El Buda nunca nos aconsejó reprimir nuestra ira, sino que nos enseñó a volver a nosotros mismos y a cuidar de ella.
Cuando tenemos algún problema en los intestinos, el estómago o el hígado, hemos de detenernos y cuidarlos bien. Nos damos algún masaje, usamos una bolsa de agua caliente, hacemos todo lo posible por cuidar de ellos.
Al igual que nuestros órganos, la ira que sentimos forma parte de nosotros. Cuando estamos enojados, hemos de volver a nosotros y cuidar de nuestra ira. No podemos decir: «Vete, has de irte. No quiero que estés aquí».
Cuando te duele el estómago no dices: «No quiero que estés
aquí, estómago, vete»; no, cuidas de él. Del mismo modo,
hemos de abrazar nuestra ira y cuidarla bien. La reconocemos
tal como es, la abrazamos y le sonreímos. La energía que nos
ayuda a hacerlo es la energía de la plena conciencia, de ser
conscientes mientras andamos y respiramos.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh