«Cariño, estoy enojado, estoy sufriendo».
«Estoy haciendo lo que puedo».
«Por favor, ayúdame. Cariño, necesito tu ayuda».
Cada molécula de estas tres frases está enteramente constituida por un verdadero amor. El amor puede hacer frente a cualquier cosa. Quizá desees escribirlas en un papel del tamaño de una tarjeta de crédito y meterlo en tu cartera.
Venéralo como algo que puede salvarte por que os recordará el compromiso que los dos habéis adquirido.
Algunos de nosotros llevamos una piedrecita en el bolsillo,
una bonita piedrecita que hayamos recogido en el jardín de la
entrada. La lavamos con mucho cuidado y después la llevamos
siempre encima. Cada vez que metemos la mano en el bolsillo,
la tocamos y la sostenemos suavemente. Entonces practicamos
la respiración consciente y sentimos una gran tranquilidad.
Cuando nos enojamos, la piedrecita se convierte en el Dharma,
nos recuerda nuestras tres frases. El mero hecho de sostenerla,
de inspirar y espirar serenamente y sonreír, puede ayudarte
muchísimo. Suena algo infantil, pero esta práctica es muy útil.
Cuando estás en la universidad, en el trabajo o de compras, no
tienes nada que te recuerde el volver a ti mismo. Pero llevar la
piedrecita en el bolsillo te sirve como si fuera tu maestro, un
compañero de práctica, es la campana que te recuerda que seas
consciente, que te permite detenerte y volver a tu respiración.
Mucha gente invoca el nombre de Jesús, Buda o Amitaba con
un rosario. La piedrecita es una especie de rosario, te recuerda
que tu maestro está siempre a tu lado, que tus hermanos y
hermanas en el Dharma están siempre contigo. Te ayudará a
volver a tu respiración, permitirá que el amor nazca en ti y lo
mantendrá vivo. Te ayudará a mantener viva la iluminación que
hay en ti.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh