lunes, 26 de febrero de 2018

LAS SIETE LEYES DEL UNIVERSO







1. PRINCIPIO DE MENTALISMO





El Kybalión sostiene que en el Universo hay una sola Mente, un «Todo», y absolutamente todo lo que existe está comprendido dentro de esa Mente. Es decir, cada ser está conectado y forma parte de esa totalidad. Como todo lo que ha existido, existe y existirá forma parte de esa Mente Universal, el Universo es mental, y como nosotros somos parte de esa Mente, cada una de las cosas que vivimos depende de nuestros pensamientos.





Por lo tanto, nuestro mundo depende de nuestros pensamientos. Esto significa que lo que decidamos creer en cada momento se verá reflejado en el tablero de juego de la vida, dado que el Universo es mental. Nada es aleatorio y por ese motivo debemos aprender a controlar nuestros propios pensamientos, pues precisamente ellos engendran nuestra realidad.





2. PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIA





Literalmente dice: «Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba». Estudiar una parte del Todo nos facilita entender el resto.





Si este principio lo llevamos al plano personal, podremos ver que cada acto de una persona nos muestra cómo es interiormente. Es decir, si actúa de forma desordenada y caótica, así será también su mundo emocional. Si se muestra excesivamente ordenada, lo más probable es que su carácter sea cerrado y estricto.





La buena noticia es que el principio de correspondencia también funciona al revés: cualquier cambio interior repercute en nuestra situación exterior. Si dejamos de criticar, de prejuzgar, de emitir pronósticos negativos, de instalarnos en la queja permanente, descubriremos cómo nuestras circunstancias cambian, pero no lo hacen por arte de magia, simplemente lo hacen porque somos nosotros los que contribuimos a cambiar su signo modificando nuestra actitud. Y es que, aunque nada cambie, si uno cambia, todo empieza a cambiar.





El orden de uno ayudará a encontrar el orden del otro.





3. PRINCIPIO DE VIBRACIÓN





Tradicionalmente se ha dividido al ser humano en tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El espíritu equivaldría a la mente consciente, la parte que monitoriza lo que vivimos y tiene la capacidad de transformarnos. El alma sería la mente inconsciente, aquella en la que se almacenan los recuerdos de esta y otras vidas, para los que creen en la reencarnación; es decir, nuestra programación. El cuerpo es nuestro vehículo para esta experiencia.





En el Universo todo está en continuo movimiento, cambio y renovación. Todo vibra y evoluciona hacia algo mejor.





Como individuos, la vida nos obliga a avanzar aunque no lo deseemos. Cuanto más atrincherados estemos en una situación, más fuerte será el empujón de la vida para obligarnos a continuar nuestra evolución.





Estos cambios los vemos en forma de crisis que después se traducen en un cambio personal concreto, como la metamorfosis de una mariposa: primero necesitamos pasar por el trauma de la crisálida para conseguir nuestras alas.





Estos momentos son necesarios y debemos aprender a afrontarlos cuando lleguen, abiertos para aprender y cambiar. El mundo está en continuo cambio y no podemos aferrarnos a nada. El presente está de paso y después vendrá el futuro que de nuevo será presente, y aprender a disfrutar de él, momento a momento, es la clave de la felicidad.





El principio de vibración nos enseña que las energías iguales se atraen. Alrededor de esta idea se estructura el célebre best seller de Rondha Byrne.





La mente es más grande que el cuerpo. Los pensamientos provienen de un lugar infinito y por ello tienen infinitas posibilidades, y a nosotros nos corresponde tomar las elecciones en cada momento que configurarán nuestra realidad.





Según este tercer principio, el Universo está hecho de la misma sustancia por la que se propagan las distintas vibraciones. Con nuestras elecciones y pensamientos estamos construyendo nuestra realidad, pero también nuestra vibración, y con ella atraemos aquello que vibra igual que lo que hemos elegido.





Desde un punto de vista simbólico, la vibración es la naturaleza de los pensamientos que elegimos. Las personas que piensan en términos de pobreza sólo ven lo que les falta, mientras que las que tienen una mentalidad de abundancia saben ver las oportunidades en todas partes.





Cuando empezamos a aprender y seguir las leyes, es natural que surja cierta resistencia. Intentamos poner orden a nuestra vida con dieta, ejercicio y afirmaciones, pero unos días después dejamos de hacerlo por falta de tiempo. Nuestro antiguo yo lucha contra nuestros propósitos para intentar recuperar el control. Para que se produzca el cambio, debemos reafirmarnos, recordar nuestras metas y ser constantes. Aprender a cuidar de nosotros mismos y de la vibración que hemos elegido es la clave del éxito.





Durante este propósito puede que nos encontremos con situaciones difíciles o con personas que hagan bajar nuestra vibración, pero no debemos culparlas, sino aprovecharlas como enseñanzas. Las personas difíciles pueden ser maestros de vida; quizá no podamos cambiarlas, pero sí podemos cambiarnos a nosotros mismos para que no nos afecten tanto.





Además, las vibraciones altas inciden sobre las bajas, eso significa que —siempre según este principio— cuanto más alto vibres, mejor ayudarás a vibrar a los que te rodean.





En este sentido, el vocabulario también es muy importante para la evolución de tu vibración, ya que las malas palabras y la crítica rebajan su calidad.





Según los maestros herméticos, para mejorar nuestra vibración hay muchas cosas que podemos hacer, como meditar, entregarnos a una causa que sea útil a los demás, contactar con la naturaleza, o bien realizar aquellas actividades que nos elevan emocional e intelectualmente.





4. PRINCIPIO DE POLARIDAD





Esta ley dice así: «Todo es doble; todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos; los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son semiverdades; todas las paradojas pueden reconciliarse».





Con este principio, el sabio Hermes invita a armonizar los opuestos y, como diría Aristóteles, encontrar el equilibrio justo entre los polos.





Todos albergamos bondad y maldad en nuestro interior, así como atesoramos lo masculino y lo femenino, o el calor y el frío. Los extremistas tienen un trabajo más duro por delante, ya que deben descubrir que ambos extremos son expresiones de una misma cosa y que, en palabras de Buda, es en la vía del medio donde encontramos la sabiduría.





Al conciliar los polos podemos gozar de una vida armoniosa. El calor necesita del frío —el uno sin el otro haría que nos abrasáramos o nos heláramos—; el materialismo, de la espiritualidad, y la luz, de la oscuridad.





Cuando nos sentimos en una situación polarizada intensa, lo que debemos hacer es ir hacia el polo opuesto para quedar así en el centro. Si por ejemplo estamos enfadados, podemos pensar en algo que nos hizo reír para recuperar la objetividad, porque existe una gran escala de grises y ninguna verdad absoluta.





5. PRINCIPIO DE RITMO





«Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso; todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.»





Esta ley enseña que todo en la vida y el Universo tiene movimiento pendular, como las olas del mar, fenómeno demostrado científicamente por el comportamiento de las estrellas. Nuestro corazón late en un movimiento pendular, nuestros pulmones respiran siguiendo ese patrón de apertura y cierre sin fin.





Tanto nuestro cuerpo como nuestros pensamientos y sentimientos se comportan a ese ritmo de péndulo. Nos recuerdan que la rueda de la fortuna no deja de girar, pero gracias al conocimiento podemos compensarlo, reconociendo el vaivén y determinando en qué fase nos encontramos.





Si nos hallamos en la oscuridad, sabemos que en algún momento brillará el sol. Gracias a la anticipación, aprendemos por ejemplo a ahorrar en los buenos tiempos para cuando llegue un momento difícil no tener que preocuparnos, porque los buenos tiempos volverán.





Nada es permanente, ni el éxito ni el fracaso; pero eso no significa que no debamos disfrutar y aprender de ellos.





6. PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO





Textualmente dice así: «Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de casualidad pero nada escapa a la Ley».





Más que casualidades, existen causalidades. Lo que hicimos en el pasado nos pasa factura para bien o para mal. El destino es aquello que seguro que nos sucederá si no hacemos nada para evitarlo.





Nuestra vida actual es fruto de la suma de estos planos de causación, pero aquí y ahora podemos decidir conscientemente qué elegimos pensar. Si somos conscientes de los filtros a través de los cuales vemos la realidad, podremos hacerlos caer, decidir nuestra vida con libertad y abandonar el papel de víctimas, ya que nos habremos convertido en individuos con la posibilidad de cambiar nuestro presente.





Para gozar de auténtica libertad, el principio de causa y efecto nos empuja a practicar el perdón. Hay que perdonar de corazón, no sirve el «perdono pero no olvido», sino dejar atrás el rencor. Aprender a perdonar nos da paz.





Por ello debemos recordar que cada una de nuestras experiencias es una oportunidad para aprender y evolucionar.





7. PRINCIPIO DE GENERACIÓN





La última ley del Universo dice: «La generación existe por doquier. Todo tiene sus principios masculino y femenino. La generación se mantiene en todos los planos».





Todo es energía y cada persona tiene en su interior energía masculina y femenina. Para vivir de forma completa y realizada necesitamos armonizar ambas, y de ello emerge la creatividad, la vida, el fruto, la prosperidad.





Utilizando términos de la sabiduría ancestral china, el yin y el yang hacen referencia a este mismo concepto. El primero simboliza la parte femenina y el segundo, la parte masculina de todo ser. Ambos están unidos formando un círculo, la forma perfecta en el Universo, el símbolo de la vida; pero si nos damos cuenta, además, en el interior de cada una hay una parte de la otra.





Para progresar necesitamos activar nuestras dos partes: la masculina es la activa y dinámica, la combativa y la que da; la femenina es la receptiva, la creativa e imaginativa, la que acoge.





Una sin la otra es como una silla coja. Para todos los proyectos que nos propongamos necesitaremos ambas partes, por mucho que tengamos una de las partes muy desarrollada, sin la otra no llegaremos a buen puerto.









Del libro:


El mapa del tesoro


Álex Rovira/

 Francesc Miralles



Fotografía tomada de internet