El Mulá fue al barbero , quien lo empezó a afeitar con mano torpe y una navaja mellada. Cada vez que lo hacía sangrar, el barbero aplicaba sobre la herida un trozo de algodón para detener la sangre.
Esto continuó por bastante rato, hasta que una mejilla de Nasrudín quedó tupidamente salpicada con algodón.
Cuando el barbero se disponía a afeitar la otra mejilla, el Mulá de pronto se vio en el espejo y pegó un salto: “Es suficiente; ¡gracias, hermano! He decidido cultivar algodón en un lado y cebada en el otro”
Tomado del libro:
Las ocurrencias del increíble
Mulá Nasrudín
Idries Shah
Fotografía de internet