La primera función de ser consciente no es luchar, sino reconocer. «Inspirando, sé que la ira se ha manifestado en mí. Hola, ira mía. Espirando, voy a cuidar de ti».
Una vez hemos reconocido la ira que sentimos, la abrazamos. Lo cual constituye la segunda función de ser consciente, y es una práctica muy agradable. En lugar de luchar contra ella, cuidamos de nuestra emoción. Si sabes abrazar tu ira, algo en ti cambiará.
He dicho en muchas ocasiones que es como cocinar patatas. Tapas la olla y después el agua empieza a hervir. Para que las patatas se cuezan, el fuego tiene que estar encendido al menos durante veinte minutos. Tu ira es una especie de patata y tú no puedes comer patatas crudas.
La energía de ser consciente es como el fuego cociendo las patatas de la ira. Los primeros minutos de reconocer y abrazar con ternura la ira que sientes producen ya resultados, te sientes mejor. La ira puede seguir ahí, pero ya no sufres tanto, porque sabes cuidar de tu bebé. La tercera función de ser consciente es, pues, calmar y aliviar. La ira sigue ahí, pero cuidamos de ella. La situación ha dejado de ser caótica, el bebé ya no está solo llorando, sino que la madre ha acudido para cuidar de él y ocuparse de la situación.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet