¿Cuántas veces habremos oído la frase «las casualidades no existen»? Fue el psiquiatra Carl Gustav Jung quien, durante su estudio del psicoanálisis, desarrolló la teoría de la Sincronicidad.
Esta nos dice que los sucesos guardan entre sí una relación significativa. Nuestros «yo» individuales son como islotes. Estamos acostumbrados a vernos de ese modo, a considerar la realidad desde ese punto de vista, sin tener en cuenta que existen más islotes unidos por debajo del mar, en la tierra.
Según Jung, formamos parte de un todo dividido en unidades independientes de conciencia, cada uno de nosotros. Esta separación no es total y, por tal motivo, cuando meditamos o soñamos entramos en nuestro inconsciente y percibimos el inconsciente colectivo.
Las señales, los encuentros y los sucesos que percibimos en el mundo como casualidades, o catalogamos de déjà vú, no son más que la expresión de esa conexión y unidad.
Cuando una persona está en proceso de evolución, todo se mueve a su alrededor como un reloj. Una rueda mueve otra y, sin darnos cuenta, esas conexiones con los demás, muy especialmente las sincronicidades, nos guían y muestran el camino.
Si somos conscientes de la inexistencia de las casualidades —Einstein decía: nada sucede por azar—, comprenderemos mejor el mundo y sabremos interpretar los signos y los movimientos como mensajes esenciales para nuestra vida cotidiana.
Tomado del libro:
Einstein para despistados
85 soluciones atómicas para problemas
relativamente graves
Allan Percy
Fotografía de Internet