Los dos pensamientos más comunes que acompañan el abandono del apegado son: “Si la persona que amo no me quiere, no merezco el amor” o “Si la persona que dice quererme me deja, definitivamente no soy querible”. La consecuencia de ésta manera de pensar es nefasta. El comportamiento se acopla a la distorsión y el sujeto intenta confirmar, mediante distintas sanciones, que no merece el amor. Veamos cuatro formas típicas de autocastigarse:
a. Estancamiento motivacional: “No merezco ser feliz, entonces elimino de mi vida todo lo que me produzca placer” (autocastigo motivacional).
b. Aislamiento afectivo: “No merezco a nadie que me quiera. Cuanto más me guste alguien, más lo alejo de mi lado” (autocastigo afectivo).
c. Reincidencia afectiva negativa: Buscar nuevas compañías similares a la persona que nos hizo o todavía nos hace sufrir (profecía autocastigante).
d. Promiscuidad autocastigadora: Entregarse al mejor postor, prostituirse socialmente o dejar que hagan de uno lo que quieran (autocastigo moral).
Autocastigarse es la manera más degradante de humillación, porque proviene de uno mismo. Repito: en las relaciones disfuncionales nunca hay un solo causante. No seas injusto contigo ni te maltrates innecesariamente. Divide las cargas, elimina el autocastigo y deja que el perdón empiece a actuar.
Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso