Siguiendo el análisis propuesto por Fernando Savater, existen distintas clases de imbéciles.
((((La palabra imbécil la heredamos de los griegos (im: con, báculo: bastón), quienes la usaban para llamar a aquellos que vivían apoyándose sobre los demás, los que dependían de alguien para poder caminar.)))
Los imbéciles intelectuales, que son aquellos que creen que no les da la cabeza (o temen que se les gaste si la usan) y entonces le preguntan al otro: ¿Cómo soy? ¿Qué tengo que hacer? ¿Adónde tengo que ir?
Y cuando tienen que tomar una decisión van por el mundo preguntando: “Vos ¿qué harías en mi lugar?”. Ante cada acción construyen un equipo de asesores para que piense por ellos. Como en verdad creen que no pueden pensar, depositan su capacidad de pensar en los otros, lo cual es bastante inquietante.
El gran peligro es que a veces son confundidos con la gente genuinamente considerada y amable, y pueden terminar, por confluyentes, siendo muy populares. (Quizás deba dejar aquí una sola advertencia: Jamás los votes.)
Los imbéciles afectivos son aquellos que dependen todo el tiempo de que alguien les diga que los
quiere, que los ama, que son lindos, que son buenos.
Son protagonistas de diálogos famosos:
—¿Me querés?
—Sí, te quiero...
—¿Te molestó?
—¿Qué cosa?
—Mi pregunta.
—No, ¿por qué me iba a molestar?
—Ah... ¿Me seguís queriendo?
(¡Para pegarle!)
Un imbécil afectivo está permanentemente a la búsqueda de otro que le repita que nunca, nunca, nunca
lo va a dejar de querer. Todos sentimos el deseo normal de ser queridos por la persona que amamos, pero otra
cosa es vivir para confirmarlo.
Los varones tenemos más tendencia a la imbecilidad afectiva que las mujeres. Ellas, cuando son
imbéciles, tienden a serlo en hechos prácticos, no afectivos.
Tomemos mil matrimonios separados hace tres meses y observemos su evolución. El 95% de los
hombres está con otra mujer, conviviendo o casi. Si hablamos con ellos dirán:
—No podía soportar llegar a mi casa y encontrar las luces apagadas y nadie esperando. No aguantaba
pasar los fines de semana solo.
El 99% de las mujeres sigue viviendo sola o con sus hijos. Hablamos con ellas y dicen:
—Una vez que resolví cómo hacer para arreglar la canilla y que acomodé el tema económico, para qué
quiero tener un hombre en mi casa, ¿para que me diga “ tráeme las pantuflas, mi amor”? De ninguna manera.
Ellas encontrarán pareja o no la encontrarán, desearán, añorarán y querrán encontrar a alguien con quien
compartir algunas cosas, pero muy difícilmente acepten a cualquiera para no sentir la desesperación de “la luz
apagada”. Eso es patrimonio masculino.
Y por último... (en siguiente día lo publicamos)...
Jorge Bucay
El Camino de la Autodependecia