En los hechos concretos, la iniciación sexual de los jóvenes de hoy está muy lejos de ser la espantosa iniciación sexual que teníamos nosotros.
Un tío amigo nos llevaba para que “debutáramos” con una de las chicas “de vida ligera” como decían ellos.
Parecía algo importante, porque ahí uno se graduaba de hombre y el tío se quedaba tranquilo, y convencido de que uno no era puto, cosa que era fundamental demostrar. Entonces el tío iba a ver al viejo de uno y le decía: “Ya está”. Y el padre de uno entendía que se podía quedar tranquilo. Porque... “Dios no permita”.
En fin, el debut del hijo varón era un placer y un alivio para la familia, porque significaba la certeza de que el chico no iba a ser homosexual, pero para el, en general, era una porquería.
En mi barrio había que hacerlo antes de los 18, porque de lo contrario no quedaba otra que mentir mucho.
Después me enteré de que no era el único que mentía...
A nadie se lo ocurría iniciar a ninguna mujer, y mucho menos hacer un festejo.
Hoy en día, un nuestros hogares, cuando la nena viene a hablar de esto, los padres “modernos y psicologizados” dicen solemnemente.
“Ajá... ¿Lo pensaste bien, no?. Porque mira que...”
pero no hay placer ni festejo por la hija que inició su vida sexual, ni siquiera alivio.
Seguimos educando como si la sexualidad fuera diferente para mujeres y varones.
Y esto es manejado por una estructura machista de pensamiento.
Mal que nos pese, aunque intentemos superar esta mirada y luchar juntos, hombres y mujeres, por el pie de igualdad respecto de muchas cosas, incluidas la liberación que significa poder decidir sobre nuestra vida sexual, no lo estamos haciendo.
Esta enseñanza no es producto de una inocencia de la cultura, ni producto de enaltecer la sexualidad, sino que tuvo en su origen un sentido específico: fortalecer la monogamia, o mejor dicho, la fidelidad, sobre todo en las mujeres.
Porque si a ella le enseñaron que se ama una sola vez en la vida y para siempre como vimos antes y el sexo se puede tener solamente cuando se ama, el resultado es una garantía absoluta de fidelidad. Es decir, la mujer no puede coger con nadie, salvo con su marido.
Por el contrario, como al hombre le enseñaron que el sexo y el amor son cosas distintas, bien puede creer que se ama una sola vez en la vida y para siempre, pero esto no le impide irse a coger con quien quiera. Y si encima aprendió que la esposa debe ser casta, pura y angelical... entonces puede terminar cogiendo con todas menos con su mujer.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay
Fotografía