miércoles, 5 de junio de 2019

LAS DOS DIMENSIONES DE LA REALIDAD








Si has llegado a casa y realmente moras en el aquí y ahora, habrás logrado la estabilidad y libertad que constituyen el fundamento de tu felicidad. Entonces podrás ver las dos dimensiones de la realidad, la histórica y la última. 





Para representar esas dos dimensiones, utilizamos la metáfora de una ola. Desde una perspectiva histórica, la ola parece tener un comienzo y un final. Puede ser, comparada con otras, más alta o más baja. Puede ser más o menos hermosa. Y puede existir o no existir; es decir, puede ser en este momento, pero no en otro. De todo ello podemos hablar cuando conectamos por vez primera con la dimensión histórica de la ola: nacimiento y muerte, ser y no ser, alto y bajo, ir y venir, etcétera. Pero sabemos que solo conectando con la ola más profundamente podremos tocar el agua. El agua es la otra dimensión de la ola, su dimensión última. 





Desde la perspectiva histórica, hablamos de vida y de muerte, de ser y de no ser, de alto y bajo y de ir o de venir, pero desde la perspectiva de la dimensión última todas esas nociones se desvanecen. 





Si la ola es capaz en sí misma de contactar con el agua, si puede vivir simultáneamente la vida del agua, entonces no tendrá miedo alguno a las nociones de comienzo y final, nacimiento y muerte, ser y no ser. El estado sin miedo le aportará estabilidad y alegría. Su verdadera naturaleza es la naturaleza del no nacimiento y de la no muerte, del no comienzo y del no final. Esa es la verdadera naturaleza del agua. 





Nosotros somos como la ola y también tenemos una dimensión histórica. Decimos que comenzamos en cierto momento y que acabamos en otro. Creemos que ahora existimos y que antes de nacer no existíamos. Estamos atrapados en estas nociones y, por ello, tenemos miedo, celos y deseos y experimentamos todo tipo de aflicciones y conflictos. Pero si somos más estables y libres, podemos llegar a conectar con nuestra verdadera naturaleza, con nuestra dimensión última. Y al conectar con esa dimensión última, nos libramos de todas las nociones que tanto nos han hecho sufrir. 





Cuando el miedo pierde parte de su poder, podemos ver profundamente su origen desde la perspectiva de la dimensión última. 





Desde la perspectiva histórica, vemos el nacimiento, la muerte y el envejecimiento, pero, desde la perspectiva última, el nacimiento y la muerte dejan de ser la verdadera naturaleza de las cosas. La verdadera naturaleza de las cosas está despojada de nacimiento y de muerte. El primer paso es la práctica en la dimensión histórica, y el segundo, la práctica en la dimensión última. En aquella, aceptamos la realidad del nacimiento y de la muerte, pero, en esta, nos damos cuenta, por estar en contacto con la dimensión última, de que el nacimiento y la muerte no se derivan de la realidad verdadera, sino que son frutos de nuestra mente conceptual. Cuando establecemos contacto con la dimensión última, conectamos también con la realidad, carente de nacimiento y muerte, de todas las cosas. 





Pero para acceder con éxito a la dimensión última, es muy importante ejercitarnos en la dimensión histórica. Aquella supone establecer contacto con nuestra naturaleza despojada de nacimiento y muerte, como la ola que permanece en contacto con su verdadera naturaleza de agua. Podemos preguntarnos metafóricamente: «¿De dónde viene y a dónde va la ola?», y del mismo modo podemos responder: «Viene del agua y al agua vuelve». Pero en realidad el agua no viene ni va a ninguna parte. La ola es siempre agua, no “viene” del agua ni “va” al agua. La ola ha sido, es y será siempre, agua e ir y venir no son más que construcciones mentales. La ola jamás ha abandonado al agua, razón por la cual no es correcto decir que “viene” del agua. Y tampoco podemos, por el mismo motivo, decir que “regresa” al agua. 





Desde el mismo momento en que existe, la ola es agua. Nacimiento y muerte e ir y venir no son más que conceptos. Por ello, cuando establecemos contacto con el estado de no-nacimiento y de no-muerte, el miedo se desvanece. 














Extracto del libro:


Miedo


Thich Nhat Hanh


Fotografía tomada de internet