La raza humana es muy predecible. Surge un pequeño pensamiento, se desarrolla y antes de que sepamos qué es lo que nos ha impactado, nos vemos atrapados en la esperanza y el miedo.
En el siglo VIII un hombre notable introdujo el budismo en Tíbet. Se llamaba Padmasambhava, el nacido del loto, y también se le conoce por el nombre de Gurú Rinpoche. La leyenda dice que simplemente apareció una mañana sentado en un loto en medio de un lago. Se dice que este niño tan especial nació completamente despierto, sabiendo desde el primer momento que los fenómenos — internos y externos— no tienen realidad alguna. Lo que no sabía era cómo funcionaban las cosas cotidianas del mundo.
Era un niño muy perspicaz, y el primer día ya se dio cuenta de que su irradiación y belleza atraían a todo el mundo. También notó que cuando estaba alegre y juguetón, la gente se sentía feliz y le cubría de alabanzas.
El rey del país se quedó tan impresionado por el niño, que se lo llevó a vivir a palacio y lo trató como a un hijo.
Un día el niño subió a jugar en el tejado plano del palacio llevándose consigo los instrumentos rituales del rey: una campana y un cetro metálico que se llama va/ra.
En un deleite total se puso a bailar sobre el tejado, haciendo sonar la campana y dando vueltas al cetro. A continuación, con gran curiosidad, los lanzó al espacio.
Cayeron a la calle que pasaba por debajo del palacio y aterrizaron en las cabezas de dos paseantes matándolos instantáneamente.
La gente del país se enfadó tanto que exigió al rey que exiliara a Gurú Rinpoche. Aquel mismo día le abandonaron en la espesura sin agua ni alimento.
Este niño inquieto había aprendido una lección sobre el funcionamiento del mundo. La historia dice que este breve pero vivido encuentro con la alabanza y la culpa era todo cuanto necesitaba para descifrar cómo opera habitualmente el samsara. Desde entonces abandonó el miedo y la esperanza y trabajó alegremente para despertar a otros.
Nosotros también podemos emplear nuestras vidas de esta manera: podemos explorar estos conocidos pares de opuestos en todo lo que hacemos. En lugar de caer automáticamente en nuestros patrones habituales, podemos empezar a percibir nuestra reacción cuando alguien nos alaba, y cuando alguien nos culpa,
¿cuál es nuestra reacción?
¿Cómo reaccionamos cuando perdemos algo?
¿Cómo reaccionamos cuando creemos que hemos ganado algo?
Y cuando sentimos placer y dolor, ¿los sentimos sin más? ¿O hay todo un libreto que los acompaña?
Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron