jueves, 10 de abril de 2014

DIVORCIO DE LOS PADRES


Antes de ser adultos, los hijos son casi exclusivamente nuestra responsabilidad, y ésta implica un cierto compromiso de sostener la institución familiar para ellos.

Cuando mis colegas, mas viejos que yo, transitaban los comienzos de la psicología, la línea era mas simplista en cuanto a la separación. Se decía:

“Siempre es mejor para los hijos ver a los padres felices y separados que verlos juntos y pelándose”.

Se hablaba con un exceso de soltura, una cierta liviandad que rozaba la desfachatez y que hoy nos asombran. Los terapeutas hemos cambiado mucho.

En nuestros días, ya no estamos tan seguros de que sea siempre así.

La mayoría de las personas que trabajamos con parejas pensamos que la estructura familiar y la relación amorosa entre padre y madre frente a los hijos (sobre todo cuanto mas chicos sean) es importante para el establecimiento de su identidad y, por ende, de su salud futura.

Nadie sabe con certeza los efectos que pueden causar en la psiquis de un chico menor de dos años la separación de sus padres. Es muy probable que si no hay “tironeos” del niño, las consecuencias sean leves.

Sin embargo, aun cuando la posibilidad de dañar sea pequeña, creo que hay que ser cautelosos con esta responsabilidad empezando desde el momento de tomar la decisión de tener hijos.

Una pareja viene a verme y me dice:
- Nos vamos a casar, queremos tener hijos...

Entonces yo les digo:
- Saben ustedes que si quedan embarazados a partir de aquí, nueve meses, mas dos años, no pueden separarse pase lo que pase entre ustedes?
- ¿Cómo que no nos podemos separar?. ¿Quién lo dice?.
- Yo.

Igual no me escuchan, pero es lo que yo creo y por lo tanto les aviso.

Insisto: la amenaza que representa para un chico una situación como esta no se puede medir.

Dense cuenta.

Tener un hijo es algo maravilloso, pero no es poca cosa e implica una responsabilidad superior, que dura, en forma gradual, enormemente hasta que tiene dos años, prioritariamente hasta que tiene cinco, especialmente hasta que tiene diez, mucho hasta que tiene quince, y bastante hasta que tiene veinticinco.

¿Y después?.

Después harás de tu vida lo que quieras. Porque la verdad es que no vas a cambiar gran cosa lo que tu hijo sea, piense o diga con lo que haga.

¿Es mejor que sigan peleándose y tirándose platos?
Depende del caso, digo yo.
Hay casos y casos. Si papá corre a mamá con un cuchillo por la casa, es mejor que separen, no hay duda. Si 
no es así, habrá que pensar en cada situación. Por supuesto, no alcanza con el famoso “no nos queremos 
mas”..

Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay