miércoles, 23 de enero de 2019

LA DUALIDAD FUNDAMENTAL








LA MÁS IMPORTANTE de las preguntas entre todas las preguntas es la siguiente: ¿qué es la verdadera felicidad? Y ¿existe la posibilidad de alcanzarla? ¿Es posible la verdadera felicidad, o es algo momentáneo? ¿Es la vida sólo un sueño, o también existe algo sustancial en ella? La vida ¿comienza con el nacimiento y acaba con la muerte, o existe algo que trasciende estos momentos? Porque sin lo eterno no hay posibilidad de verdadera felicidad.





Con lo momentáneo, la felicidad será algo fugaz: en un momento aparece y al siguiente desaparece, y te quedas en la desesperación y la oscuridad.





Eso es lo que ocurre en la vida normal y corriente, en la vida de los que no han despertado. Hay momentos de dicha y momentos de sufrimiento; es una mezcla, un batiburrillo. No se pueden guardar los momentos de felicidad que se presentan. Se presentan porque sí y desaparecen porque sí; tú no los dominas. Y no puedes evitar los momentos de sufrimiento, porque también son algo persistente. Aparecen porque sí y desaparecen porque sí; tú eres una simple víctima. Y tú te sientes desgarrado entre las dos, la felicidad y la infelicidad. Nunca puedes sentirte en paz.





Este desgarramiento entre toda clase de dualidades... La dualidad de la felicidad y la infelicidad es la más fundamental y la más sintomática, pero existen otras mil dualidades: la dualidad del amor y el odio, de la vida y la muerte, del día y la noche, de la juventud y la vejez, y así sucesivamente. Pero la dualidad fundamental, la que representa a todas las demás dualidades, es la de la felicidad y la infelicidad. Y tú te sientes desgarrado, arrastrado hacia direcciones completamente distintas. No puedes estar tranquilo; estás en medio de una enfermedad.





Según los Budas, el ser humano es una enfermedad. Esta enfermedad ¿es absoluta o se puede trascender?





Por consiguiente, la cuestión fundamental, básica es: ¿en qué consiste la verdadera felicidad? No cabe duda de que la felicidad que conocemos no es la verdadera; es un sueño que siempre se vuelve lo contrario. Lo que parece felicidad al momento siguiente se torna infelicidad.





Que la felicidad se vuelva infelicidad sencillamente viene a demostrar que no son dos cosas distintas, sino que probablemente son las dos caras de una moneda. Y si tienes una cara de la moneda, la otra cara siempre está detrás, oculta, esperando la oportunidad de imponerse, y tú lo sabes.





Cuando eres feliz, en el fondo sabes que te acecha el miedo a que no vaya a durar, a que tarde o temprano desaparezca, que descienda la noche, que en cualquier momento te cubra la oscuridad, que esa luz sea imaginaria... No puede ayudarte, no puede llevarte hasta la otra orilla.





Tu felicidad no es verdadera felicidad; sólo una infelicidad oculta. Tu amor no es amor sino sólo una máscara del odio que sientes. Tu compasión no es sino ira, cultivada, sofisticada, educada, civilizada, pero tu compasión no es sino ira. Tu sensibilidad no es verdadera sensibilidad, sino un simple ejercicio mental, la práctica de cierta actitud y de cierto enfoque.





Recuérdalo: se educa a la humanidad con la idea de que se puede practicar la virtud, que se puede practicar la bondad, que se puede aprender a ser feliz, que se puede llegar a ser feliz, que está a tu alcance crear cierto carácter que te traerá la felicidad. Y es todo falso, completamente falso.





Lo primero que hay que comprender es que la felicidad no se puede practicar. Sólo se puede permitir, porque no es algo que tú creas. Crees lo que crees, será más pequeño que tú, mucho más pequeño que tú. Lo que tú crees no puede ser más grande que tú. La pintura no puede ser más grande que el pintor, ni la poesía más grande que el poeta. Tu canción será más pequeña que tú.





Si practicas la felicidad tú siempre estarás detrás, con todas tus estupideces, con los viajes de tu ego, con tu ignorancia, con tu caos mental. Con esa mente caótica no puedes crear un cosmos, no puedes crear la gracia. La gracia siempre desciende del más allá; hay que recibirla como un don, con enorme confianza, con una entrega total. La verdadera felicidad se da en un estado de dejarse llevar.





Pero nos han dicho que tenemos que triunfar, que ser ambiciosos. Se ha adiestrado nuestra mente para que sea la del triunfador. La educación, la cultura, la religión, todo está basado en esa idea de que la persona tiene que ser ambiciosa; sólo el ambicioso se realizará. Jamás ha ocurrido ni ocurrirá, pero la ignorancia es tan profunda que seguimos creyéndonos esas tonterías.





