Cuando el maestro Salim, de Isfahán, visitó en la India la ciudad de Haidarabad, muchos compitieron entre si por el privilegio de que los aceptara como discípulos.
Algunos eran ricos, otros poseían un perfecto conocimiento de las tradiciones, pero todos deseaban ocupar un sitio a los pies de Salim.
Pero cuando la visita hubo terminado, Salim no dejó a nadie tras de si para que guiase a la gente y sólo se llevó consigo al hijo de un mendigo.
Unos diez años después, su delegado Muzaffar llegó a Haidarabad y retomó allí la enseñanza. Cuando los adeptos comprendieron su gran valor, les reveló que él era el hijo del mendigo, aquel a quien Salim había elegido.
Este hecho fue muy comentado, como algo asombroso, y se lo consideró una lección. Pero de todo ello no se supo ver más que un aspecto.
Un día en que llevaba a cabo una reunión abierta, alguien dijo a Muzaffar:
-¡Qué poético y justo es que el más humilde se convierta en el jefe de todos! ¿Acaso no fue doloroso vivir en el ambiente del maestro como hijo de un mendigo y sobrellevar las pruebas a que se somete a quien aspire a transformarse en un jeque Sufí?
Muzaffar observó:
-Para mí fue algo penoso. Pero para uno de mis compañeros, a quien conocí allí, fue realmente doloroso, pues estaba experimentando un gran cambio.
Preguntáronle entonces:
-¿Cuáles eran sus orígenes? ¡Debe haber sido una especie de hereje!
Muzaffar contestó:
-Él era hijo de un rey.
Fuente
El Monasterio Mágico
Shah Idries