jueves, 20 de agosto de 2015

TU MEJOR OBRA: EL GUIÓN DE TU VIDA


Carta 17

Tu mejor obra: el guión de tu vida

«No es posible asegurar el futuro. Sólo es posible perder el presente.»
Ivan Klima

Amigo/a lector/a:

Tu futuro depende de muchas cosas, pero principalmente de ti.
De tu capacidad de generar cambios en ti y en tus circunstancias.
De tu capacidad y voluntad para pasar de ser efecto a ser causa.
Y, sobre todo, de tu determinación para asumir la dirección de tu vida realizando los cambios y renuncias que sean necesarios para ello.

Porque la consecución de la verdadera libertad llega cuando somos capaces de renunciar a lo que somos en favor de lo que podemos llegar a ser.

Pero ¿cómo vislumbrar lo que podemos llegar a ser?

Para responder a esta pregunta tenemos que hablar de cine, de personajes y, sobre todo, de guiones...

Seguro que cuando vas al cine y ves una buena película, al acabar necesitas unos segundos para volver en ti. Si la película te ha emocionado, las lágrimas aún estarán en tus ojos. Si te ha generado rabia, aún tendrás la mandíbula apretada. Si iba de héroes y batallas, te sentirás capaz de salir a conquistar el mundo... Sin darte cuenta te has metido en el personaje, te has metido a fondo en su piel, te has identificado con él, es decir, has hecho tuyas su identidad y sus circunstancias, sus dramas, sus alegrías, sus aventuras y desventuras...

Pues bien, el doctor Eric Berne observó hace tiempo que todas las personas a las que acompañaba en su proceso de terapia psicológica actuaban siguiendo lo que él denominó un «guión de vida», que es como el argumento preestablecido de una obra dramática que la persona se siente obligada a representar, independientemente de si se identifica o no con su personaje.

Fíjate que dice obligada. Y es que cuando uno está representando un guión lo que está haciendo es actuar según la definición del personaje que ha sido escrita por otro. En consecuencia, si quiere seguir siendo ese personaje no puede salirse del guión, porque si lo hace sentirá que deja de tener un papel en la obra, un papel en la vida... y eso es insoportable.

¿Cómo se crea el guión de vida de una persona?

Lo establece el niño durante su infancia, bajo la influencia sobre todo de sus padres o de las personas que hacen en todo o en parte esa función: abuelos y abuelas, maestros y maestras, hermanos y hermanas mayores, etc. Dicho guión se va reforzando por las diferentes experiencias y acontecimientos que el niño va viviendo a medida que crece.

Afortunadamente, los guiones de vida (como los cinematográficos en el momento de ser escritos) no están cerrados, sino que pueden ser modiñcados.

Y lo que es más importante, ese cambio de guión se realiza cuando el nuevo guionista decides ser tú, reescribiendo el guión a tu gusto, según tus deseos de cómo quieres vivir tu vida. Escribiendo con lápiz y goma de borrar al lado para poder modificarlo sobre la marcha según te convenga.

Esto, que no es sencillo, se consigue a raíz de un proceso de toma de conciencia, de un trabajo de observación de uno mismo y de una constatación de cuáles son los elementos o los hilos que mueven a la marioneta, al personaje: a tu personaje.

Dado que es en la infancia más tierna cuando se establecen las bases de la famosa autoestima, del valor propio y del valor de los demás (es decir, cuando se genera tu guión de vida) se trata de que te remontes a esa época y tomes conciencia de cuál es tu guión, de que lo investigues, de que lo descubras y, consecuentemente, de que te des cuenta de...

...si tu deseo es el tuyo o es el de papá y/o mamá;
...si vives la vida que quieres o la que te dijeron que te tocaba vivir;
...si trabajas en lo que te gusta o «en lo que tocaba»;
...si tus creencias en relación con la pareja, el sexo, la religión, la política, el placer, la prosperidad, etc., son tuyas o de tu padre y/o tu madre (o se definen a la contra de las creencias de tu padre y/o madre, lo cual implica estar igualmente enganchado a un guión).

Y, sobre todo, intenta darte cuenta de si te sientes bien o mal con todo ello.

Te invito a que analices cómo funcionan en ti los «impulsores» de los que te hablé en la carta 12. También en esa carta te hablaba de los continuos «noes» que recibe un niño y que condicionan su posición ante la vida. Esto, de forma desarrollada, seríalo que algunos psicólogos llaman «los mandatos».

Según Berne, los mandatos son los mensajes que llegan al niño (sobre todo de forma no verbal) a base de ser repetidos día tras día por sus padres o por las personas que tienen una fuerte influencia emocional en él, o excepcionalmente a causa de una circunstancia vivida como dramática.

Berne y otros expertos sobre guiones de vida han definido una serie de mandatos básicos:

1. «No existas, no vivas o no seas». Es sin duda el más destructivo de todos, ya que tiende a anular todas las posibilidades de la persona. Puede comunicarse mediante conductas como: dejar sólo al niño o bebé durante largo tiempo; burlarse de él cuando se lastima o está en peligro; mirarlo despectivamente, y no tocarlo ni acariciarlo... en definitiva, no reconociéndolo, ignorándolo o banalizando su existencia. También es posible transmitir este mandato repitiendo continuamente que la vida es dura, que «tiene que ganarse», que sólo se vive para sufrir, etc.

2. «No seas lo que eres o no seas tú mismo/a.» Una persona de diferente sexo, de diferente aspecto, con mejor tipo, más alta... Son niños a los que se fuerza a ocupar una posición deseada por los padres distinta a la de su propia naturaleza.

3. «No lo logres.» Se manifiesta como consecuencia de un gran temor de los padres al logro, al éxito, a la realización.

4. «No sabes» (o su variante extendida «no sabes hacerlo»). Es el caso de los padres que desprecian sistemáticamente los logros de sus hijos comparándolos con los de otros niños, con los de adultos o con los de los propios padres.

5. «No te acerques.» Normalmente aparece ante la dificultad de los padres de mantener el contacto físico y de dar caricias a sus hijos. Este mandato desemboca en comportamientos de aislamiento, de no pertenencia, en dificultades para establecer relaciones de amistad, íntimas...

6. «No pertenezcas.» Por desgracia, muy observado en personas que deciden no relacionarse con nadie. Normalmente es un mecanismo de defensa ante el pánico e insoportable dolor que supone el rechazo o la no aceptación del otro.

7. «No crezcas.» Cuando los padres impiden al niño que asuma tareas y funciones propias de un desarrollo físico y psicológico natural. Típica situación de aquellos padres que sobreprotegen a sus hijos o se lo hacen todo, creando una dependencia incluso cuando el niño se convierte en adulto. Aquí tenemos el complejo de Peter Pan, por el cual la persona ya cronológicamente adulta se mantiene con una actitud pueril ante la vida, negándose psicológicamente a crecer: conductas hedonistas y excesivamente infantiles, falta de sentido de responsabilidad, incapacidad para una vida autónoma e incapacidad de tomar decisiones que impliquen un compromiso.

8. «No seas niño/a.» Es el opuesto al anterior, aunque no son incompatibles. Se fuerza al niño a que abandone sus necesidades naturales en la infancia para, de repente, convertirse en un adulto y a menudo ocuparse de las necesidades de otros: hermanos menores, familiares enfermos o padres que, gobernados por un «no crezcas», actúan como niños.

9. «¡No!» (o «no lo hagas»). Acostumbran a transmitirlo personas que, pese a que piensan y sienten, no hacen. Dubitativos, vacilantes, viven el hacer como un riesgo. En el fondo de este mandato hay pánico hacia el placer.

10. «Tus necesidades no son importantes» (o «no importas»). Tristemente, éste es uno de los mandatos que se observarán cada vez más, ya que aparece sobre todo entre aquellos padres que dicen no tener tiempo para sus hijos. El niño que por la ausencia de sus padres interpreta un «no podemos estar por ti» asume lo siguiente: «No importo». Con lo cual no se dará el permiso de importar, de ser tenido en cuenta, de que se cuente con él cuando sea adulto.

11. «No vales.» Aparece cuando los padres, en el fondo, no querían tener un niño, sino parir a Dios en persona. Detrás de este mandato hay una exigencia de perfección que aparece para compensar un profundo sentimiento de impotencia y falta de autoestima por parte de los padres. De este modo, engendran a alguien que esperan que sea un niño/a prodigioso, una especie de Supermán.

12. «No pienses.» Cuando las preguntas del niño son ignoradas, respondidas burlonamente o de manera inadecuada es cuando se está transmitiendo este mandato. También se genera cuando el niño observa precisamente este mandato de manera repetida en la vida de sus padres, es decir, observa que ellos no piensan. El riesgo de tener ideas propias, o de tener un pensamiento distinto a los progenitores con relación a temas clave o tabú como la religión o el sexo, puede ser vivido como altamente peligroso por los padres. Este mandato se estructura a varios niveles: desde el «no pienses lo que piensas» hasta el «no pienses del todo».

13. «No sientas.» Se manifiesta cuando la emoción está desterrada por miedo o porque estuvo prohibida en el hogar de los propios padres.

14. «No me superes.» En caso de rivalidades no resueltas o de celos de los padres hacia los hijos cualquier progreso de un hijo puede ser vivido por el padre o la madre como una pérdida de su propio valor. Por desgracia, es muy frecuente observar cómo hay padres que no saben digerir la primera derrota deportiva, lúdica o intelectual frente a su hijo/a. En tal caso abandonan la partida, se enfadan, y pueden llegar a negarse a reconocer la derrota o a volver a jugar.

15. «No disfrutes.» Cuando el placer está prohibido, bien porque gozar se considera pecado, bien porque disfrutar se interpreta como el preludio de una desgracia posterior.

Llegados a este punto, la cuestión es: ¿estos mandatos van a estar siempre ahí, bloqueando, inhibiendo, reprimiendo, limitando el sano desarrollo psicológico y la capacidad de vivir una vida con mayor grado de espontaneidad, de intimidad, de conciencia...? ¿Son los guiones de vida cerrados? La respuesta es, afortunadamente, ¡no!

Cada mandato tiene su reverso, esto es, un permiso:

1. El permiso de vivir, de existir, de ser.
2. El permiso de ser uno mismo.
3. El permiso de lograr.
4. El permiso de saber.
5. El permiso de acercarse.
6. El permiso de pertenecer.
7. El permiso de crecer.
8. El permiso de ser niño.
9. El permiso de hacer.
10. El permiso de ser importante e importar.
11. El permiso de valer.
12. El permiso de pensar.
13. El permiso de sentir.
14. El permiso de superar y superarse.
15. El permiso de disfrutar.

El permiso es esencial en el proceso de cambio y de desarrollo personal y de modificación del guión de vida. Lo integramos cuando revocamos la decisión de seguir los mandatos parentales, una vez éstos han sido identificados y reconocidos como bloqueantes o inhibidores de nuestro deseo. Es decir, una vez que hemos aceptado que están condicionando nuestra manera de percibirnos a nosotros mismos y a los demás, y en consecuencia afectando nuestro comportamiento aquí y ahora.

Probablemente el primer permiso que uno puede darse es el de vivir (más allá de «ganarse la vida»), para luego ir avanzando sobre los demás permisos e a estar siempre ahí, bloqueando, inhibiendo, reprimiendo, limitando el sano desarrollo de espontaneidad, de intimidad, de conciencia...? ¿Son los guiones de vida cerrados? La ir asumiendo poco a poco la capacidad de generar cambios a través de la responsabilidad sobre la propia vida.

Sólo cuando tenemos el coraje de reconocer que llevamos el timón podemos conducir al barco hacia el puerto que deseamos. Es decir, podemos elegir.

Pero para ello se necesita también el coraje de plantearse si las creencias, convicciones y valores sobre los que tenemos construida nuestra vida actúan como mordazas limitadoras.

Estas convicciones son los principales frenos que tenemos hacia la dirección de nuestra vida y hacia la consecución de aquellas circunstancias que nos harán felices, manifestando ese ser único que es cada persona.

Porque, sin ninguna duda, tú eres un ser único. Y sería una verdadera lástima que la definición de lo que tú eres la pusieras en manos de otros.

SI LO DESEAS, PUEDES REESCRIBIR TU GUIÓN.

(¡Busca papel, lápiz y una goma de borrar!)
Consolida en ti un guión de vida lleno de permisos.
Si lo deseas, puedes empezar a mostrar tu luz...
«¡Que tu luz brille por siempre, porque tú te lo mereces!», dice una bella canción.
¡Que así sea!

Álex

P. D. Hay un relato de Anthony de Mello que es ideal para cerrar esta carta. Tiene que ver con lo que creemos ser y con los guiones de vida. Y dice así:

Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.

Durante toda su vida el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piaba y cacareaba. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, igual que los pollos. Después de todo ¿no es así como vuelan los pollos?

Pasaron los años y el águila envejeció. Un día divisó muy por encima de su cabeza, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.

La vieja águila miraba asombrada hacia arriba. «¿Qué es eso?», preguntó a una gallina que estaba junto a ella. «Es el águila, la reina de las aves», respondió la gallina. «Pero no pienses en ella. Tú y yo somos diferentes.»

De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.

El riesgo de morir creyéndonos gallinas es muy grande, porque son muy pocos los que de verdad se atreven a volar...

Como diría mi buen amigo Alfredo Caputo, desde Buenos Aires: «Existe un gran pánico a la caída, al golpe, pero la verdadera protección está en las alturas. Especialmente cuando hay hambre de elevación... y buenas alas».

Y si el miedo aparece ocasionalmente, no te preocupes:si de verdad estás en tu camino, el fin justificará los «miedos».

Así que... ¡VUELA!

Extracto del libro: 
La brújula interior
Conocimiento y éxito duradero 
Álex Rovira Celma