miércoles, 9 de marzo de 2016

PIEDRAS EN EL CAMINO


Carta 23

Piedras en el camino

«El secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja. El problema es que a menudo la mente es sencilla y los gustos complejos.»
Fernando Savater

Apreciado amigo, apreciada amiga:

Cuando quieres empezar a vivir la vida que deseas es importante que te plantees cuántos de los compromisos y objetos que te acompañan son prescindibles y/o suponen un freno hacia ese vivir de otra manera; esa manera en la que tú decides ser el auténtico jefe de tu vida.

Porque para dirigir de verdad tienes que ser libre. Y para ser libre lo mejor es andar con poca carga encima.

Llega un momento en el que, si quieres entrar y mantenerte en la ruta que has elegido para tu vida, si quieres empezar a disfrutar del paisaje y conducir a tu ritmo, es bueno y aconsejable frenar un poco, o levantar el pie del acelerador. Reducir la marcha, en definitiva. Hacer esto te permitirá reasignar inteligentemente los recursos de los que dispones para luego avanzar por el camino de tus anhelos.

Además de frenar, también va muy bien vaciar: eliminar lo accesorio, lo que supone una carga, renunciar a una determinada dinámica de gastos y, sobre todo, pensar antes de adquirir nuevos o mayores compromisos financieros.

Dijo William James que «ser sabio es el arte de saber qué pasar por alto». Y para poder llenar tu vida de lo que realmente te importa, primero tienes que vaciar lo que hoy te sobra y te hace difícil o excesivamente lento el cambio.

El hecho de convivir con compromisos incómodos me lleva a pensar con frecuencia en la experiencia o el accidente de la piedrecita que se cuela en el zapato, siendo las piedras los compromisos «incómodos», llámense éstos deudas, hipotecas, créditos o demás circunstancias que molestan mas allá de lo razonable, y supongamos que el andar cómodamente sea una metáfora del vivir sin agobios innecesarios.

«Quien anda con suavidad llega lejos», dice el proverbio chino. Está claro que para sentirse cómodo lo mejor es que no dejemos que entren demasiadas piedras en nuestros zapatos, que el calzado sea fácil de quitar y poner, y que no vivamos como difícil o imposible el hecho de detenernos y liberarnos de ellas.

Parece lógico, ¿no? Entonces, ¿por qué hay tantas personas que sienten y piensan que no pueden cambiar su vida y se resignan a andarla por un camino que no es el propio, con el calzado de otros y convencidos de que «para llegar a alguna parte» tienen que aceptar que los zapatos se les vayan llenando de piedrecitas?

¿Será que el disponer de todas las facilidades de financiación posibles nos lleva a cargarnos de piedras y a que pensemos que eso es un mal menor para «estar en el sistema» y »ser alguien»?

Te invito a pensar un poco sobre esto.

Te invito a detenerte y, si es necesario,

ELIMINAR LAS PIEDRAS DE TUS ZAPATOS Y DE TU CAMINO.

A veces no es fácil pero sin duda es necesario.

Afectuosamente tuyo,

Álex

P. D. Decía Antoine de Saint-Éxupery, autor de El principito: «La perfección se consigue no cuando ya no queda nada que añadir, sino cuando ya no queda nada que sacar». Y un cuento lo ilustra así:

En cierta ocasión iba un ejecutivo paseando por una bonita playa vestido con sus bermudas (de marca), sus gafas de sol (también con marca muy visible), su polo (con mucha marca), su gorra (con marca destacada), su reloj (de marca y carísimo), su calzado deportivo (donde todo era marca), su móvil colgado de la cintura (el móvil con marca y la bolsa en la que colgaba, también) y su gomina en el pelo (sin marca, pero tan abundante que uno podía adivinarla).

Eran las dos del mediodía cuando se encontró con un pescador que felizmente recogía sus redes llenas de pescado y amarraba su pequeña barca. El ejecutivo se le acercó...

— ¡Ejem! Perdone, pero le he visto llegar con el barco y descargar el pescado... ¿No es muy temprano para volver de faenar?

El pescador le miró de reojo y, sonriendo mientras recogía sus redes, le dijo:

—¿Temprano? ¿Por qué lo dice? De hecho yo ya he terminado mi jornada de trabajo y he pescado lo que necesito.

—¿Ya ha terminado hoy de trabajar? ¿A las dos de la tarde? ¿Cómo es eso posible? —dijo, incrédulo, el ejecutivo.

El pescador, sorprendido por la pregunta, le respondió:

—Mire, yo me levanto por la mañana a eso de las nueve, desayuno con mi mujer y mis hijos, luego les acompaño al colegio, y a eso de las diez me subo a  mi barca, salgo a pescar, faeno durante cuatro horas y a las dos estoy de vuelta. Con lo que obtengo en esas cuatro horas tengo suficiente para que vivamos mi familia y yo, sin holguras, pero felizmente. Luego voy a casa, como tranquilamente, hago la siesta, voy a recoger a los niños al colegio con mi mujer, paseamos y conversamos con los amigos, volvemos a casa, cenamos y nos metemos en la cama felices.

El ejecutivo intervino llevado por una irrefrenable necesidad de hacer de consultor del pescador:

—Verá, si me lo permite, le diré que está usted cometiendo un grave error en la gestión de su negocio y que el “coste de oportunidad” que está pagando es, sin duda, excesivamente alto; está usted renunciando a un pay-back impresionante. ¡Su BAIT podría ser mucho mayor! Y su “umbral de máxima competencia” seguro que está muy lejos de ser alcanzado.

El pescador se lo miraba con cara de circunstancias, mostrando una sonrisa socarrona y sin entender exactamente adónde quería llegar aquel hombre de treinta y pico años ni por qué de repente utilizaba palabras que no había oído en su vida.

Y el ejecutivo siguió:

—Podría sacar muchísimo más rendimiento de su barco si trabajara más horas, por ejemplo, de ocho de la mañana a diez de la noche.

El pescador entonces se encogió de hombros y le dijo:

—Y eso, ¿para qué?

— ¡¿Cómo que para qué?! ¡Obtendría por lo menos el triple de pescado! ¡¿O es que no ha oído hablar de las economías de escala, del rendimiento marginal creciente, de las curvas de productividad ascendentes?! En fin, quiero decir que con los ingresos obtenidos por tal cantidad de pescado, pronto, en menos de un año, podría comprar otro barco mucho más grande y contratar un patrón...

El pescador volvió a intervenir:

—¿Otro barco? ¿Y para qué quiero otro barco y además un patrón?

—¿Que para qué lo quiere? ¡¿No lo ve?! ¿No se da cuenta de que con la suma de los dos barcos y doce horas de pesca por barco podría comprar otros dos barcos más en un plazo de tiempo relativamente corto? ¡Quizá dentro de dos años ya tendría cuatro barcos, mucho más pescado cada día y mucho más dinero obtenido en las ventas de su pesca diaria!

Y el pescador volvió a preguntar:

—Pero todo eso, ¿para qué?

— ¡Hombre! ¡¿Pero está ciego o qué?! Porque entonces, en el plazo de unos veinte años y reinvirtiendo todo lo obtenido, tendría una flota de unos ochenta barcos, repito, ¡ochenta barcos! ¡Que además serían diez veces más grandes que labarcucha que tiene actualmente!

Y de nuevo, riendo a carcajadas, el pescador volvió:

—¿Y para qué quiero yo todo eso?

Y el ejecutivo, desconcertado por la pregunta y gesticulando exageradamente, le dijo:

— ¡Cómo se nota que usted no tiene visión empresarial ni estratégica ni nada de nada! ¿No se da cuenta de que con todos esos barcos tendría suficiente patrimonio y tranquilidad económica como para levantarse tranquilamente por la mañana a eso de las nueve, desayunar con su mujer e hijos, llevarlos al colegio, salir a pescar por placer a eso de las diez y sólo durante cuatro horas, volver a comer a casa, hacer la siesta...?

Bueno, ¿verdad?

Dijo Erich Fromm, refiriéndose a aquellos que vivimos en circunstancias en que los recursos son abundantes y las necesidades están más que satisfechas:. «Los seres humanos lo tienen todo, pero carecen de sí mismos». Dejo para ti la interpretación.

Extracto del libro: 
La brújula interior
Conocimiento y éxito duradero 
Álex Rovira Celma