Carta 10
En busca de talentos propios
«Todos tenemos un propósito en la vida, un don singular o un talento especial que podemos dar a los demás.»
Deepak Chopra, Las siete leyes espirituales del éxito
Postrado y griposo jefe:
En mis primeras cartas te relataba una paradoja que no deja de sorprenderme y que por desgracia se da con frecuencia en nuestros días: personas que son grandes profesionales, que aplican ingentes cantidades de tiempo y recursos a analizar y gestionar hasta el último detalle de su empresa, incluso de cada producto o servicio, son incapaces de administrar con un mínimo de solvencia su propia vida. O sea, de gestionarla eficazmente.
A lo largo de su carrera profesional realizan decenas, cientos de estudios y análisis sobre su empresa o sus productos. Pero, curiosamente, no investigan ni planifican lo que es sin duda más importante: ellos mismos, su vida... Quizá por pereza, por ignorancia, por prisa, por miedo. O porque repensarse es un ejercicio que requiere mucha honestidad, perseverancia y coraje. O porque ni se lo han planteado.
Decía Séneca que «si no sabes hacia qué puerto navegas, ningún viento es bueno». Así que merece la pena dedicar algún tiempo de nuestra vida a reconocernos como primer paso para definir nuestros objetivos en la vida. ¿No te parece?
Los resultados que se obtienen tras la realización de este análisis permiten dar respuestas simples a las siguientes preguntas:
—¿Qué es lo que no quiero de mi vida?
—¿Qué quiero realmente de mí y de mi vida?
—¿Qué se hacer bien yo, cuáles son mis habilidades o talentos diferenciales y singulares?
—¿Vivo feliz, conforme o resignado?
—En caso de que la respuesta se mueva entre la conformidad y la resignación...
—¿Qué puedo hacer para ser feliz?
En definitiva, el autoanálisis no es más que una herramienta para los insatisfechos e insatisfechas inteligentes, aquellos que se sienten desaprovechados, que creen que hay una parte importantísima de sí mismos que está pidiendo a gritos una oportunidad para redefinir su vida, para hacerla más próspera, con una dirección y, sobre todo, con sentido.
Este proceso de análisis hay que hacerlo en positivo, ya que...
...todo está ahí, en positivo, dentro de nosotros.
EL PODER ESTÁ DENTRO DE MÍ. Y PARA LLEGAR A ÉL, SÓLO NECESITO DARME ATENCIÓN.
Se trata de buscar e identificar nuestras fortalezas, incluyendo las habilidades olvidadas. No se trata de luchar contra las debilidades, sino de transformar y hacer crecer las habilidades positivas, actualizando su potencial. Las que tenemos y las que tuvimos, pero descuidamos. Vamos a desempolvarlas y ponerlas en forma en nuestro yo, aquí y ahora. Ello nos hará tomar conciencia de que somos mucho más capaces de lo que creemos. Tan sólo se trata de que recordemos y actualicemos ese potencial.
Por tanto, hay que desbloquear habilidades que quedaron encerradas en la caja del olvido por la rutina, por las circunstancias de la vida, por la repetición continua de las mismas funciones en el mismo puesto de trabajo o en puestos de trabajo muy similares. Porque en cada jornada laboral (y esto no me lo invento yo, hay estudios que lo demuestran) se repite el 90 por ciento de lo hecho el día anterior, y es difícil salir de este, llamémosle, «círculo vicioso».
Podemos llegar a pensar que sólo sabemos hacer eso que lo cotidiano nos impone.
En cierta ocasión oí que entrevistaban a alguien que decía con orgullo y cierta arrogancia: «Tengo diez años de experiencia en este sector». A lo que su inteligente y rápido entrevistador le dijo, una vez completada la entrevista y visto su currículum: «Permítame que le rectifique: más que diez años de experiencia, usted tiene un año de experiencia repetido diez veces».
Centrémonos por lo tanto en nuestros aspectos positivos y sobre todo en aquellos que nos diferencian, porque son los que nos permitirán ocupar una posición clara y diferenciada, tener visibilidad para los demás y manifestar el ser único y singular que cada uno de nosotros tiene en potencia.
Para identificar nuestras fortalezas, lo primero que conviene tener en cuenta es que la mejor, más completa, profunda y veraz definición de uno mismo o una misma llega cuando no existen ni el miedo ni sus derivados, como la angustia en todas sus vertientes: de abandono (me dejarán, me despedirán, me quedaré solo), de impotencia (no valgo, no sé hacerlo, no lo lograré) o de identidad (no sé quién soy).
Quizás el diagnóstico no aparezca tan claro ni tan rápidamente como nos gustaría... A veces puede ser que nuestros talentos estén tan pegados a nosotros mismos que seamos incapaces de verlos, o incluso que sean tan obvios que dejemos de darles su justo valor. En ambos casos, la ayuda de terceros que nos aprecien, que nos quieran de verdad, es esencial.
Por lo tanto:
—Me voy a escuchar y a reconocer aquellas habilidades que son evidentes. Haré una lista de mis talentos.
—Para completar la información anterior preguntaré a los que me aprecian y tienen una actitud positiva ante la vida. Les preguntaré abiertamente y les diré que sean honestos en sus respuestas. Les aclararé que sobre todo me interesa que destaquen aquello de positivo que ven en mí.
Esto me servirá sin duda para hacer un listado de mis fortalezas hoy: lo que yo veo y lo que los demás ven en mí. Con la lista hecha, miraré los aspectos coincidentes: ahí tendré sin duda aquellos elementos que me hacen destacar y diferenciarme.
Pero la investigación no se acaba aquí...
Existen además aquellas habilidades que tuvimos algún día y que hoy no manifestamos o lo hacemos en menor medida. Voy a pensar en toda la experiencia de mi vida y en todo cuanto he desarrollado.
Sobre esto se me ocurre un juego. Imaginaré que no tengo sólo la edad que tengo, sino también todas las edades que he tenido antes. Si tengo treinta y tres años, pensaré que tengo además treinta y dos, treinta y uno... y seguiré hasta los cinco, cuatro, tres, dos, uno. Es decir, tengo la suma de esas edades aquí y ahora, porque, en realidad, he vivido todas esas edades y cada una de ellas ha tenido sus experiencias, sus vivencias que me han hecho ser como soy.
A continuación, anotaré las habilidades, aptitudes, talentos o fortalezas que recuerdo que tenía en cada edad, edad por edad.
Visto con estos ojos, una cosa es la «edad cronológica» y otra muy distinta la «edad experta» (experta porque viene de experiencia).
Aunque sea un juego de números, me sorprende el valor de la edad que tengo cuando lo miro desde esta perspectiva (¡quinientos sesenta y un años!).
Percibido de este modo, todos, hasta un niño de diez años, merecen muchísimo respeto y consideración sólo por el valor de su experiencia.
De este modo, hoy, aquí y ahora soy un niño feliz, que aprende, creativo y libre. Soy también un adulto inteligente y lleno de vida y de experiencia, un padre afectuoso y protector, un joven seductor, enamorado y apasionado... todo eso he sido y por lo tanto SOY, porque está en mi experiencia.
Creo que es esencial, en el proceso hacia la dirección de mi vida, valorar mis talentos, apreciarlos en su medida, creer en ellos y expresarlos sin miedo.
Me parece importante también no atribuirme más habilidades de las que razonablemente son ciertas y están ahí. Ser honesto conmigo. Aceptar lo que soy capaz de hacer y lo que no. Como me dijo una vez un amigo inglés: «Be the best of you, not better than you». Que se podría traducir como: «Sé lo mejor de lo que eres y no aparentes ser más de lo que puedas ser».
Las personas con mayor calidad de vida y más prósperas que conozco (entendiendo la prosperidad en un sentido amplio) han investigado y siguen permanentemente investigando cuáles son sus talentos, sus habilidades. Han identificado sus propósitos personales y se han puesto a trabajar en esa dirección, siempre teniendo en cuenta el sentido de la utilidad de su trabajo para los demás y para ellos mismos.
Nunca es demasiado tarde ni para realizar un diagnóstico honesto de uno que facilite un cambio ni para redefinir la vida... ni para nada.
Con mis mejores deseos,
Álex
P. D. Decía Pino Aprile en referencia a su brillante libro Elogio del imbécil: «Disuadidos de pensar, educados en deseos que nos han sido impuestos y que son idénticos a los del vecino, somos el producto de un largo proceso evolutivo dirigido a reprimir la obsoleta y molesta inteligencia».
Quizás entonces lo inteligente sea ponernos a pensar e identificar cuáles son nuestros deseos genuinos.
Extracto del libro:
La brújula interior
Conocimiento y éxito duradero
Álex Rovira Celma