lunes, 16 de junio de 2014

SI ESTUDIAS UNA CARRERA Y ERES UN TRABAJADOR HONESTO


Cuando yo estaba en el colegio secundario, mi papá me decía:

“Si vos estudiás una carrera, si vos sos trabajador, si sos honesto, si no sos vago, si no estafás a la gente, si sos consecuente, yo no te puedo asegurar que vas a ser rico, pero vas a poder darle de comer a tu familia, vas a tener una casa, vas a tener un auto, vas a poder irte de vacaciones y vas a poder educar a tus hijos y casarlos para que ellos estén bien”.

Cuando mi papá me lo decía, eso era verdad. No era conocimiento académico, era conocimiento de vida, él lo había aprendido así y era cierto. Si hoy le dijera eso a mi hijo, le estaría mintiendo. Porque yo no puedo asegurarle que si estudia una carrera y es un trabajador honesto, va a poder comer todos los días. Y el lo sabe.

El mundo es incierto para nuestros hijos. No es nuestra culpa, pero es así.
El mundo de hoy es otro, y esto tiene que ver con el conocimiento. El mundo no cambia sólo en lo académico, cambia también en estas cosas.

Y entonces, yo voy a tener que aprender que no puedo seguir diciéndole estas estupideces a mi hijo, porque son mentiras. Yo lo se y el también lo sabe.

Tengo que enseñarle mis referencias, que incluyen mis valores y mis habilidades emocionales, pero tengo que tener la suficiente humildad para saber que son reglas que el puede cuestionar.

Mi papá me decía: “¡Si yo te digo que es así... es así!”.
Si yo le digo a mi hijo esto hoy... ¡se atraganta de risa!. Y tiene razón. ¿Por qué va a ser así porque yo digo que es así?

La certeza de mi papá era honesta. Mi incertidumbre también.

Pero atención, no digo que no haya que decirles nada y pensar: "total... que se arreglen”. No.

Tenemos que empezar a tomar conciencia de esta situación para centrarnos mas en transmitir lo mismo que transmitimos con mas énfasis todavía en los valores y en las cosas que creemos, pero sabiendo que ellos van a tener que adaptarlas a su propio mundo, traducirlas a sus propios códigos. No van a poder tomarlas tal cual se las decimos.

Cada vez que hablo de este tema en una charla, alguien salta y dice:
“No, porque mi generación fue la mas jodida...”.

Todas las generaciones creen que son la bisagra, la que mas sufrió... No hay una sola generación que no me haya dicho esto.

Claro, ¡como no van a saltar!. Saltan porque yo les estoy diciendo: Todos sus esfuerzos son inútiles. ¿Por qué no se dejan de molestar a los pobres chicos?.

Voy a darnos un mensaje para nosotros mismos:
Nuestra generación de padres no es la peor, la peor es la de mis viejos. ¿Por qué?. Porque la generación que hoy tiene entre 70 y 80 años es la que sufrió el odioso cambio de jerarquías.

Cuando mi viejo era chico y se cocinaba pollo, que era todo un acontecimiento, mi abuela lo servía y mi abuelo, que le gustaba la pata, agarraba las dos patas de pollo, se las servía para el y dejaba el resto para que los hijos agarraran. Y a nadie se le ocurría cuestionar el derecho de mi abuelo. Era un derecho del padre de familia servirse primero.

Cuando mi viejo tuvo a sus hijos. ¡Le cambiaron las reglas! ¿Es casi una maldad!.
Lo que le pasó a la generación de mi viejo no tiene nada que ver con lo que nos pasó a nosotros.
Nuestra generación ha sido privilegiada. Y la de nuestros hijos también.
Nosotros pasamos por tener el lugar de elegir. ¡Nuestros viejos nunca!.
Mi abuelo, que no era el privilegiado cuando era chico, si lo fue de grande. Es decir, en algún momento ligó. Y nosotros también. ¡Los viejos que nacieron en el primer cuarto de siglo, no!. Esos no ligaron nunca.


Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay