Carta 8
El inconsciente y la imaginación: dos amantes apasionados y fieles
«Cuando no se tiene imaginación, morir es poca cosa.
Cuando se tiene, morir es demasiado.»
Louis-Ferdinand Céline, Viaje al final de la noche
Apreciado e invisible jefe:
He observado que desde hace días no apareces por la empresa. Me han explicado que estás en casa con gripe. Quizás ahora, postrado en la cama o en el sofá, encontrarás tiempo para leer.
Al hilo de lo que te explicaba en mis anteriores cartas, se me ocurre una pregunta importante: ¿qué es lo que hace que a veces nos cueste tanto generar un cambio, desde dejar de fumar hasta dejar un trabajo que no nos realiza y en el que nos sentimos mal? Porque insisto en que, si aspiramos a mejorar nuestra vida, debemos no sólo escucharnos, sino plantearnos un cambio...
Según mis lecturas sobre psicología, la explicación hay que buscarla en el inconsciente. Seguro que has oído cientos de veces esta palabra, pero ¿sabes realmente qué es y cómo funciona el inconsciente?
Te diré lo que explican los manuales. El inconsciente es tu gran almacén de ideas, impulsos, temores. Es tu parte más perseverante: actúa con absoluta fidelidad, siguiendo el programa de lo que Él ha interpretado que es tu deseo. Su característica principal es que tiende por todos los medios a satisfacer las consignas que le son dadas, sin plantearlas, sin ponerlas en duda. En cierto modo, su funcionamiento es simplísimo, puramente mecánico, como el software de un ordenador.
Las creencias incorporadas como verdades por el inconsciente en tu infancia, hasta los cuatro años, tienden a perpetuarse a menos que las veas y decidas revisarlas conscientemente. Son resultado de una sugestión, de la aceptación de un hecho dramático como verdad irrebatible, porque en ese momento eras demasiado pequeño para poner ese mensaje en tela de juicio y rechazarlo o redefinirlo.
—Si te dijeron que triunfarías y eso fue aceptado por tu inconsciente... quedaste programado para ello.
—Si te dijeron que fracasarías y eso fue aceptado por tu inconsciente... quedaste programado para ello.
El inconsciente busca dar salida directa, respuesta directa a estas verdades aceptadas aunque vayan en contra de tu deseo consciente de hoy. Además, el inconsciente no conoce descanso, trabaja de día conduciendo tus percepciones e interpretaciones, y de noche a través de los sueños.
Tu parte consciente sólo está activa cuando realmente estás en actitud lúcida, crítica, muy despierto... lo cual se da con mucha menor frecuencia.
Como ves, el inconsciente es mucho más poderoso que el consciente simplemente por su poder de perseverancia, de actuación ininterrumpida, de actividad constante sin cansancio ni desgaste. Y porque contiene un volumen de información y conocimiento fabuloso, inimaginable: todo lo que has vivido está registrado en él, absolutamente todo.
Por lo tanto, si queremos realmente cambiar nuestra vida, tenemos que revisar y reprogramar nuestro inconsciente de modo que queden neutralizados los condicionamientos que hoy actúan de una manera limitadora y que dificultan la realización de nuestros deseos.
Y es ahí, en esa revisión de condicionamientos, donde entra la gran herramienta de transformación, la imaginación.
EL INCONSCIENTE Y LA IMAGINACIÓN SON AMANTES APASIONADOS Y FIELES.
La imaginación, mi imaginación, es la herramienta de la que dispongo para reeducar a mi inconsciente. Comprender este hecho en profundidad tiene unas implicaciones totales para la redefinición de la vida.
Con el lenguaje de la imaginación se llega al inconsciente. Porque el inconsciente se cierra en banda al lenguaje de las imposiciones y las órdenes, de los castigos y el despotismo, incluso al lenguaje de la imposición por la voluntad. El inconsciente no admite en el proceso de reeducación y de cambio el «¡tienes que...!» o el «¡debes...!».
Su lenguaje es suave y amable, es el lenguaje del corazón, el lenguaje de los niños muy pequeños. Hablando este lenguaje es posible llegar hasta él y redefinir los significados que hoy nos condicionan.
Si consigo vincular mi consciente con mi inconsciente conseguiré tener a mi servicio al aliado más poderoso que pueda imaginar, porque el segundo se pondrá al servicio del primero.
Voy, por tanto, a comunicar con mi inconsciente para iniciar un proceso de toma de conciencia y de redefinición de significados.
Esta redefinición requiere constancia y perseverancia, ya que el inconsciente necesita mucha repetición para que los nuevos condicionamientos lleguen al nivel de profundidad suficiente y reemplacen a los condicionamientos previamente establecidos.
No se trata, como en la película The Matrix, de tomarse una pastilla y pasar a otra realidad, sino de combinar la imaginación positiva con la autoescucha en un proceso que requiere tiempo, pero cuyo resultado merece totalmente la pena... o mejor, merece una vida.
Así que voy a empezar a imaginar cómo quiero que se realicen mis deseos y de este modo le daré un mensaje a mi inconsciente para que empiece a ver la vida de manera distinta y para detectar las oportunidades que están en línea con mi deseo.
Cualquier creación en la realidad ha sido previamente elaborada en el taller de la mente, de la imaginación. Este proceso podría calificarse de mágico en la medida en que, cuando empiezas a vivir de esta manera, la creatividad se expande y la vida empieza a mostrarse como un espacio con infinitas posibilidades de creación y desarrollo.
Porque...
.. .Toda realización humana ha pasado antes por la imaginación.
...La capacidad de generar cambios más allá de lo establecido nace de la conexión entre el deseo y la consciencia, impulsada por la fuerza del inconsciente.
De estas dos frases se deriva la fórmula más poderosa del mundo:
I x D = R
IMAGINACIÓN x DESEO = REALIDAD
«Como no sabían que era imposible, lo hicieron.» Creo que esta frase refleja perfectamente la potencia del inconsciente. Para el inconsciente y para la imaginación no hay límites, no hay barreras, no hay restricciones; todo es potencia, todo es creatividad pura, ya que su materia prima es la sustancia mental, y el universo es consciencia, es mente.
Y creo que la clave de mi transformación, de la transformación de cualquier persona, reside en pasar de vivir de los recuerdos a vivir de la imaginación, de la capacidad creadora.
Como te decía, el inconsciente no entiende el lenguaje de la fuerza, y eso me recuerda algo...
Dijo el maestro: Las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza:
Puedes obligar a comer, pero no puedes obligar a sentir hambre;
puedes obligar a alguien a acostarse,
pero no puedes obligarle a dormir;
puedes obligar a que te oigan,
pero no puedes obligar a que te escuchen;
puedes obligar a aplaudir,
pero no puedes obligar a que se emocionen y entusiasmen;
puedes obligar a que te besen,
pero no puedes obligar a que te deseen;
puedes obligar a que fuercen un gesto de sonrisa,
pero no puedes obligar a reír;
puedes obligar a que te elogien,
pero no puedes obligar a despertar admiración;
puedes obligar a que te cuenten un secreto,
pero no puedes obligar a inspirar confianza;
puedes obligar a que te sirvan,
pero no puedes obligar a que te amen.
Sentir hambre, dormir, escuchar, emocionarnos, entusiasmarnos, desear, reír, sentir admiración, sentir confianza, amar... son acciones que no admiten la fuerza, la obligación.
Son acciones maravillosamente inconscientes.
Seguimos en contacto. Un contacto cada vez más consciente.
Álex
P. D. A veces a los intrépidos, a los que arriesgan, a los que rompen una pauta, a los que van a la contra, a los que hacen las cosas de una manera diferente, a los que se permiten mirar de una manera distinta, a los que se escuchan de verdad, a los que viven su vida (y, por cierto, dejan que los demás vivan la suya), a los bohemios, a los rebeldes, a los que van contra el sistema, a los que hacen lo que les apetece y disfrutan con ello sin hacer daño a los demás... a todos ellos se les insulta diciéndoles que son unos «inconscientes», cuando probablemente son los más conscientes, los que están más en contacto con su verdadero Yo y se dan el permiso de expresarlo.
Extracto del libro:
La brújula interior
Conocimiento y éxito duradero
Álex Rovira Celma