Pregunta 10:
¿Deberíamos aceptar nuestra soledad antes de iniciar una relación?
Osho responde:
Sí, hay que aceptar la soledad, para que esa soledad se transforme en la condición de estar solo. Únicamente así serás capaz de iniciar una relación profunda y enriquecedora, de iniciarte en el amor. ¿A qué me refiero con que hay que aceptar la soledad hasta el punto de que se transforme en estar solo?
La soledad es un estado mental negativo. Estar solo es positivo, a pesar de lo que digan los diccionarios. En los diccionarios, ambos conceptos son sinónimos, pero no en la vida. La soledad es un estado mental en el que constantemente echas de menos al otro. Estar solo es el estado en el que constantemente disfrutas contigo mismo. La soledad es tristeza; estar solo es dicha. La soledad significa preocupación, echar en falta algo, anhelar algo, desear algo. Estar solo supone una profunda satisfacción, no necesitar salir, sentirse increíblemente contento, feliz, con ánimo festivo. En soledad estás descentrado. Cuando estás solo estás centrado, arraigado. Estar solo es hermoso; te rodea la elegancia, la gracia, un clima de enorme satisfacción. La soledad empobrece; todo lo que la rodea es pobreza y nada más. No tiene nada de elegante; en realidad es fea. La soledad significa dependencia; estar solo, absoluta independencia. Te sientes como si fueras el mundo entero, la existencia entera.
Si te adentras en una relación cuando te sientes solo, explotarás a la otra persona. El otro se convertirá en un medio para tu satisfacción. Utilizarás al otro, y a todo el mundo le molesta ser utilizado, porque nadie está aquí para convertirse en medio para nadie. Toda persona es un fin en sí mismo. No se puede utilizar a nadie como un objeto; todos estamos en este mundo para ser respetados como reyes. Nadie viene a este mundo para cumplir las expectativas de otros; todos estamos aquí para ser nosotros mismos. De modo que cuando inicias una relación porque te sientes solo, esa relación ya se ha ido a pique. Se va a pique incluso antes de empezar. Antes de nacer, el niño ya está muerto. Te va a causar más sufrimiento, Y recuerda que cuando actúas movido por la soledad inicias una relación con alguien que se encuentra en la misma situación que tú, porque nadie que esté solo y disfrutando realmente de ello se sentirá atraído por ti. Estarás muy por debajo de esa persona. Como mucho te compadecerá, pero no podrá amarte. Quien está sólo de verdad únicamente puede amar a alguien que también está sólo de verdad. De modo que cuando actúas impulsado por la soledad, encontrarás el mismo tipo de persona, encontrarás tu reflejo. Coincidirán dos mendigos, dos sufrientes. Y recuerda también que cuando se encuentran dos personas que sufren, no se trata de una suma, sino de una multiplicación. Juntos se harán sufrir mutuamente más que en su soledad.
En primer lugar tienes que estar solo. En primer lugar tienes que aprender a disfrutar de estar solo, a quererte a ti mismo. En primer lugar sé tan auténticamente feliz que si no aparece nadie no te importará. Estás pleno, desbordante. Si nadie llama a tu puerta, no pasa nada, no echas nada en falta. No esperas que nadie llame a tu puerta. Estás en casa; si alguien viene, estupendo. Si no viene nadie, también estupendo. Entonces puedes adentrarte en una relación. Porque entonces puedes ser el amo, no el mendigo, porque entonces serás como un emperador, no como un mendigo.
Y la persona que ha vivido sola siempre se sentirá atraída por otra que también disfruta de estar sola porque los iguales se atraen. Cuando se encuentran dos amos —amos de su ser, de su estar solo—, no se produce una suma de felicidad, sino una multiplicación. Se convierte en un increíble fenómeno festivo. Y no explotan; comparten. No se utilizan mutuamente. Por el contrario, se hacen uno y disfrutan de la existencia que los rodea.
Dos personas solitarias siempre están enfrentadas, una frente a otra. Dos personas que han conocido el estar solas están juntas y ante algo más elevado que ellas. Siempre pongo este ejemplo: dos amantes normales, ambos solitarios, siempre están frente a frente; dos amantes de verdad, en una noche de luna llena, no estarán frente a frente. Quizá se tomen de la mano, pero frente a la luna llena, allá arriba, en el cielo. No estarán frente a frente, sino juntos frente a otra cosa. Alguna vez escucharán juntos una sinfonía de Mozart, Beethoven o Wagner. Otra veces escucharán junto a una cascada la música salvaje que fluye allí continuamente. Otras veces, junto al mar, contemplarán el horizonte, hasta donde alcanza la vista. Cuando se conocen dos personas solitarias, se miran mutuamente, porque siempre buscan formas y maneras de explotar al otro, de utilizar al otro, de ser feliz por mediación del otro. Pero dos personas profundamente contentas consigo mismas no intentarán utilizarse mutuamente. Por el contrario, serán compañeros de viaje, como en una peregrinación. La meta es muy elevada, está muy lejos. Los une su interés común.
Por lo general, el interés común es el sexo. El sexo puede unir a dos personas de una forma momentánea, superficial. Los amantes de verdad tienen en común un interés más importante. No se trata de que no haya sexo; puede haberlo, pero como parte de una armonía más elevada. Escuchando una sinfonía de Mozart o Beethoven pueden llegar a estar tan, tan próximos, como para hacer el amor, pero en esa armonía superior de una sinfonía de Beethoven. La sinfonía es lo real; el amor forma parte de esa sinfonía. Y cuando surge el amor por sí solo, sin haberlo buscado, sin haber pensado en él, surge como parte de una armonía más elevada, con una cualidad completamente distinta. Es divino, no humano.
La palabra inglesa happiness, felicidad, deriva de la palabra escandinava hap, la misma raíz de happening, suceso, algo que ocurre porque sí. La felicidad se da porque sí; no se puede producir, no se puede forzar. Como mucho, puedes estar disponible para ella. Cuando ocurre, ocurre.
Dos verdaderos amantes siempre están disponibles, pero nunca piensan en la felicidad, nunca intentan encontrarla. Por eso nunca se sienten frustrados; cuando sucede, sucede. Ellos crean la situación; en realidad, si te sientes feliz contigo mismo, ya eres esa situación, y si el otro o la otra también se siente feliz consigo mismo, también es esa situación. Cuando se aproximan esas dos situaciones, se crea una situación más grande. En esa situación mayor ocurren muchas cosas, pero no se hace nada.
El ser humano no tiene que hacer nada para ser feliz. Sólo tiene que fluir, dejarse ir.
De modo que la pregunta es la siguiente: ¿deberíamos aceptar nuestra soledad antes de iniciar una relación? La respuesta es: sí, desde luego. Así ha de ser, porque si no te sentirás frustrado, y harás otra cosa en nombre del amor, algo que no tiene nada que ver con el amor.
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet