Un ruiseñor decía cierta vez a un pavo real:
-Cuando yo trino, la gente me rodea para escuchar la belleza y pureza de mi canto; el hombre tal vez sea asesino, pero también es esteta.
El pavo real, después de escuchar con atención, decidió atraer a una muchedumbre para que admirara su hermoso plumaje, incomparablemente más exquisito, que ningún ruiseñor podría exhibir.
Con ese propósito acudió a un lugar donde se congregaban seres humanos y se pavoneó frente a ellos, plegando y desplegando su cola, escondiendo y extendiendo sus plumas ante la mirada de todos.
Uno de los espectadores dijo:
-Ese infortunado pavo real tiene algo que no anda bien; no puede quedarse quieto. Debe ser alguna enfermedad.
En vista de lo cual tomaron al pavo real y lo mataron, no fuese que la enfermedad se propagase a sus aves domésticas.
Del libro:
El Monasterio Mágico
Shah Idries