lunes, 9 de diciembre de 2013

ACERCA DEL AMOR


Recién después de haber recorrido el camino de la autodependencia, estoy por fin en condiciones de encontrarme con otros.

Y dice Maturana que es justamente este encuentro con otros lo que nos confiere humanidad a los humanos.

Y dice aún mas:

El homo sapiens no se volvió sapiens por el desarrollo de su intelecto sino por el desarrollo de su lenguaje.

Es el lenguaje y su progresiva sofisticación lo que produjo el desarrollo intelectual y no al revés. Entonces, se pregunta el brillante chileno, ¿para que apareció el lenguaje?. ¿Para comunicar que?. Y se contesta: el Amor.

Y por supuesto que no se refiere solamente al amor romántico sino al liso y llano afecto por los demás. Se refiere, creo, al encuentro afectivo con el prójimo.

SIGNIFICADO

Pero ¿de que se trata ese amor que Maturana define como tan poderoso como para ser el responsable último de nuestro desarrollo individual?. ¿Qué quiere decir hoy día esta palabra tan usada, bastardeada, exagerada, malgastada y devaluada? (si es que todavía conserva algo de su significado).

A veces, los que asisten a mis charlas me preguntan: ¿Para que hay que ponerle definiciones a las cosas, para qué tanto afán de llamar a las cosas por su nombre como siempre decís?.

Cuentan que una mujer entró a un restaurante y pidió como primer plato una sopa de espárragos. Unos minutos después, el mozo le servía su humeante plato y se retiraba.

- ¡Mozo – gritó la mujer -, venga para acá.
- ¿Señora? – contestó el mesero acercándose.
- ¡Pruebe esta soba – ordenó la clienta.
- ¿Qué pasa, señora?. ¿No es lo que usted quería?
- ¡Pruebe la sopa! – repitió la mujer.
- Pero que sucede... ¿le fatal sal?.
- ¡¡Pruebe la sopa!!
- ¿Está fría?.
- ¡¡PRUEBE LA SOPA!! – repetía la mujer insistente.
- Pero señora por favor, dígame lo que pasa... – dijo el mozo.
- Si quiere saber lo que pasa... pruebe la sopa – dijo la mujer señalando el plato.

El mesero, dándose cuenta de que nada haría cambiar de parecer a al encaprichada mujer, se sentó frente al humeante líquido amarillento y le dijo con cierta sorpresa:

- Pero aquí no hay cuchara...
- ¿Vio? – dijo la mujer - ¿vio?... falta la cuchara.


Que bueno sería acostumbrarnos, en las pequeñas y en las grandes cosas, a poder nombrar hechos, 
situaciones y emociones directamente, sin rodeos, tal como son.

Yo no hablo de precisiones pero si de definiciones. Esto es, decidir desde dónde hasta dónde abarca el 
concepto del que hablamos. Quizás por eso me ocupe de aclarar, también, de que No hablo cuando hablo de 
amor.


No hablo de estar enamorado cuando hablo de amor.
No hablo de sexo cuando hablo de amor.
No hablo de emociones que sólo existen en los libros.
No hablo de placeres reservados para los exquisitos.
No hablo de grandes cosas.
Hablo de una emoción capaz de ser vivida por cualquiera.
Hablo de sentimientos simples y verdaderos.
Hablo de vivencias trascendentes pero no sobrehumanas.
Hablo del amor tan sólo como querer mucho a alguien.

Y hablo del querer no en el sentido etimológico de la posesión, sino en el sentido que le damos 
coloquialmente en nuestros países de habla hispana.
Entre nosotros, rara vez usamos te amo, mas bien decimos te quiero, o te quiero mucho, te quiero 
muchísimo.

Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay