En el pasado los físicos dividieron el mundo en materia y pensamiento y más tarde, en materia y energía. Cada uno de estos pares se consideraba totalmente distinto el uno del otro, ¡pero no lo son!
Esta dualidad mente/ materia conformó nuestra visión del mundo según la cual la realidad estaba básicamente predeterminada y podíamos hacer muy poco para cambiar las cosas con nuestras acciones y menos aún con nuestros pensamientos.
Pero hoy día consideramos que formamos parte de un inmenso campo invisible de energía que contiene todas las realidades posibles y que responde a nuestros pensamientos y sentimientos. Al igual que los científicos están estudiando la relación entre pensamiento y materia, nosotros estamos deseosos de hacer lo mismo en nuestra vida. Por eso nos preguntamos: ¿Puedo crear con mi mente mi propia realidad? De ser así, ¿es una habilidad que puedo aprender y usar para convertirme en quien quiero ser y crear la vida que quiero vivir?
Afrontémoslo, ninguno de nosotros es perfecto. Tanto si queremos cambiar o no en el sentido físico, emocional o espiritual, todos abrigamos el mismo deseo: queremos vivir como una versión idealizada de quien pensamos y creemos poder ser. Cuando plantados frente al espejo contemplamos nuestros michelines, no sólo vemos reflejado en él esta versión nuestra algo regordeta, sino que también vemos, dependiendo del humor con que nos hayamos levantado ese día, una versión de nosotros en mejor forma física u otra más obesa y maciza. ¿Cuál de nuestras imágenes es la real?
Cuando acostados en la cama repasamos por la noche los acontecimientos del día y nuestros esfuerzos para ser más tolerantes y menos reactivos, no estamos viendo tan sólo el padre o la madre que le ha gritado a su hijo por no hacer sin rechistar y deprisa lo que le pedía. Nos vemos como una persona angelical a la que le han agotado la paciencia o como un ogro horrendo que destruye la autoestima de un niño. ¿Cuál de estas imágenes es la real?
La respuesta es: ambas lo son. Y no sólo lo son estos dos extremos, sino también un espectro infinito de imágenes que abarca desde las positivas hasta las negativas. ¿Cómo puede ser? Para que entiendas mejor por qué ninguna de estas versiones tuyas es más o menos real que las otras, tendré que destruir la idea más común de la naturaleza de la realidad y reemplazarla por otra.
Si bien parece una tarea hercúlea y en ciertos sentidos lo es, también sé que este libro seguramente te ha atraído porque no has conseguido hacer ningún cambio físico, emocional o espiritual en tu vida que haya sido duradero, no has logrado ser la persona que deseabas. Y tu fracaso tiene más que ver con tus ideas de por qué tu vida es como es que con cualquier otra cosa, como por ejemplo la falta de voluntad, de tiempo, de valor o imaginación.
Para poder cambiar debes modificar la imagen que tienes de ti y del mundo, para abrirte a nuevos conocimientos y experiencias.
Esto es lo que la lectura de este libro hará por ti.
Tus fallos del pasado vienen de un error: no te has comprometido a vivir asumiendo la verdad de que tus pensamientos tienen consecuencias tan importantes que crean tu propia realidad.
Todos podemos crear nuestro propio destino, todos cosechamos los beneficios de nuestros esfuerzos constructivos. No tenemos por qué conformarnos con nuestra realidad actual, podemos crear otra nueva cuando queramos. Todos tenemos esta capacidad, porque para bien o para mal, nuestros pensamientos influyen en nuestra vida.
Estoy seguro de que ya lo habías oído antes, pero me pregunto si la mayoría de nosotros hacemos nuestra esta afirmación. Ya que si aceptáramos realmente que lo que pensamos crea unos efectos tangibles en nuestra vida, no permitiríamos que nos viniera a la cabeza ningún pensamiento negativo.
Y nos fijaríamos en aquello que queremos, en lugar de estar siempre obsesionados con nuestros problemas.
Piensa en ello: si supieras que este principio es cierto, ¿acaso dejarías pasar un solo día sin crear el destino que deseas?
Extracto del libro:
Deja de ser tú
Joe Dispenza
Fotografía de Internet