Se nos ha enseñado a no perder jamás el control por nada -en la risa, en el llanto, en el amor, en la ira-, a no ir jamás más allá del límite.
Para todo hay un límite y solo se nos ha permitido llegar hasta dicho límite, luego debemos contenernos. Tras un prolongado condicionamiento, se convierte en algo casi automático, como un termostato. Llegas hasta cierto punto y de pronto algo se activa en el inconsciente. Algo hace clic y te detienes.
Yo enseño el descontrol, porque solo en el descontrol serás libres. Y cuando la energía se mueva espontáneamente sin una mente detrás que la manipule, que la dirija, que le dicte órdenes, entonces se produce una tremenda felicidad.
Los árboles son más felices; existen en un plano inferior, pero son más felices. Y lo mismo le sucede a los animales; existen en un plano inferior pero son más felices. Y el motivo es que no saben cómo controlarse.
El hombre puede ser más feliz que los árboles y las flores y los pájaros, pero debe evitar una trampa, y esta es la trampa de controlarse.
Extracto del libro:
DÍA A DÍA
Osho
Día 251
Osho
Día 251