Ninguna persona ambiciosa ha sido jamás feliz; aún más: el ambicioso es el más infeliz del mundo. Pero seguimos educando a los niños para que sean ambiciosos: «Sé el primero, llega a la cumbre y serás feliz». Pero ¿habéis visto a alguien en la cumbre que además sea feliz? ¿Era feliz Alejandro Magno cuando conquistó el mundo? Fue uno de los hombres más infelices que hayan vivido sobre la tierra. Al ver la dicha de Diógenes sintió envidia. ¿Sentir envidia de un mendigo?





Diógenes era un mendigo; por no tener, no tenía ni un platillo para las limosnas. Buda al menos tenía un platillo para las limosnas y tres túnicas. Diógenes iba desnudo, y sin platillo para las limosnas. Pero un día fue al río con un platillo. Tenía sed, hacía calor, y quería beber agua. Por el camino, al llegar a la orilla, pasó un perro corriendo, jadeante, se lanzó al río, se dio un buen baño y bebió agua hasta hartarse. A Diógenes se le ocurrió esta idea: «Ese perro es más libre que yo. No tiene que llevar un plato para las limosnas. Y si él puede arreglárselas sin plato, ¿por qué no voy a hacerlo yo? Esto es lo único que tengo, y siempre tengo que andar vigilándolo para que no me lo roben. Incluso por la noche tengo que tocar a tientas un par de veces para comprobar que no se lo han llevado».





Arrojó el platillo al río y se inclinó ante el perro, para agradecerle el gran mensaje de la existencia que le había transmitido.





Ese hombre, que no tenía nada, le dio envidia a Alejandro. ¡Qué desdichado debía de ser! Alejandro le confesó a Diógenes: -Si Dios me concede que vuelva a nacer, le pediré que, por favor, no me haga Alejandro, sino Diógenes.





Diógenes soltó una carcajada y llamó al perro (porque se habían hecho amigos y vivían juntos) y le dijo: -Fíjate las tonterías que dice. En la siguiente vida quiere ser Diógenes. ¿Por qué en la siguiente vida? ¿Por qué retrasarlo? ¿Quién sabe nada de la próxima vida? Si incluso el próximo día es incierto, el momento próximo es incierto... ¿qué decir de la próxima vida? Si de verdad quieres ser un Diógenes, puedes serlo ahora mismo, aquí mismo. Tira tu ropa al río y olvídate de tanto conquistar el mundo. Ésa es la mayor de las estupideces y tú lo sabes. Y has reconocido que eres desgraciado, has reconocido que Diógenes se encuentra en un estado mucho mejor, mucho más dichoso. Así que, ¿por qué no ser un Diógenes ahora mismo?





Túmbate aquí, a la orilla del río, donde estoy tomando el sol. Hay sitio en la orilla para los dos. 





Naturalmente, Alejandro no podía aceptar la invitación. Dijo:


-Gracias por la invitación. Ahora mismo no puedo, pero en la próxima vida...





Diógenes le preguntó:





-¿Adonde vas? Y ¿qué harás después de haber conquistado el mundo?


Alejandro contestó:





-Entonces descansaré.





Diógenes dijo:





-Pues me parece absurdo. Si es lo que yo estoy haciendo ahora mismo, descansar.





Si Alejandro Magno no era feliz, si Adolf Hitler no era feliz, si los Rockefeller y los Carnegie no son felices... Esas personas que tienen todo el dinero del mundo, si no son felices, esas personas que tienen todo el poder del mundo... Sólo hay que fijarse en quienes han tenido éxito en el mundo para renunciar a la idea del éxito. No hay mayor fracaso que el éxito. Aunque te hayan dicho que nada triunfa como el triunfo, yo te digo que nada fracasa tanto como el triunfo.





La felicidad no tiene nada que ver con el éxito. La felicidad no tiene nada que ver con el dinero, el poder, el prestigio. Es una dimensión completamente distinta. La felicidad tiene que ver con tu consciencia, no con tu carácter. He de recordaros que el carácter también es algo que se cultiva. Puedes llegar a santo, pero no serás feliz si tu santidad no es sino algo que has practicado. Así llegan las personas a santos. Católicos, jainistas, hindúes... ¿cómo llegan a santos? Lo practican todo al milímetro, cuándo levantarse, cuándo comer, cuándo no comer, cuándo acostarse...










Bibliografía: 



Alegría: Osho


Fotografía tomada de internet