martes, 2 de abril de 2013

CONVERSACIÓN CON UN MAESTRO LOCO

Dice un libro sagrado tibetano: “No te preocupes si tu barca está bien o mal pintada, lo que importa es que te ayude a atravesar el río”… Los grandes Maestros nunca trataron de ser Maestros sino de llegar a ser alumnos perfectos. Para un alumno perfecto, un Maestro es todo aquel que le enseña algo, voluntaria o involuntariamente. Hoy quiero hablarles de un Maestro loco:

Durante nuestra estadía en San Francisco, entramos con mi hijo Adán de siete años, en un café. Un hombre desaliñado, de greñas costrosas y penetrante olor a axila, brincaba de mesa en mesa, poniéndole bruscamente a los parroquianos, delante de la cara, un espejo, como si este acto fuera el peor de los insultos. Todos se ofendían al verse reflejados en la superficie sebosa y algunos, cejijuntos, lo alejaban haciendo uso de sus extremidades inferiores. El esquivaba los golpes e iba a blandir el espejo ante la nariz de otro parroquiano. Cuando llegó a nosotros y nos colocó el vidrio delante de los ojos, Adán, feliz, jugó a hacer muecas. El loco sonrió, extrajo de su bolsillo un frasco de colonia, lo vació sobre su ropa roñosa y se sentó a nuestro lado: “¡El arte refleja la realidad! ¿Para qué escribir denuncias si a cada cual le puedo mostrar su odioso retrato? ¡Este espejo es mi feroz libro de poemas!”. Se puso en cuatro patas frente a Adán y con un pie, ¡era contorsionista!, se rascó la oreja. Adán aplaudió. Él, con acento perruno, farfulló: “Dios, “god” en inglés, leído al revés es “dog”, perro. Soy el reflejo inverso de Dios. ¡Niño, pregúntame lo que quieras y te contestaré!”. Adán dijo una pregunta inconcebible para su edad: “¿Cuál es la finalidad del ser humano?”. El loco le contestó: “Los artistas llegan a su obra maestra después de muchos ensayos. Dios es un artista y como tal ha estado haciendo universos: este no es el primero ni el último. ¡Aún está imperfecto! Cuando el hombre venza sus perversiones, odios, fronteras, egoísmos, rapacidad, y se una a los otros con amor, formando una mente colectiva, ayudará a Dios a mejorar el universo, colaborará con él, hasta que la obra llegue a la perfección. Entonces la Humanidad, Conciencia universal, será el alma de la materia, el espejo donde Dios se mirará para deleitarse en su reflejo”. Adán puso cara de pícaro y preguntó: “¿Dónde estoy?”. El loco le respondió: “¡Estás en un café que está en una calle que está en una ciudad que está en un país que está en un planeta que está en una galaxia que está en el universo! ¡Y tú estás sentado en el centro de los mundos, en medio de maravillosos planetas y soles!”. Adán sonrió feliz y le dijo: “¡Me gustaría tenerte como maestro en mi colegio!”.