martes, 17 de septiembre de 2013

¿QUÉ ES DEMASIADA LIBERTAD?


Sólo podremos dejar de ser imbéciles morales cuando recuperemos nuestra propia moral, cuando dejemos de creer que otros tienen que decidir o prohibir por nosotros.

Se trata de aumentar la capacidad de conciencia de cada uno para elegir lo que quiere prohibirse o permitirse.

Se trata de educar a la gente para que tenga más posibilidades de elegir.

Se trata de no traer imbéciles morales al mundo, jóvenes que al no tener posibilidades para elegir terminan eligiendo la droga.

Hay que darse cuenta de que en este caso otros están eligiendo por ellos.

Hay que tratar de que los jóvenes se desimbecilicen, se vuelvan adultos, para que puedan decidir qué les conviene y qué no les conviene.

No se trata de prohibir la droga, se trata de aumentar su nivel de madurez para que no sean imbéciles, para que no se dejen arrastrar al negocio de unos pocos que manejan la droga para tratar de venderla.

No se engañen: a nadie le importa qué pasa con los jóvenes, con nuestros hijos. Lo que les importa es la plata que se mueve alrededor de esto.

Repito: no se trata de prohibir la droga o las películas pornográficas, no se trata de prohibir la prostitución, se trata de generar cultura, información, madurez. Se trata de ayudar a los jóvenes a pensar.

Para ayudar a los jóvenes a pensar hay muchos caminos. Yo creo que el mejor camino es el de la libertad, el de mostrarles a nuestros hijos, a nuestros vecinos, a nuestros amigos, que la libertad se ejecuta todos los días cuando uno puede ser capaz de decir sí o no.

No quiero que olvidemos en nuestro razonamiento que existen por lo menos dos posturas filosóficas claramente enfrentadas que nos podrían condicionar a llegar a conclusiones diferentes: la de quienes piensan que si no hubiera sido por las leyes y las normas el hombre habría terminado por destruir al hombre definitivamente, y la de aquellos que dicen que si no hubiera sido por las leyes y las normas el hombre habría sido mucho más feliz, generoso y amable.

¿Cómo saber cuál es la postura correcta? Es muy difícil decidir sobre esto sin tomar previamente una postura ideológica. Es imposible saber si las leyes y la represión han contribuido al progreso de la humanidad al frenar el impulso destructivo supuestamente innato o, por el contrario, si es justamente el orden impuesto lo que llevó a la aniquilación de gran parte de la creatividad y la espontaneidad del ser humano, como creen los anarquistas.

Dicen las maestras, y algunas personas que asisten a mis charlas, que hacer lo que yo propongo no es libertad, sino libertinaje. ¡Libertinaje!
¡¡Un exceso de libertad!! ¿Qué tal? ¿Qué es demasiada libertad?
¿Hacer demasiado lo que quiero o hacer lo que quiero demasiado?
La autonomía es posible únicamente para el individuo que decide convertirse en persona.

Es un gran trabajo y, por supuesto, muchas veces ni siquiera cuenta con el aplauso de los demás.

Porque, como hemos ido viendo hasta aquí, la historia de creer que “los demás van a condicionar mi decisión”, la historia de que “yo no puedo elegir en contra de lo que todos creen”, que “yo tengo que atenerme a las normas que los demás me imponen”, que “es imprescindible para mí hacer lo que todos dicen que hay que hacer”, esta idea, es una idea imbecilizante. Es la contracara de la idea de la libertad de elegir.

La educación formal nos arrastra a una clara oscilación. Por un lado, quiere convencernos de que “la libertad absoluta no existe”, y por el otro, intenta imponer que “la libertad consiste en hacer lo que se debe”.

Y yo digo: ni una cosa ni la otra.

Ni la omnipotencia como punto de mira ni la obediencia debida.

La libertad consiste en ser capaz de elegir entre lo que es posible para mí
y hacerme responsable de mi elección.

Elegir significará, entonces, hacer mi camino para, egoístamente, llegar como en la poesía de Lima Quintana a la cima de la montaña que yo decida escalar.

Y éste será mi desafío.
El mío, el que yo elija.
Porque la cima... la cima la elegí yo.
Nadie eligió esta cima por mí.

Del libro:
  
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay