Una de las condiciones de la autodependencia es que por vía del permiso de ser auténtico, ahora automáticamente me doy cuenta que me merezco cualquier recompensa que aparezca por las decisiones acertadas que tome. No fue mi obligación, fue mi decisión. Pude decidir esto, aquello o lo otro, y por lo tanto, me corresponde el crédito del acierto.
Me corresponde tu agradecimiento por la ayuda que te doy, sobre todo si te das cuenta que dije sí pero podría haber dicho no.
Por supuesto que si el ayudado soy yo, me resultará más fácil y más barato pensar que yo te saqué la respuesta, que no podías elegir, que no podías negarte o que ayudar era tu obligación.
Claro, me resulta mucho más cómodo pensar que el otro tiene que hacerse cargo de mí.
Es el tema de los hijos eternos.
Esos hijos que en ningún momento se deciden a dejar de depender de sus padres.
Si bien es cierto que son muchos los padres que esclavizan a los hijos para que no crezcan y poder así seguir controlando sus vidas, no son pocos los hijos que esclavizan a los padres forzándolos a seguir siendo los que decidan por ellos, para no hacerse cargo, para no ser responsables, porque es más fácil y menos peligroso que otros corran los riesgos, que otros paguen los costos.
El camino de la autodependencia es el camino de hacerme cargo de mí mismo. Para recorrerlo hace falta:
Estar en condiciones
Saberse equipado y
Tomar la decisión.
No hay donde prepararse para el camino.
Vamos descubriendo nuestras condiciones a medida que lo
recorremos.
Vamos mejorando el equipo a medida que avanzamos.
Vamos solidificando la decisión mientras más camino dejamos atrás.
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay