lunes, 22 de diciembre de 2014

LA MUERTE LENTA Y LA MUERTE RÁPIDA DEL AMOR


Gota a gota, igual que una tortura china, la indiferencia va acabando lenta y pesadamente con el amor. Por cada acto de indiferencia, se pierde un poco de amor y si la actitud se mantiene, el declive afectivo continuará hasta que no quede nada. Lo preocupante es que esta extinción afectiva puede durar años. Los consultorios están repletos de personas que han tardado media vida en reaccionar porque no han tenido el coraje de decir «basta» antes de que el amor desapareciera por sí solo.

También existe una muerte rápida del amor: la que llega de la decepción.

Cuando te decepcionas con tu pareja, el desamor aparece como un rayo y lo lanza todo por los aires. La cuestión se resuelve en un santiamén, y donde hubo amor sólo quedan escombros. El desencanto aparece cuando se ven afectados nuestros principios y los códigos morales que consideramos no negociables. Desilusionarse de la pareja es un flechazo al revés. He podido observar esta metamorfosis en mi consulta clínica, cuando alguien descubre que su pareja no era lo que esperaba o que sus actuaciones son moral o éticamente cuestionables. Hay un crac, inevitable y categórico.

Volviendo a la muerte lenta del amor, nadie acepta la indiferencia como modo de vida, a menos que sea un ermitaño emocional o un esquizoide. Ni siquiera los masoquistas se someten a la insensibilidad de la persona amada: piden castigo y dolor, pero no indiferencia. Los que se resignan al desprecio se secan por dentro. Si no has tenido la suerte de que la decepción llame a tu puerta y continúas atrapada o atrapado en la apatía afectiva de un pareja que parece de plástico, haz tuya esta consigna y grábala en tu corazón: no te merece quien te hace sufrir.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
Fotografía de internet