viernes, 12 de junio de 2020

10. EGO, EL LADRÓN DE LOS SENTIDOS.


Durante varios millones de años, la masa cerebral de los mamíferos ha ido creciendo como una toalla a presión en un frasco, con arrugas, puesto que el hueso no crecía igualmente sino que al contrario, disminuía especialmente las mandíbulas.

Este proceso del crecimiento de la masa cerebral se ha hecho a expensas de masa dedicada a ciertas funciones sensoriales como el olfato, el oído, el tacto, menos la vista y quizás ha crecido el gusto. El beneficio ha sido para las funciones de asociación y almacenamiento como la memoria, los conocimientos, la información… que ocupan mucho espacio. Otros sentidos como el del equilibrio, la coordinación de las masas óseas y musculares así como de su posición en el espacio, el ritmo, la presión, la medida de los gestos… me parece que, en comparación con los animales, están disminuidos.

La sensibilidad al dolor y la temperatura, sin embargo, aumentadas, como la percepción de los colores que llega a los diez mil.

Hemos perdido mucho olfato, un perro tiene doscientas veces más. Fuerza mandibular en la mordida, y tamaño de dientes. Pelos largos táctiles del estilo de los bigotes de un gato, oído para frecuencias finas como los murciélagos o los elefantes, coordinación para la carrera y el salto como los monos.

Ciertamente el cuerpo ha perdido facultades y sigue perdiéndolas. La estatura aumenta y la obesidad también. Gente lenta y gorda que sólo vive sentada en oficinas cuya caricatura es un ser ventrudo con gafas y un único dedo monstruoso sobredesarrollado de dar botones.

La captación del “sentido” se ha desplazado hacia la intelectualidad. El sentido de las cosas, las situaciones, las formas, los trabajos, las relaciones y la vida o la muerte, no es ya “lo sentido” en cada caso sino “el sentido”. El Ego, roba una vez más la sensación directa tal y como es para convertirla en percepción que la condiciona, valora, selecciona, consume o rechaza sin llegar a sentirla. (Campo preseleccionado) Como un censor cualquiera, como un intérprete o traductor traidor.

En el Zen tratamos de disminuir la importancia del Ego y recibir sensorialmente el regalo de las cosas y los seres, sus cualidades empíricas, directas.




Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet