martes, 15 de abril de 2014

OCUPÁNDOTE DE TI MISMO, OCUPÁNDOTE DE LOS DEMÁS


Cuando éramos niños nuestro padre y nuestra madre nos enseñaron a respirar, a andar, a sentarnos, a comer y a hablar. Pero cuando empezamos a practicar, volvemos a nacer como seres espirituales. Hemos de aprender a respirar de nuevo, con plena conciencia.

Aprendemos a andar de nuevo, con plena conciencia.
Deseamos aprender a escuchar de nuevo, siendo conscientes de 
ello y con compasión. Deseamos aprender de nuevo a hablar, 
con el lenguaje del amor, para honrar nuestro compromiso 
original:

«Cariño, estoy sufriendo. Estoy enojado. Deseo que lo sepas 
»

Esto expresa que eres fiel a tu compromiso. «Cariño, 
estoy haciendo todo lo que puedo. Estoy cuidando muy bien de 
mi ira. Por mí y también por ti. No quiero estallar, destruirme a 
mí mismo ni destruirte a ti. Estoy haciendo todo lo posible.

Estoy poniendo en práctica lo que he aprendido de mi maestro, 
de mi sangha».

Esta fidelidad con tu compromiso inspirará respeto y 
confianza en la otra persona. Y, por último: «Cariño, necesito tu 
ayuda». Es una frase muy fuerte porque normalmente cuando 
estás enojado tiendes a decir: «No te necesito».

Si puedes decir estas tres frases con sinceridad, de corazón, 
tendrá lugar una transformación en la otra persona. 

No puedes dudar del efecto de esta práctica. Además tu 
conducta influirá en la otra persona para que también empiece 
a practicar. Ella pensará: «Me es fiel. Está cumpliendo su 
compromiso. Está haciendo todo lo que puede. Yo debo hacer lo
 mismo».

Así que al cuidar de ti mismo, estás cuidando de tu ser 
querido. Amarte a ti mismo es la base para tu capacidad de 
amar a otra persona. Si no cuidas de ti, si no eres feliz, si no 
estás tranquilo, no podrás hacer feliz a otra persona. No 
podrás ayudarla, ni amarla. Tu capacidad de amar a otra 
persona depende por completo de tu capacidad de amarte a 
ti mismo, de cuidar de ti.

Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh