sábado, 1 de diciembre de 2012

EL SER

La palabra Dios se ha vuelto vacía de significado a través de miles de años de mal uso. Yo la uso a veces, pero lo hago poco. Por mal uso entiendo que las personas que nunca han tenido ni un atisbo del reino de lo sagrado, de la infinita vastedad que hay detrás de esta palabra, la usan con gran convicción, como si supieran de qué están hablando. O argumentan contra él, como si supieran qué es lo que están negando. Ese mal uso da lugar a creencias y afirmaciones absurdas y a engaños del ego, tales como "Mi o nuestro Dios es el único Dios verdadero y tu Dios es falso" o la famosa afirmación de Nietzsche "Dios ha muerto".

La palabra Dios se ha convertido en un concepto cerrado. En el momento en que se pronuncia, se crea una imagen mental, quizá ya no la de un anciano de barba blanca, pero si una representación mental de alguien o algo externo a uno y, casi inevitablemente, algo o alguien masculino. 

Ni Dios ni Ser ni ninguna otra palabra pueden definir o explicar la inefable realidad que hay detrás de ellas, así que la única cuestión importante es si la palabra es una ayuda o un obstáculo para permitirle a usted experimentar Aquello que señala. ¿Señala más allá de sí misma, hacia esa realidad trascendental o tiende demasiado fácilmente a volverse solamente una idea en su cabeza en la que usted cree, un ídolo mental? 

La palabra Ser no explica nada, pero tampoco lo hace la palabra Dios. Sin embargo Ser tiene la ventaja de que es un concepto abierto. No reduce lo infinito invisible a una entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental de ello. Nadie puede reclamar la posesión exclusiva del Ser. Es su propia esencia y es inmediatamente accesible a usted como la sensación de su propia presencia, la comprensión de Yo soy que es anterior a yo soy esto o yo soy aquello. Así que hay solamente un pequeño paso de la palabra Ser a la experiencia del Ser.

Extracto del libro:
EL PODER DEL AHORA
Eckhart Tolle