Este es el trabajo para un meditador: encontrar el hilo.
El mundo se encuentra en un flujo constante, es como un río, fluye, pero detrás de todo ese flujo y cambio debe haber un hilo conductor que mantiene todo unido. El cambio no es posible sin algo que permanezca absolutamente inmutable. El cambio solo puede existir en un elemento de no cambio, de lo contrario las cosas se desmoronan.
La vida es como una guirnalda: no ves el hilo que corre entre las flores, pero está ahí, manteniéndolas unidas. Si no estuviera, las flores se desmoronarían; habría un montón de flores pero no una guirnalda. Y la existencia no es un montón, es un patrón muy bien trazado. Las cosas cambian, pero existe algún elemento inmutable que mantiene una ley cósmica detrás de todo. Esa ley cósmica se llama sadashiva, el Dios eterno, el Dios atemporal, el Dios inmutable. Y ese es el trabajo para un meditador: encontrar el hilo.
Solo hay, dos tipos de personas: una queda demasiado cautivada por las flores y olvida el hilo. Lleva una vida que no puede tener un valor o un significado duraderos, porque sin importar lo que haga, se desvanecerá. Hoy lo hará, mañana no estará. Será alzar castillos de arena o botar barcos de papel. El segundo tipo de hombre busca el hilo y dedica toda su vida a aquello que siempre permanece; jamás es un perdedor.
Del libro:
DÍA A DÍA
OSHO
Día 110