¿En qué consiste la verdadera felicidad? A menudo creemos que si no conseguimos lo que deseamos, no seremos felices. Pero hay un millón de formas de ser feliz, lo que ocurre es que como no sabemos abrir la puerta que conduce a la felicidad, nos dedicamos a perseguir aquello que deseamos. Pero en realidad cuánto más persigas la felicidad, más infeliz será.
Voy a contarte una historia muy bonita sobre un arroyo que descendía de la cima de una montaña. Era un arroyo muy joven que quería llegar al océano. Deseaba llegar lo más rápido posible. Pero al descender a las llanuras, a las tierras bajas y a los campos que había a sus pies, tuvo que fluir más despacio y se convirtió en un río. Y un río no puede correr tan rápido como un joven arroyo.
Al fluir lentamente empezó a reflejar las nubes del cielo. Había muchas clases de nubes con un montón de formas y colores. Al cabo de poco el río no hacía más que perseguir a las nubes, una tras otra. Pero las nubes no estaban quietas en un lugar, sino que iban y venían, y el río no cesaba de perseguirlas. Cuando descubrió que ninguna nube estaba dispuesta a quedaba con él, se puso muy triste y se echó a llorar.
Un día sopló un viento tan fuerte que alejó todas las nubes del lugar. El cielo adquirió un precioso color azul. Pero como no había nubes, el río empezó a creer que no valía la pena vivir. No sabía disfrutar de aquel cielo azul. Le parecía vacío y tenía la sensación de que su propia vida carecía de significado.
Aquella noche el río estaba tan desesperado que intentó quitarse la vida. ¿Pero acaso puede un río suicidarse? De ser alguien no puedes convertirte en nadie; de ser algo no puedes convertirte en nada. El río estuvo llorando toda la noche y sus lágrimas salpicaban la orilla. Era la primera vez que regresaba a su ser. Antes había estado siempre huyendo de sí mismo. En vez de buscar la felicidad dentro de él, la había estado buscando por fuera. Pero ahora, al volver por primera vez a sí mismo y escuchar el sonido de sus lágrimas, descubrió algo asombroso: comprendió que en realidad estaba hecho de nubes.
Fue un extraño descubrimiento. Se había dedicado a perseguir a las nubes pensando que sin ellas no podía ser feliz y ahora se daba cuenta de que estaba hecho de nubes. Lo que había estado buscando lo tenía ya en su interior.
La felicidad puede ser así. Si sabes regresar al aquí y al ahora, comprenderás que los elementos para ser feliz están ya a tu alcance. No necesitas seguir buscándolos.
De pronto el río se dio cuenta de algo que se reflejaba en la fresca y serena superficie de sus aguas. Era el cielo azul. ¡Qué tranquilo, inalterable y libre era aquel hermoso cielo azul! Aquella visión le llenó de felicidad. Por primera vez podía reflejar el cielo. Antes sólo había reflejado las nubes y corrido tras ellas. Desconocía por completo la presencia del intenso e inalterable cielo azul que estaba siempre a su alcance. Había ignorado hasta entonces que su felicidad estaba hecha de solidez, libertad y espacio. Fue una noche de profunda transformación y sus lágrimas y su sufrimiento se transformaron en alegría y paz.
A la mañana siguiente el viento volvió a soplar y las nubes regresaron. El río descubrió que reflejaba las nubes sin apegarse a ellas, con ecuanimidad. Cada vez que una nube llegaba, le decía: “¡Hola, nube!”. Y cuando se iba, no se sentía triste y le decía: “¡Te veré más tarde!”. Ahora sabía que su libertad era la base de su felicidad. Había aprendido a detenerse y a dejar de correr.
Una noche le fue revelado algo maravilloso: la imagen de la luna llena reflejada en la superficie de sus aguas. Esta visión le hizo muy feliz. Cogido de la mano de las nubes y la luna se dirigió hacia el océano, pero ahora ya no tenía prisa alguna por llegar a él, gozaba de cada momento.
Cada uno de nosotros somos un río.
Extracto del libro:
A la sombra del manzano rosal
El budismo explicado a los niños
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet