Has de protegerte a ti y a tus seres queridos practicando el riego selectivo. Dices: «Cariño, si de veras te preocupas por mí, si de veras me amas, te ruego que no riegues cada día las semillas negativas que hay en mí, porque de lo contrario seré muy infeliz, y si lo soy, también te haré infeliz a ti. Te pido por favor que no riegues las semillas de la ira, la intolerancia, la irritación o la desesperanza que hay en mí. Y yo te prometo no regar esas mismas semillas que hay en ti. Sé que tú también tienes semillas negativas, y tendré mucho cuidado en no regarlas, porque sé que si lo hago, serás muy infeliz.
Y entonces yo también sufriré. Te prometo regar sólo las semillas positivas que hay en ti: las semillas del amor, la compasión y la comprensión».
Si te enojas con mucha facilidad es porque la energía de la ira que hay en ti se ha regado con frecuencia a lo largo de los años.
Has dejado que se regara. No has firmado ningún contrato con la gente que te rodea pactando regar sólo las buenas semillas.
No has practicado el protegerte, y si no te proteges a ti mismo, no podrás proteger a los seres que amas.
Cuando abrazamos la ira y cuidamos de ella, nos sentimos mejor. Podemos observarla con más profundidad y descubrir muchas cosas.
Nuestro primer descubrimiento quizá sea que la semilla de la ira que hay en nosotros ha crecido demasiado y que es la principal causa de nuestra desdicha. Cuando empezamos a verlo, advertimos que la otra persona sólo ha sido una causa secundaria, que no ha sido la principal causante de nuestra ira.
Si seguimos observando profundamente, vemos que la otra persona también está sufriendo muchísimo, y alguien que sufra mucho hará siempre sufrir a los que les rodean. Como no sabe manejar, abrazar o transformar su sufrimiento, va aumentando día a día. Si en el pasado la hubiéramos ayudado, si hubiéramos practicado el riego selectivo regando las semillas positivas que hay en ella, ahora no se encontraría en esta situación.
La práctica del riego selectivo es muy eficaz. Tan sólo una hora de práctica puede suponer una gran diferencia. Si riegas durante una hora la flor de la otra persona, puede llegar a florecer, y no es algo tan difícil de llevar a cabo.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Thich Nhat Hanh