lunes, 7 de septiembre de 2015

CUANDO LA PLENA CONSCIENCIA ESTÁ AHÍ, ESTÁS A SALVO


Hemos de estar ahí para nuestra ira, hemos de reconocer su presencia y cuidar de ella, algo que en psicoterapia se llama «entrar en contacto con la ira». Es algo maravilloso y muy importante. Cuando la ira se manifieste, en vez de reprimirla, reconócela y abrázala.

Pero en este caso la pregunta importante es: ¿quién entra en contacto con la ira, cuida de ella y la reconoce? La ira es una energía, y si esta es incontenible, puedes ser víctima de ella. Has de ser capaz de generar otra clase de energía que te ayude a reconocer la ira y a cuidar de ella. La ira constituye una zona de energía que necesita que uno entre en contacto con ella y la reconozca. La cuestión es: ¿quién entra en contacto con qué? ¿Qué energía puede entrar en contacto con ella y reconocerla? Es la energía de ser consciente. Por eso, cada vez que nos enojamos, practicamos el respirar y caminar conscientemente, para sentir la semilla de ser consciente y generar esta energía en nosotros.

La energía de ser consciente no está ahí para reprimir, sino para dar la bienvenida a la ira y reconocerla: «Hola, ira mía, sé que estás ahí, vieja amiga». Ser conscientes es la energía que nos ayuda a saber lo que hay ahí. Siempre es ser conscientes de algo. Puedes serlo de tu inspiración o de tu espiración; respirar conscientemente consiste en esto. También puedes ser consciente del té que estás tomando, lo cual es beber conscientemente. Cuando comes siendo consciente de ello, estás comiendo conscientemente. Cuando caminas siendo consciente de ello, estás caminando conscientemente.

En este caso, hacemos la práctica de ser conscientes de la ira: «Sé que estoy enojado, y que esta ira está en mí». Por tanto, el ser consciente es sentirla, reconocerla, darle la bienvenida y abrazarla, en vez de luchar contra ella o reprimirla. El papel de ser consciente es como el papel de una madre que abraza y tranquiliza al bebé que sufre. La ira está en ti, es tu bebé, tu hijo, y has de cuidar de ella. Cuando reconoces la ira, la energía de ser consciente dice: «Hola, ira mía, sé que estás ahí. No te preocupes, voy a cuidar de ti». En el momento en que eres consciente, estás a salvo, puedes sonreír, porque la energía del Buda ha nacido en ti.

Si no sabes manejar la ira que sientes, esta puede llegar a matarte. Si no eres consciente de ella, puedes convertirte en su víctima. Esa emoción puede hacerte vomitar sangre e incluso matarte. Muchas personas mueren por culpa de ella, porque provoca un shock en el organismo, y crea una enorme presión y dolor en tu interior. Cuando el Buda está presente, cuando la energía de ser consciente está ahí, estás protegido. Ser consciente te ayuda a ocuparte de la situación. Cuando el hermano mayor está ahí, el hermano pequeño está seguro. Cuando la madre está ahí, su hijo está a salvo. A través de la práctica, la madre o el hermano mayor que hay en ti aprenden a cuidar cada vez mejor de la ira.

Mientras reconocemos y abrazamos nuestra ira, debemos generar la energía de ser conscientes en todo momento. Y lo logramos haciendo continuamente la práctica de caminar y respirar de manera consciente. Si no eres consciente, nada te ayudará a sentirte mejor, aunque aporrees una almohada con todas tus fuerzas. Golpear una almohada no te ayuda a entrar en contacto con tu ira ni a descubrir su naturaleza. Ni siquiera sientes la almohada, porque si la sintieras sabrías que no es más que una almohada, que no es tu enemigo. ¿Por qué la golpeas, entonces? Porque no sabes que tan sólo es una almohada.

Cuando entras en contacto con algo realmente, conoces su verdadera naturaleza. Si entras en profundo contacto con una persona, sabes quién es de verdad. Si la energía de ser consciente no está presente, no podrás entrar en contacto con nada ni con nadie. Sin esta energía, te conviertes en una víctima, porque la ira te empuja a hacer cosas dañinas.

Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet