2. El equilibrio afectivo-sexual en la vida de pareja Por todo lo dicho hasta aquí, queda claro que la relación que se establece entre sexo y afecto, y las ponderaciones que hombres y mujeres hacemos al respecto, son determinantes para comprender muchos problemas de pareja. Para la mayoría de los hombres una relación afectiva sin sexo es inconcebible, además de insoportable. Para las mujeres, una relación de pareja sin cariño es insostenible y aterradora. No quiero decir que lo sexual no sea importante para ellas sino que, sin afecto, es incompleto. Los problemas comienzan cuando se rompe el equilibrio entre las necesidades de uno y otro.
Mucho amor y nada de sexo, o viceversa, predisponen a la ruptura.
G. y R. llevaban 15 años de casados. Ella (G.) era una mujer de 35 arios, arquitecta y excelente madre de tres hijos. Él (R.) un profesional de las finanzas de 37 años, económicamente exitoso y muy buen padre. Pese a tener todas las condiciones a favor, algo andaba mal, o muy mal. R. se sentía sexualmente insatisfecho: "Ella es una mujer muy fría... No es que no acceda a tener relaciones, incluso pone de su parte, sino que no se suelta ...Yo no la veo disfrutar... No toma la iniciativa... Imagínese que lo hacemos una vez por mes... Creo que nunca ha logrado el orgasmo... Me gustaría que fuera más sensual, más atrevida... más ardiente… Me sueño con una mujer más apasionada, a quien le guste ser creativa en la cama y que no vea la relación sexual como una obligación, sino como el mejor de los disfrutes ...El otro día le pedí que me hiciera un striptease y casi me mata... Me pregunto, ¿qué le cuesta hacerlo si sabe que eso me hace feliz?... Es como si yo tuviera hambre y ella no quisiera darme el pan que le sobra. ..Ya estoy cansado de esta situación... Usted entiende que si la cosa sigue así, no respondo...". G. estaba igual o peor de insatisfecha, pero por otra razón: "A veces lo odio... Él no ha podido entender que las mujeres necesitamos cariño y afecto... No sé si seré muy anticuada, pero a mí me motivan los ambientas románticos... Eso de venir y montarla a una como un animal, no me gusta... Yo necesito ternura, cariño... Sentir que me admira y me quiere... No entiendo por qué no me da lo que necesito... A veces pienso que no me quiere ... (llanto prolongado).
Si quiere a alguien que le haga locuras en la cama, ¡que se busque una prostituta!... Nunca tiene una palabra linda para mí... Los hombres me miran y yo sé que soy atractiva, pero soy fiel ...Yo lo amo de verdad, pero si la cosa no cambia creo que es mejor que nos separemos...".
Ellos estaban inmersos en la disputa de nunca acabar: sexo vs afecto. Alguien tenía que empezar a ceder. Pero R. se había criado en una familia muy poco comunicativa y expresiva. Su manera de expresar afecto estaba bastante restringida, y no era una persona asertiva en el amor. G. había sido educada bajo el patrón religioso tradicional y su familia era archiconservadora. Mostraba cierta timidez social y una evidente inhibición a todo lo que tuviera que ver con lo sexual. Para ella, el afecto era una especie de refugio para manejar su ansiedad y poder vivir más tranquilamente su sexualidad. La paralización era de lado y lado. El verdadero miedo de fondo era el mismo: no satisfacer a la pareja. ¿Quién debería dar el primer paso?
Al cabo de varias citas, R. reconoció que era él quien debería iniciar el proceso terapéutico. Los bloqueos psicológicos que presentaba G, necesitaban de mucha paciencia y tiempo, y aunque los impedimentos afectivos de R. también mostraban un grado de dificultad considerable, era más fácil para él abrazar, besar y acariciar, que para ella liberarse sexualmente. El afecto es la puerta que primero debe abrirse en todos los casos de pareja. Cuando R. fue cambiando, G. también. A veces había retrocesos, pero lentamente y guiados por el vínculo que los mantenía unidos, lograron acoplarse. Creo que G. jamás bailará la "danza de los siete velos" o visitará a escondidas un pornoshow, pero logró avanzar significativamente en su capacidad y exploración sensorial. R. tuvo que hacer un esfuerzo para comprender que "sexo no es igual a orgasmo", y ampliar su vivencia de la sexualidad para darle cabida a más cosas; su entrenamiento consistió en entender el funcionamiento sexual femenino desde una nueva perspectiva. Aprendió a crear los ambientes previos propicios para que G. se sintiera cómoda, a acariciarla, a convertir la paciencia en parte fundamental del placer y a ver la sexualidad como parte del amor. R. asimiló una nueva manera de disfrutar. De hecho, al ver que ella sentía placer, más se motivaba a seguir con las recomendaciones, que más que ejercicios sexuales tipo Masters y Johnson eran estrategias de acercamiento afectivo. R. descubrió algo muy importante para cualquier ser humano, pero especialmente para el hombre: si se desea recibir, hay que dar.
Para la gran mayoría de las mujeres, el afecto puede ser tan incitante como la más poderosa de nuestras fantasías. En verdad, si creamos un vínculo afectivo sólido, todo es posible. Si el varón se convierte en un dador sincero de afecto, estará abriendo puertas desconocidas. Y si además cuenta con algo de suerte hallará que, detrás de su apacible y mesurada mujer, posiblemente se esconda una Afrodita alocada, con un toque de Cleopatra y mucho de Mesalina.
Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet