Mostrando entradas con la etiqueta El arte de ser flexible. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El arte de ser flexible. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de mayo de 2018

LA MENTE FLEXIBLE Y EL FUNCIONAMIENTO ÓPTIMO







COMENTARIOS FINALES





El funcionamiento óptimo es el perfeccionamiento constante de la mente humana por desarrollar sus fortalezas básicas. Entre otras cosas, implica pasar de un estado desorganizado a uno organizado, de un nivel simple a uno complejo, de una escasa autobservación a una mejor autorreflexión, de una mente estática y rígida a una mente más plástica y menos egocéntrica. Una mente que funcione bien estará siempre activa y comprometida con una transformación profunda del yo. Así como existe una evolución de la especie a nivel global, también existe un mejoramiento o crecimiento individual que hace que nuestras estructuras psicológicas adquieran mayor flexibilidad y mayores posibilidades de adaptarse a situaciones nuevas. El funcionamiento óptimo implica escasa o nula resistencia al cambio y una profunda capacidad de autocorrección. 





Como hemos visto a lo largo del libro, la propuesta básica es mover el dial hacia puntos de funcionamiento intermedios, tratando de no quedarse en los extremos nocivos que presenta la mentalidad rígida. En este sentido, ubicamos seis zonas básicas de flexibilidad mental.





Zona 1:





Alejarse del dogmatismo (creencias inamovibles) y adoptar convicciones racionales y abiertas a la crítica y a la revisión, sin caer en el «todo vale». A esto lo llamamos: pensamiento crítico





Zona 2:





Alejarse de las actitudes de solemnidad / amargura (tomarse demasiado en serio a uno mismo) y adoptar el buen humor y la disposición a la risa como forma de vida, sin caer en la estupidez risueña de la frivolidad. A esto lo llamamos: pensamiento lúdico.





Zona 3:





Alejarse de la normatividad (aceptación ciega de las normas) y adoptar una actitud inconformista inteligente y fundamentada (rebelde con causa), evitando caer en la filosofía del «dejar hacer» (laisser faire), según la cual la norma es vista como un tabú. A esto lo llamamos: pensamiento inconformista.





Zona 4:





Alejarse de toda forma de prejuicio y fanatismo y tratar de ser ecuánimes y justos en cada acto de la vida, dejando a un lado la inferencia arbitraria y la mala costumbre de catalogar a la gente. A esto lo llamamos: pensamiento imparcial / equilibrado





Zona 5:





Alejarse de la visión simplista del mundo (infantilismo / trivialidad) y adoptar una actitud acorde con la complejidad cognitiva o, si se quiere, una sencillez compleja (profunda, que no oscura), que no se contenta con lo superficial pero que tampoco pretende ser insondable. A esto lo llamamos: pensamiento complejo.





Zona 6:





Alejarse de toda forma de autoritarismo y abuso del poder y adoptar una posición democrática, pluralista y participativa, abierta al diálogo y a la diferencia. A esto lo llamamos: pensamiento pluralista.





La flexibilidad mental toma forma en la conjunción de las seis zonas mencionadas, donde cada una de ellas completa a la otra, como si se tratara de un mosaico móvil y dinámico. El pensamiento flexible fluye cómodamente por todas las zonas tratando de evitar las polaridades inútiles, absurdas o peligrosas para la salud personal o social. 





El poder del pensamiento flexible radica en su tremenda fuerza adaptativa y en su capacidad de autorregulación y crecimiento interno. Mantener fuera el dogmatismo, la solemnidad, la normatividad, el prejuicio, el simplismo y el autoritarismo permite fortalecer sus opuestos. Una persona que ha desarrollado una actitud crítica, lúdica, rebelde, justa, integradora y pluralista ha creado un estilo de vida abierto y altamente saludable. No sólo ella vivirá mejor, sino que contribuirá al bienestar de su comunidad: una mente flexible genera menos estrés, más felicidad y menos violencia. Siguiendo a Nietzsche, la mente flexible se identifica con: «Querer llegar a ser lo que somos, seres humanos nuevos, únicos, incomparables, que se dan a sí mismos leyes, que se crean a sí mismos.»









Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet


LA MENTE FLEXIBLE Y EL FUNCIONAMIENTO ÓPTIMO


COMENTARIOS FINALES

El funcionamiento óptimo es el perfeccionamiento constante de la mente humana por desarrollar sus fortalezas básicas. Entre otras cosas, implica pasar de un estado desorganizado a uno organizado, de un nivel simple a uno complejo, de una escasa autobservación a una mejor autorreflexión, de una mente estática y rígida a una mente más plástica y menos egocéntrica. Una mente que funcione bien estará siempre activa y comprometida con una transformación profunda del yo. Así como existe una evolución de la especie a nivel global, también existe un mejoramiento o crecimiento individual que hace que nuestras estructuras psicológicas adquieran mayor flexibilidad y mayores posibilidades de adaptarse a situaciones nuevas. El funcionamiento óptimo implica escasa o nula resistencia al cambio y una profunda capacidad de autocorrección. 

Como hemos visto a lo largo del libro, la propuesta básica es mover el dial hacia puntos de funcionamiento intermedios, tratando de no quedarse en los extremos nocivos que presenta la mentalidad rígida. En este sentido, ubicamos seis zonas básicas de flexibilidad mental.

Zona 1:

Alejarse del dogmatismo (creencias inamovibles) y adoptar convicciones racionales y abiertas a la crítica y a la revisión, sin caer en el «todo vale». A esto lo llamamos: pensamiento crítico

Zona 2:

Alejarse de las actitudes de solemnidad / amargura (tomarse demasiado en serio a uno mismo) y adoptar el buen humor y la disposición a la risa como forma de vida, sin caer en la estupidez risueña de la frivolidad. A esto lo llamamos: pensamiento lúdico.

Zona 3:

Alejarse de la normatividad (aceptación ciega de las normas) y adoptar una actitud inconformista inteligente y fundamentada (rebelde con causa), evitando caer en la filosofía del «dejar hacer» (laisser faire), según la cual la norma es vista como un tabú. A esto lo llamamos: pensamiento inconformista.

Zona 4:

Alejarse de toda forma de prejuicio y fanatismo y tratar de ser ecuánimes y justos en cada acto de la vida, dejando a un lado la inferencia arbitraria y la mala costumbre de catalogar a la gente. A esto lo llamamos: pensamiento imparcial / equilibrado

Zona 5:

Alejarse de la visión simplista del mundo (infantilismo / trivialidad) y adoptar una actitud acorde con la complejidad cognitiva o, si se quiere, una sencillez compleja (profunda, que no oscura), que no se contenta con lo superficial pero que tampoco pretende ser insondable. A esto lo llamamos: pensamiento complejo.

Zona 6:

Alejarse de toda forma de autoritarismo y abuso del poder y adoptar una posición democrática, pluralista y participativa, abierta al diálogo y a la diferencia. A esto lo llamamos: pensamiento pluralista.

La flexibilidad mental toma forma en la conjunción de las seis zonas mencionadas, donde cada una de ellas completa a la otra, como si se tratara de un mosaico móvil y dinámico. El pensamiento flexible fluye cómodamente por todas las zonas tratando de evitar las polaridades inútiles, absurdas o peligrosas para la salud personal o social. 

El poder del pensamiento flexible radica en su tremenda fuerza adaptativa y en su capacidad de autorregulación y crecimiento interno. Mantener fuera el dogmatismo, la solemnidad, la normatividad, el prejuicio, el simplismo y el autoritarismo permite fortalecer sus opuestos. Una persona que ha desarrollado una actitud crítica, lúdica, rebelde, justa, integradora y pluralista ha creado un estilo de vida abierto y altamente saludable. No sólo ella vivirá mejor, sino que contribuirá al bienestar de su comunidad: una mente flexible genera menos estrés, más felicidad y menos violencia. Siguiendo a Nietzsche, la mente flexible se identifica con: «Querer llegar a ser lo que somos, seres humanos nuevos, únicos, incomparables, que se dan a sí mismos leyes, que se crean a sí mismos.»


Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

domingo, 22 de abril de 2018

EL PODER DEL PENSAMIENTO PLURALISTA







El autoritarismo, en cualquiera de sus formas, es una lacra psicológica y social. La mejor manera de oponerse a él es dejar que otras personas que no comparten nuestros puntos de vista se acerquen e intercambien ideas y costumbres con una crítica constructiva. De esta manera, al dar cabida a la diferencia, la democracia hará su aparición, y con ella, la destrucción de la mente totalitaria. ¿Un camino para vencer el abuso del poder? Vivir de acuerdo con los derechos humanos, ejercitarlos y defenderlos. 





El pensamiento pluralista te permite: 






  • No depender de la autoridad irracional en ninguna de sus formas.



  • Repartir democráticamente el poder, si lo tuvieras.



  • No seguir a nadie por obligación, sino por convicción.



  • Trabajar en equipo sin explotar ni atropellar a tus compañeros o colaboradores. 



  • Comprender que las personas que te contradicen te ayudan a crecer y que, por lo tanto, no necesitas excluirlos de tu vida. 



  • Discutir sin ofenderte y sin herir a las personas que no están de acuerdo contigo. 



  • No ver el mundo como un espacio de competencia desleal donde debes ganar o perder, sino como un lugar para llevar a cabo tus metas personales.



  • Ejercer el derecho a la desobediencia legítima o civil cuando tu conciencia así lo reclame.











Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet


EL PODER DEL PENSAMIENTO PLURALISTA


El autoritarismo, en cualquiera de sus formas, es una lacra psicológica y social. La mejor manera de oponerse a él es dejar que otras personas que no comparten nuestros puntos de vista se acerquen e intercambien ideas y costumbres con una crítica constructiva. De esta manera, al dar cabida a la diferencia, la democracia hará su aparición, y con ella, la destrucción de la mente totalitaria. ¿Un camino para vencer el abuso del poder? Vivir de acuerdo con los derechos humanos, ejercitarlos y defenderlos. 

El pensamiento pluralista te permite: 

  • No depender de la autoridad irracional en ninguna de sus formas.
  • Repartir democráticamente el poder, si lo tuvieras.
  • No seguir a nadie por obligación, sino por convicción.
  • Trabajar en equipo sin explotar ni atropellar a tus compañeros o colaboradores. 
  • Comprender que las personas que te contradicen te ayudan a crecer y que, por lo tanto, no necesitas excluirlos de tu vida. 
  • Discutir sin ofenderte y sin herir a las personas que no están de acuerdo contigo. 
  • No ver el mundo como un espacio de competencia desleal donde debes ganar o perder, sino como un lugar para llevar a cabo tus metas personales.
  • Ejercer el derecho a la desobediencia legítima o civil cuando tu conciencia así lo reclame.


Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

viernes, 16 de marzo de 2018

EL ARTE DE CONVENCER AL SÚBDITO








Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.





EL ARTE DE CONVENCER AL SÚBDITO 






No es más que un lavado de cerebro. De tanto oír que somos imbéciles podemos creernos el cuento y satisfacer a nuestros evaluadores. Ya no se trata de la obligación que genera la pirámide de mando, sino de un Disneyworld personalizado donde los subalternos son felices al asumir el papel que les asigna el poderoso. El sujeto autoritario busca que la ley del gallinero haga feliz a los de abajo, no importa cuántos excrementos reciban en honor a la causa. Dos premisas que se incrustan en el cerebro: «Te he elegido entre muchos» y «tienes el privilegio de servirme y de estar en mi equipo.» Es decir, ¡tienes la suerte de estar bajo mi mando! 





Una de las estrategias preferidas de las personas autoritarias es la aplicación de la gota malaya, que consiste en aplastar el yo de sus subordinados de manera lenta y sistemática, hasta que se convenzan de que no pueden aspirar a más. Destruir la autoestima y aniquilar la voluntad. Es la táctica de idiotizar a las multitudes o a las personas para consolidarse en el poder y seguir allí bajo los auspicios de aquellos que ya no ejercen el derecho de pensar libremente.










Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet


EL ARTE DE CONVENCER AL SÚBDITO


Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.

EL ARTE DE CONVENCER AL SÚBDITO 

No es más que un lavado de cerebro. De tanto oír que somos imbéciles podemos creernos el cuento y satisfacer a nuestros evaluadores. Ya no se trata de la obligación que genera la pirámide de mando, sino de un Disneyworld personalizado donde los subalternos son felices al asumir el papel que les asigna el poderoso. El sujeto autoritario busca que la ley del gallinero haga feliz a los de abajo, no importa cuántos excrementos reciban en honor a la causa. Dos premisas que se incrustan en el cerebro: «Te he elegido entre muchos» y «tienes el privilegio de servirme y de estar en mi equipo.» Es decir, ¡tienes la suerte de estar bajo mi mando! 

Una de las estrategias preferidas de las personas autoritarias es la aplicación de la gota malaya, que consiste en aplastar el yo de sus subordinados de manera lenta y sistemática, hasta que se convenzan de que no pueden aspirar a más. Destruir la autoestima y aniquilar la voluntad. Es la táctica de idiotizar a las multitudes o a las personas para consolidarse en el poder y seguir allí bajo los auspicios de aquellos que ya no ejercen el derecho de pensar libremente.


Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

sábado, 10 de marzo de 2018

ARGUMENTUM AD HOMINEN







Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.





ARGUMENTUM AD HOMINEN





Esta falacia o distorsión de la información consiste en negar la fuerza lógica de un argumento injuriando a quien lo expone para que la conducta del opositor, o su manera de ser, desvirtúe sus ideas. 





Cuando era estudiante, le comenté a un profesor que no creía en la validez de una de sus teorías psicológicas y le expliqué por qué pensaba de ese modo. El hombre se indignó muchísimo. Su respuesta se tiñó con el argumentun ad hominen: no se molestó en discutir mis opiniones sino en hacer interpretaciones sobre mi persona: «Usted se resiste... Habría que analizar su pasado para ver qué le ocurrió realmente en la infancia para que ahora muestre semejante negación...» En otras palabras, no estar de acuerdo con tal o cual teoría me ubicaba automáticamente del lado de los traumatizados o los enfermos. 





La premisa autoritaria es en definitiva irracional: «Si me caes mal o pones en peligro alguno de mis privilegios o valores, todo lo que digas será considerado estúpido o peligroso. Pero si me caes bien, si no eres amenazante para mi statu quo o mis creencias, todo lo que digas será tomado positivamente.» En conclusión, cuando se rechaza una tesis no por lo que se dice sino por quién lo dice, estamos siendo dogmáticos y autoritarios.









Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet


ARGUMENTUM AD HOMINEN


Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.

ARGUMENTUM AD HOMINEN

Esta falacia o distorsión de la información consiste en negar la fuerza lógica de un argumento injuriando a quien lo expone para que la conducta del opositor, o su manera de ser, desvirtúe sus ideas. 

Cuando era estudiante, le comenté a un profesor que no creía en la validez de una de sus teorías psicológicas y le expliqué por qué pensaba de ese modo. El hombre se indignó muchísimo. Su respuesta se tiñó con el argumentun ad hominen: no se molestó en discutir mis opiniones sino en hacer interpretaciones sobre mi persona: «Usted se resiste... Habría que analizar su pasado para ver qué le ocurrió realmente en la infancia para que ahora muestre semejante negación...» En otras palabras, no estar de acuerdo con tal o cual teoría me ubicaba automáticamente del lado de los traumatizados o los enfermos. 

La premisa autoritaria es en definitiva irracional: «Si me caes mal o pones en peligro alguno de mis privilegios o valores, todo lo que digas será considerado estúpido o peligroso. Pero si me caes bien, si no eres amenazante para mi statu quo o mis creencias, todo lo que digas será tomado positivamente.» En conclusión, cuando se rechaza una tesis no por lo que se dice sino por quién lo dice, estamos siendo dogmáticos y autoritarios.


Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

martes, 6 de marzo de 2018

PRERROGATIVA: «DEBES TRATARME SIEMPRE COMO YO QUIERO»







Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.





DEBES TRATARME SIEMPRE COMO YO QUIERO:





Este esquema responde a la actividad de un yo desproporcionado que quiere ser el centro del universo intelectual y afectivo. No hay excusa: mis deseos son órdenes. Si respetas mi «rango», deberás adelantarte a mis deseos y complacerme en todo. A los tiranos hay que satisfacerlos a cualquier precio. Exigen discípulos que sean soplones, guardaespaldas, nodrizas o ayudantes multilingües. El sueño de los individuos autoritarios es poseer un ejército de colaboradores complacientes que se ufanen por estar a sus pies y compitan entre sí para saber quién es más capaz de anticipar mejor los deseos de su mandamás. Obviamente hay una diferencia clara entre contentar y actuar como un siervo. 





La prerrogativa autoritaria busca que siempre tenga la razón quien ostente el poder, no importa qué diga o haga. La prerrogativa parte de la siguiente creencia: «Debes tratarme siempre como yo quiero», lo que se apuntala a su vez en uno de los pensamientos típicos del narcisismo: «Soy especial.»









Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet


PRERROGATIVA: «DEBES TRATARME SIEMPRE COMO YO QUIERO»


Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.

DEBES TRATARME SIEMPRE COMO YO QUIERO:

Este esquema responde a la actividad de un yo desproporcionado que quiere ser el centro del universo intelectual y afectivo. No hay excusa: mis deseos son órdenes. Si respetas mi «rango», deberás adelantarte a mis deseos y complacerme en todo. A los tiranos hay que satisfacerlos a cualquier precio. Exigen discípulos que sean soplones, guardaespaldas, nodrizas o ayudantes multilingües. El sueño de los individuos autoritarios es poseer un ejército de colaboradores complacientes que se ufanen por estar a sus pies y compitan entre sí para saber quién es más capaz de anticipar mejor los deseos de su mandamás. Obviamente hay una diferencia clara entre contentar y actuar como un siervo. 

La prerrogativa autoritaria busca que siempre tenga la razón quien ostente el poder, no importa qué diga o haga. La prerrogativa parte de la siguiente creencia: «Debes tratarme siempre como yo quiero», lo que se apuntala a su vez en uno de los pensamientos típicos del narcisismo: «Soy especial.»


Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

miércoles, 21 de febrero de 2018

EL BÚNKER DEFENSIVO DEL AUTORITARISMO: "Mis deseos son órdenes"







Las personas autoritarias se atrincheran en una compleja fortaleza cognitiva para mantener el poder y rechazar a los que pudieran ponerlo en duda, posiblemente debido a su inseguridad y para tratar de salvaguardar un autoconcepto endeble. Como si se tratara de un campo de batalla, los autoritarios despliegan todo tipo de estrategias de supervivencia, tratando de defender su posición y sus pensamientos de grandiosidad. Primitivo y peligroso a la vez. El gusto por el poder es una de las características principales de las mentes depredadoras. 





Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.





INCULPACIÓN: «MUERTE AL VIL VILLANO»





Las personas autoritarias ven adversarios por todas partes. Una noción acomodaticia del bien («lo bueno es lo que me conviene») los lleva a descalificar y censurar cualquier contradicción. Es una mezcla entre egocentrismo e infantilismo moral: «El que no me apoya es culpable de conspiración.» Ver la supuesta perversidad ajena y no la propia es la esencia de la inculpación. La creencia que la sustenta es que cierta clase de gente es vil, malvada o infame y, por lo tanto, debe ser seriamente culpabilizada y castigada por su maldad.117





Recuerdo a un señor que parecía salido de la película La letra escarlata: especialmente cerrado en los temas morales y un fustigador implacable de la gente que consumía droga. Los últimos cinco años de su vida los había pasado señalando e incriminando a los drogodependientes y pidiendo castigos para todo el mundo. Eso le había dado fama de «hombre de hierro» que de manera implacable «luchaba contra el vicio». Obviamente, su autoritarismo crecía como la espuma cada vez que lo invitaban a dar una conferencia o cuando salía por televisión.

Sin embargo, la vida le tenía preparada una triste sorpresa: después de la muerte de su esposa, su hijo menor se volvió adicto a la cocaína. A partir de ahí, sus críticas a los adictos se suavizaron y empezó a proponer criterios más comprensivos y moderados para ayudar a los drogodependientes, que ya no eran «viciosos» sino «enfermos». Inculpar al prójimo sin ver la viga atravesada en la propia mente es uno de los mayores síntomas del autoritarismo.




117. Ellis, A. (1980). Razón y emoción en psicoterapia. Bilbao: DDB.









Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet



EL BÚNKER DEFENSIVO DEL AUTORITARISMO: "Mis deseos son órdenes"


Las personas autoritarias se atrincheran en una compleja fortaleza cognitiva para mantener el poder y rechazar a los que pudieran ponerlo en duda, posiblemente debido a su inseguridad y para tratar de salvaguardar un autoconcepto endeble. Como si se tratara de un campo de batalla, los autoritarios despliegan todo tipo de estrategias de supervivencia, tratando de defender su posición y sus pensamientos de grandiosidad. Primitivo y peligroso a la vez. El gusto por el poder es una de las características principales de las mentes depredadoras. 

Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.

INCULPACIÓN: «MUERTE AL VIL VILLANO»

Las personas autoritarias ven adversarios por todas partes. Una noción acomodaticia del bien («lo bueno es lo que me conviene») los lleva a descalificar y censurar cualquier contradicción. Es una mezcla entre egocentrismo e infantilismo moral: «El que no me apoya es culpable de conspiración.» Ver la supuesta perversidad ajena y no la propia es la esencia de la inculpación. La creencia que la sustenta es que cierta clase de gente es vil, malvada o infame y, por lo tanto, debe ser seriamente culpabilizada y castigada por su maldad.117

Recuerdo a un señor que parecía salido de la película La letra escarlata: especialmente cerrado en los temas morales y un fustigador implacable de la gente que consumía droga. Los últimos cinco años de su vida los había pasado señalando e incriminando a los drogodependientes y pidiendo castigos para todo el mundo. Eso le había dado fama de «hombre de hierro» que de manera implacable «luchaba contra el vicio». Obviamente, su autoritarismo crecía como la espuma cada vez que lo invitaban a dar una conferencia o cuando salía por televisión.
Sin embargo, la vida le tenía preparada una triste sorpresa: después de la muerte de su esposa, su hijo menor se volvió adicto a la cocaína. A partir de ahí, sus críticas a los adictos se suavizaron y empezó a proponer criterios más comprensivos y moderados para ayudar a los drogodependientes, que ya no eran «viciosos» sino «enfermos». Inculpar al prójimo sin ver la viga atravesada en la propia mente es uno de los mayores síntomas del autoritarismo.

117. Ellis, A. (1980). Razón y emoción en psicoterapia. Bilbao: DDB.


Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

lunes, 12 de febrero de 2018

FLEXIBILIDAD: NO AUTORITARISMO









Para ser flexible






  • Entre el abuso del poder que ejerce el autoritarismo y el abuso de la libertad que predica el libertinaje, están los derechos humanos.



  • Las personas flexibles no siguen ciegamente a los maestros de turno o a los expertos. Primero piensan; luego, se confrontan a sí mismas, y finalmente deciden qué hacer. Por eso irritan tanto a los autoritarios. 



  • ¿Obedecer y seguir instrucciones? Siempre y cuando no se atente contra tu libertad. Si la racionalidad está presente, la convivencia no se ve amenazada y la dignidad sale bien librada. En otras palabras: respetar lo que sea respetable. ¿Recuerdas a la señora afrodescendiente que un buen día se sentó en un transporte público en Estados Unidos, cuando la gente como ella tenía prohibido hacerlo? ¿Recuerdas el impacto que tuvo ese simple hecho de desobediencia legítima en el movimiento por la defensa de los derechos de los afroamericanos? Una mariposa bate las alas en Nueva Zelanda y al cabo de unas semanas puede haber un huracán en Latinoamérica. 



  • Si aceptas el pluralismo debes empezar a convivir con las diferencias, sin eliminarlas por decreto y sin caer en la seducción del autoritarismo.











Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet





FLEXIBILIDAD: NO AUTORITARISMO


Para ser flexible

  • Entre el abuso del poder que ejerce el autoritarismo y el abuso de la libertad que predica el libertinaje, están los derechos humanos.
  • Las personas flexibles no siguen ciegamente a los maestros de turno o a los expertos. Primero piensan; luego, se confrontan a sí mismas, y finalmente deciden qué hacer. Por eso irritan tanto a los autoritarios. 
  • ¿Obedecer y seguir instrucciones? Siempre y cuando no se atente contra tu libertad. Si la racionalidad está presente, la convivencia no se ve amenazada y la dignidad sale bien librada. En otras palabras: respetar lo que sea respetable. ¿Recuerdas a la señora afrodescendiente que un buen día se sentó en un transporte público en Estados Unidos, cuando la gente como ella tenía prohibido hacerlo? ¿Recuerdas el impacto que tuvo ese simple hecho de desobediencia legítima en el movimiento por la defensa de los derechos de los afroamericanos? Una mariposa bate las alas en Nueva Zelanda y al cabo de unas semanas puede haber un huracán en Latinoamérica. 
  • Si aceptas el pluralismo debes empezar a convivir con las diferencias, sin eliminarlas por decreto y sin caer en la seducción del autoritarismo.


Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

lunes, 5 de febrero de 2018

EN BUSCA DE LA AUTONOMÍA Y EL PLURALISMO







Los griegos utilizaban la palabra «autarquía» para definir la capacidad de hacerse cargo de uno mismo. Según Aristóteles, gobernarse a sí mismo mediante leyes morales o políticas conformes con la racionalidad era el ideal de felicidad. Cuando digo «bastarse a sí mismo» o «ser eficiente» no estoy exaltando un mundo esquizoide donde perdamos contacto con los otros o nos enemistemos con el prójimo; sino que me refiero a la posibilidad de actuar en consonancia con lo que considero justo, valioso o necesario. Epicuro,115 uno de los mayores defensores de la autoarquía, decía en dos de sus escritos: 





«El fruto más importante de la autarquía es la libertad.» (Sentencias Vaticanas, 77) 





«La autarquía la tenemos como un gran bien, no porque debamos siempre conformarnos con poco sino para que, si no tenemos mucho, con este poco nos baste, pues estamos convencidos de que de la abundancia gozan con mayor dulzura aquellos que mínimamente la necesitan...» (Cartas a Meneceo, 130) 





La autonomía nos permite poner en funcionamiento nuestros planes de vida y activar aquellas metas que nos permitan desarrollar nuestras fortalezas. Si no eres autónomo, pudiendo serlo, eres esclavo de algo o de alguien. Es el atributo más fundamental del ser humano. Es la libertad de realizar cualquier conducta que no perjudique a terceros. La autonomía, por definición, se opone a toda forma de autoritarismo.





¿Qué caracteriza a una persona autónoma y no autoritaria? El pensamiento pluralista. Si uno no acepta que la gente sea independiente (autárquica), si le disgusta el intercambio libre de ideas y si no permite que los demás participen en las decisiones y puedan criticarlo a él o a su grupo (democracia), estamos ante un dictador en potencia. Es mejor mantenerse lejos y, obviamente, no obedecerle. 





¿Qué persigue el autoritarismo? Al igual que el totalitarismo (o como una expresión de él), lo que persigue es el dominio total. En Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt lo pone en estos términos:116 





«La dominación total, que aspira a organizar la infinita pluralidad y la diferenciación de los seres humanos como si la Humanidad fuese justamente un individuo, sólo es posible si todas y cada una de las personas pudieran ser reducidas a una identidad nunca cambiante de reacciones, de forma tal que pudieran intercambiarse al azar...» (p. 533)






115. Epicuro (2004). Obras. Madrid: Tecnos.


116. Arendt, H. (2001). Los orígenes del totalitarismo. 

Madrid: Taurus.








Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet


EN BUSCA DE LA AUTONOMÍA Y EL PLURALISMO


Los griegos utilizaban la palabra «autarquía» para definir la capacidad de hacerse cargo de uno mismo. Según Aristóteles, gobernarse a sí mismo mediante leyes morales o políticas conformes con la racionalidad era el ideal de felicidad. Cuando digo «bastarse a sí mismo» o «ser eficiente» no estoy exaltando un mundo esquizoide donde perdamos contacto con los otros o nos enemistemos con el prójimo; sino que me refiero a la posibilidad de actuar en consonancia con lo que considero justo, valioso o necesario. Epicuro,115 uno de los mayores defensores de la autoarquía, decía en dos de sus escritos: 

«El fruto más importante de la autarquía es la libertad.» (Sentencias Vaticanas, 77) 

«La autarquía la tenemos como un gran bien, no porque debamos siempre conformarnos con poco sino para que, si no tenemos mucho, con este poco nos baste, pues estamos convencidos de que de la abundancia gozan con mayor dulzura aquellos que mínimamente la necesitan...» (Cartas a Meneceo, 130) 

La autonomía nos permite poner en funcionamiento nuestros planes de vida y activar aquellas metas que nos permitan desarrollar nuestras fortalezas. Si no eres autónomo, pudiendo serlo, eres esclavo de algo o de alguien. Es el atributo más fundamental del ser humano. Es la libertad de realizar cualquier conducta que no perjudique a terceros. La autonomía, por definición, se opone a toda forma de autoritarismo.

¿Qué caracteriza a una persona autónoma y no autoritaria? El pensamiento pluralista. Si uno no acepta que la gente sea independiente (autárquica), si le disgusta el intercambio libre de ideas y si no permite que los demás participen en las decisiones y puedan criticarlo a él o a su grupo (democracia), estamos ante un dictador en potencia. Es mejor mantenerse lejos y, obviamente, no obedecerle. 

¿Qué persigue el autoritarismo? Al igual que el totalitarismo (o como una expresión de él), lo que persigue es el dominio total. En Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt lo pone en estos términos:116 

«La dominación total, que aspira a organizar la infinita pluralidad y la diferenciación de los seres humanos como si la Humanidad fuese justamente un individuo, sólo es posible si todas y cada una de las personas pudieran ser reducidas a una identidad nunca cambiante de reacciones, de forma tal que pudieran intercambiarse al azar...» (p. 533)

115. Epicuro (2004). Obras. Madrid: Tecnos.
116. Arendt, H. (2001). Los orígenes del totalitarismo. 
Madrid: Taurus.

Extracto del libro: 
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

jueves, 1 de febrero de 2018

¿OBEDECER O DESOBEDECER? LA LECCIÓN DE ANTÍGONA







La tragedia Antígona, de Sófocles,114 permite que nos cuestionemos en profundidad la controversia obediencia / rebeldía. La obra trata sobre una mujer que decide sepultar a su hermano y rendirle honras fúnebres contraviniendo una orden proferida por el rey Creonte, tío de Antígona. La historia se centra en una profunda reflexión del derecho a la desobediencia cuando la dignidad de las personas se ve afectada. La heroína le responde a Creonte que no podía encontrar «más gloriosa gloria que enterrando a mi hermano» (aunque viole la prohibición), y luego agrega:





«Todos éstos te dirían que mi acción les agrada, si el miedo no les tuviera cerrada la boca; pero la tiranía tiene, entre otras muchas ventajas, la de poder hacer y decir lo que le venga en gana.» (p. 93) 





Creonte actúa como un dictador cruel al prohibir la sepultura del finado, pues conocía el sentido que daban los griegos al acto funerario. Para Antígona, simplemente era inaceptable aunque le costara la vida. Pero el rey no da su brazo a torcer. Su hijo Hemón, prometido de Antígona, increpa y apela a la razón de su padre tratando de salvar a su amada: 





«Para un hombre que sea prudente, no es nada vergonzoso si no se mostrase en exceso intransigente; mira en invierno, a la orilla de los torrentes acrecentados por la lluvia invernal, cuántos árboles ceden para salvar su ramaje; en cambio, el que se opone sin ceder acaba desaguado. [...] Por lo tanto, no me extremes tu rigor y admite el cambio.» (p. 100) 





Pero el rey hace oídos sordos y provoca la muerte de Antígona e, indirectamente, la de su propio hijo, quien luego se suicida. La intransigencia de los dictadores no tiene límites porque para ellos el cambio de parecer es síntoma de debilidad o inferioridad. Es mejor morir con las botas puestas. 





La buena autoridad, la que es flexible y dialogante, respeta la autonomía y los derechos de los demás. La mala autoridad, la que es rígida e impositiva, la que es incapaz de revisarse a sí misma y crear excepciones a las reglas, restringirá al extremo la autonomía de los demás. No estoy diciendo que debamos pasarnos los semáforos en rojo cada vez que nos venga en gana para defender el «desarrollo libre de la personalidad». Lo que propongo es moverse entre estas dos preguntas existenciales: ¿Cómo he de vivir? (ética) y ¿qué debo hacer? (moral). La primera es más personal; la segunda, más social: derechos y deberes. Sin reglas de convivencia, el mundo sería un caos, pero si no pudiéramos elegir o decidir con libertad, el mundo sería una experiencia psicológicamente aterradora.





Tanto en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (París, 1789) como en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Nueva York, 1948) se resalta explícitamente el «derecho a rebelarse contra la tiranía y a resistir a la opresión». Este derecho a la resistencia (el que ejerce Antígona) encuentra su mejor manifestación en el concepto de «desobediencia civil o legítima», que consiste en negarse a cumplir una ley cuando se piensa que hay suficientes razones morales para abolirla. Una vez agotados los recursos legales tradicionales para inhabilitar la norma jurídica en cuestión, queda el camino que utilizaron personas no violentas como Ghandi o Martin Luther King, entre muchos otros.





Por tanto, ¿a quién o a qué obedecer?, ¿a los profetas, a los viejos, a Internet, a los programas de radio o televisión, a los consejeros, a la publicidad, al psiquiatra, a los yupis? Aquí la autonomía enseña lo siguiente: obedece a tu propia conciencia.





114. Sófocles (1975). Ayax, Antígona, Edipo Rey. Buenos Aires: Salvat.









Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet