La idea de liberarse a la que se refiere Lima Quintana en el Poema del vigilante y el ladrón, citado (en anteriores posts), continúa sin contradicción en este otro que no casualmente se titula La meta:
Hay que llegar a la cima
Hay que darle un sentido a cada paso
Hay que glorificar la sencillez de cada cosa
Anunciar cada día con un himno
Subir por esa calle ancha que conduce hacia el éxito
Dejar atrás, para siempre, el horror y los fracasos
Y cuando entremos finalmente, orgullosos y triunfales,
Cantando por la cumbre, recién entonces
Estirar las manos hacia abajo
Para ayudar a los que quedaron rezagados.
Recién después de haber llegado, puedo pensar en ayudar al prójimo a recorrer su propio camino, que
quizás no sea el mío, pero que él merece explorar.
Habrá que ver qué significa rebelarse y qué significa desobedecer.
Habrá que saber dónde está la transgresión.
Después de todo, es mi libertad de acatar las normas sabiendo que podría violarlas, lo que dignifica mi respeto a ellas.
¿Deberíamos ser siempre leales a las reglas, a las normas, a las costumbres?
Y si es así, ¿a cuáles?
¿A las tuyas?
¿A las mías?
¿A las de la mayoría?
Habrá que evaluar qué es una decisión autodependiente.
Habrá que aceptar el desafío de ser autodependiente, y entonces darme:
Más y más derecho a tomar mis propias decisiones.
Más y más espacios de desacondicionamiento.
Más y más desapego de la manía juzgadora y manipuladora del afuera.
Más y más lugares de salud.
Estos espacios no me los puede traer ni quitar nadie.
Voy a tener que construirlos yo mismo o descubrirlos en mí, pagar primero los precios y soportar con valor
las heridas, para recién después animarme a gritar mi decisión de habitarlos.
No para morir por defenderlos, sino para vivir y compartirlos.
Si llegamos a la cima, seguramente habremos encontrado juntos una manera de hacer real lo posible.
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay