A favor del conflicto edípico, el psicoanálisis explica que eróticamente uno está inevitablemente conectado a su mamá. Cuando el chico tiene cuatro años, esto no es problema, pero después cuando cumple doce, empieza a serlo. Porque si hay un tabú generalizado en todas las culturas, es este: con la madre no se coge.
Con el padre, algunas culturas dicen que si, con los hermanos y los primos también, pero con la madre está prohibido en todas las culturas de todos los tiempos. Entonces, uno se da cuenta sólito de que su deseo está mal, que no se hace. ¿Qué pasa con este pequeño caballerito de doce años que quiere cogerse a su madre?.
En el mejor de los casos, se identifica con su papá y le dice internamente: “Cogétela vos, papi, que lo hacés bien”, y se siente tranquilo. Pero no siempre es tan fácil. Lo cierto es que tiene que hacer algo con su deseo que no sea estrictamente cogerse a la madre.
Y lo que en general hace es tomar esta imagen de mujer única que es la madre y dividirla en dos imágenes antagónicas: una, la mujer santa, casta, pura y angelical, que representa a la madre, con la cual, por supuesto, no se coge. Y otra, la mujer puta (no la que cobra, sino la que goza) para disfrutar, con la cual se coge, absolutamente, de hecho está para eso.
Casi todos los hombres llegamos al mundo sexual adulto con esta imagen dividida. Las mujeres pertenecen a dos grupos: madres y putas. Cuando un varón busca a una chica para coger, sabe dónde encontrarla.
Cuando busca a una chica para formar pareja y casarse, recurre al grupo de madres. Entonces sucede algo que parece lógico pero que a el lo asombra:
No sabe por que, no tiene ganas de coger con ella.
¡Quiero coger con todas las demás menos con la que eligió!
Y es lógico, porque fue elegida sobre la impronta del aspecto amado de su mamá.
El 70% de los tipos que están en pareja y tienen un vínculo estable con esa mujer que eligieron y que les
resulta bárbara para estar en pareja, tienen que salir a putanear por ahí porque las que realmente los calientan
son las otras.
Y para agravar este asunto, las madres les han enseñado a las hijas que hay que ser casta y pura, no puta.
¿Cómo resolvemos esa conducta disociada de un modo saludable?. Encontrando a una mujer cuya actitud
personal tenga tales características que nos permitan volver a unir las imágenes que alguna vez separamos.
Esto es, una mujer que pueda sumar los aspectos de los dos grupos arquetípicos: el de las madres y el de las
putas.
Dicen un paciente mío que cuando uno tiene una mujer capaz de ser madre y de ser puta, tiene una mujer de
puta madre,
Y es cierto y es maravilloso, no sólo para ese hombre.
Cuando una mujer se anima a ser madre y puta, tierna y sensual, buena y erótica, se siente otra vez
completa.
Las mujeres también tienen que aprender que no hay diferentes grupos, que ser puta no es ser prostituta, es s
aber disfrutar del sexo.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay
Fotografía