de la calidad, de la intensidad de la conciencia del discípulo. A veces se da: basta una mirada del maestro, y el discípulo está listo. Si está abierto, si no hay barrera, si se ha abandonado, enton­ces un solo momento alcanza. Ni siquiera eso es necesario, porque la cosa se produce por fuera del tiempo.

Pero, si estás calculando, pensando cuándo sucederá, porque crees que ya has esperado bastante -pasó un año, pasaron dos años, pa­saron diez años y esperas, mientras nada suce­de (calculas por dentro)-, entonces estás perdiendo el tiempo. Un discípulo debe abandonar la conciencia del tiempo. El tiempo pertenece al yo; corresponde a la mente. La meditación no tiene tiempo.

Un buscador, un buscador filosófico, por su­puesto, acudió a un maestro zen, Bokuju, y le preguntó cuál era el camino.

Bokuju miró hacia las montañas y comentó

-Las montañas son muy hermosas.

¡Parece absurdo! Le pregunta cuál es el camino y Bokuju le dice que las montañas son hermosas. El buscador se reti­ró, frustrado. Entonces, Bokuju lanzó una bella carcajada. Un discípulo dijo:

-Maestro, ese hombre te debe haber creído loco. Y Bokuju respondió:

-Uno de los dos está loco, con seguridad. O él está lo­co... Porque no se puede preguntar por el camino, hay que recorrerlo. Y, al recorrerlo, se lo descubre. No está allí, ya preparado; así que no puedo indicar dónde está. No es co­mo una enorme autopista, lista y esperando que llegues y la recorras. No hay ningún camino así; si lo hubiera, lo habrías encontrado hace mucho tiempo. Si el camino estuviera pre­parado, todo el mundo ya lo habría recorrido. El camino se hace al andar; no está allí, esperándonos. En el momento en que comienzas a recorrerlo, el camino se produce. Sale de ti igual que una tela de araña. Te atraviesa. Lo creas y luego lo recorres. A medida que lo recorres, creas más camino.

Recuerda que el camino desaparece contigo. Nadie más puede viajar por él. No lo puedes prestar.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet