lunes, 19 de junio de 2017

EL CAMINO







Maestro 


Discípulo 


Meditación 


Tiempo





Cada vez que un discípulo está preparado, el maestro lo llama y le dice: Ahora, ¡ve! El discípulo no necesita que se lo anuncien; si necesita anunciarlo, es porque no está prepara­do, porque el yo está allí.





Pero depende. No todo discípulo está prepa­rado en diez años; algunos ni siquiera lo esta­rían en diez vidas, y otros estarán listos en diez segundos. No es algo mecánico. Depende de la calidad, de la intensidad de la conciencia del discípulo. A veces se da: basta una mirada del maestro, y el discípulo está listo. Si está abierto, si no hay barrera, si se ha abandonado, enton­ces un solo momento alcanza. Ni siquiera eso es necesario, porque la cosa se produce por fuera del tiempo.





Pero, si estás calculando, pensando cuándo sucederá, porque crees que ya has esperado bastante -pasó un año, pasaron dos años, pa­saron diez años y esperas, mientras nada suce­de (calculas por dentro)-, entonces estás perdiendo el tiempo. Un discípulo debe abandonar la conciencia del tiempo. El tiempo pertenece al yo; corresponde a la mente. La meditación no tiene tiempo.





Un buscador, un buscador filosófico, por su­puesto, acudió a un maestro zen, Bokuju, y le preguntó cuál era el camino.





Bokuju miró hacia las montañas y comentó





-Las montañas son muy hermosas.





¡Parece absurdo! Le pregunta cuál es el camino y Bokuju le dice que las montañas son hermosas. El buscador se reti­ró, frustrado. Entonces, Bokuju lanzó una bella carcajada. Un discípulo dijo:





-Maestro, ese hombre te debe haber creído loco. Y Bokuju respondió:





-Uno de los dos está loco, con seguridad. O él está lo­co... Porque no se puede preguntar por el camino, hay que recorrerlo. Y, al recorrerlo, se lo descubre. No está allí, ya preparado; así que no puedo indicar dónde está. No es co­mo una enorme autopista, lista y esperando que llegues y la recorras. No hay ningún camino así; si lo hubiera, lo habrías encontrado hace mucho tiempo. Si el camino estuviera pre­parado, todo el mundo ya lo habría recorrido. El camino se hace al andar; no está allí, esperándonos. En el momento en que comienzas a recorrerlo, el camino se produce. Sale de ti igual que una tela de araña. Te atraviesa. Lo creas y luego lo recorres. A medida que lo recorres, creas más camino.





Recuerda que el camino desaparece contigo. Nadie más puede viajar por él. No lo puedes prestar.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet