lunes, 19 de octubre de 2015

AMISTAD


AMISTAD (2/3)
(TRES PILARES DE LAS BUENAS RELACIONES AFECTIVAS)

¿Por qué nos sentimos tan bien con los amigos? ¿Qué mantiene esa alegría compartida? Cuando estamos con ellos, queremos contarnos cosas y escuchar. ¿Qué hay allí? Complicidad y una mezcla encantadora de humor/sintonía. Hay cierta honestidad implícita, cierta lealtad que facilita la comunicación y la hace más fluida. Podríamos decir, siguiendo a Montaigne, que los verdaderos amigos son como una extensión de uno: «La propia alma en cuerpo ajeno».

La pregunta que surge y que genera polémica es la siguiente: ¿podemos ser amigos de nuestra pareja? En contra de lo que sostienen algunos pensadores, yo creo que sí, y no sólo lo creo, sino que lo considero imprescindible. Con la «pareja amiga» no tienes que explicar el chiste, la risa llega antes de que termines de contarlo, el humor es tácito y compartido: no sólo haces el amor, también «haces la amistad». El mito nos enseña que las personas opuestas se atraen, y no es verdad. Cuando hay más desencuentros que encuentros y te ves obligado a sustentar y defender tus puntos de vista como si estuvieras en un estrado judicial, estás en el lugar equivocado y con la persona inapropiada. Hay incompatibilidades que no son fáciles de llevar y cuya presencia, muy posiblemente, afectará a la amistad en la pareja. Por ejemplo: la ideología, los proyectos personales, la religión, las posiciones éticas, la actitud frente a la vida, y otras cuestiones vitales que reflejan visiones del mundo encontradas.

Si existe un acuerdo sobre lo fundamental, te indignarán las mismas cosas. 

Habrá cierta paz en el ambiente. Tener sexo con el mejor amigo (que ojalá sea tu pareja) es estar muy cerca de un amor completo. Falta algo más: el ágape.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet